PRIMAVERA SOUND 2006

Primavera Sound 2006, festival maduro

 

Lou Reed / The Flaming Lips

 

“¿Te das cuenta de que algún día toda la gente que conoces morirá?” Parece mentira, pero una frase así (de “Do You Realize?”) se puede cantar y ponerle a todo el mundo una sonrisa en su cara. Sin ir más lejos, eso es lo que lograron The Flaming Lips en su concierto del Primavera Sound 2006. De entre los reclamos principales del Festival, ellos fueron, sin duda, los que más unanimidad consiguieron entre el público en cuanto a lo que fue el concierto más especial y radiante de esta edición.

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Se sabía, pero no por ello dejó de ser algo totalmente disfrutable. Decenas de extraterrestres, Papa Noeles, el Capitán América, Supermán… Todos compartiendo escenario con el grupo, mientras Wayne Coyne no dejaba de tirar confeti, serpentinas, cintas multicolor, globos enormes, se calzaba unas manos gigantes, cantaba por un megáfono, jugaba con un títere, prestaba su cara distorsionada a una cámara instalada en su micrófono… Tanto es así, que a muchos se les hicieron más digeribles las canciones de su último disco, en el que van de Yes a Black Sabbath -de quienes hicieron una versión de su «War Pigs» para despedirse-, aunque sin pararse mucho en él. “Race For The Prize” abrió su actuación en lo que fue el momento más emocionante de los tres días y, desde ese momento, nadie pudo quitar los ojos del escenario, de tal forma que el tiempo se pasó volando sin saber muy bien cuántas canciones habían hecho. Eso sí: sin toda la parafernalia en escena, seguro que los comentarios no habrían sido tan positivos. Pero, al fin y al cabo, en el directo también cuenta la parte visual, ¿no?

Shellac / I’m From Barcelona

Pero no siempre son los grandes nombres en boca de todos los que sobresalen en un evento de estas características. Shellac, quienes congregaron el mayor número de devotos en el Auditorio, ofrecieron un recital de rock irrespirable y apabullante, en total complicidad con el público desde que empezaron pidiendo que se acercaran al escenario para compartirlo con ellos. El trío de Steve Albini paró de vez en cuando su actuación para dar aliento al personal y pedirles que les hicieran preguntas. Es muy difícil verlos en directo por lo contadas de sus actuaciones, pero, visto lo visto, el culto se debe tanto a eso como a lo que se puede contemplar cuando se tiene la fortuna de asistir a uno de sus recitales -en toda la extensión de la palabra-.

También impuso su clase Richard Hawley, haciendo lo que mejor sabe hacer: canciones de estructura clásica y alma de crooner. Sus discos son celestiales, y escuchar “The Ocean” -también él reconoció que era su canción favorita de su repertorio- junto al mar no tiene precio. Estuvo tan delicado como rabioso, y no dejó de demostrar que su visión de la música es algo de otro tiempo, calificando de ‘mierda’ los sonidos de baile que se escuchaban desde otro escenario, aunque, mientras siga sin dar un paso en falso en lo suyo, todo se le perdona.

 

 

Richard Hawley / Jens Lekman

El más entrañable fue Jens Lekman, con su cohorte de seis chicas uniformadas de blanco que, aunque no eran precisamente los mejores músicos del mundo, daban una nota de inocencia a su ya cándido repertorio. Para rematar el concierto, ya solo en el escenario con su ‘pequeña guitarra’, hizo subir a otro sueco presente en el festival, José González, para cantar con él un tema que habla de las formas en las que se presenta el amor. Avanzó que su aportación, aunque pequeña, era muy importante. Durante unos tres minutos entonó una canción acústica para acabar preguntando a González: “¿Se comporta el amor de forma curiosa?”, a lo que éste únicamente respondió: “Yeah”. Puede que fuera el detalle más simpático de los tres días.

 

Entre la gran cantidad de grupos americanos presentes en el festival que tienen el rock de raíces como principal referencia, Drive By Truckers ofrecieron una de las actuaciones más contundentes, empujada por tres guitarristas y compositores que hacen que el grupo abrace una paleta de sonidos más amplia de lo que es habitual en un grupo que parte del rock pantanoso del Sur. The Deadly Snakes no anduvieron muy lejos de esos planteamientos, y ahora, además, se han convertido en un grupo diferente, lejano del garage de sus comienzos, gracias a la aportación de una sección de viento y un teclista que le otorgan una vertiente más clásica.

 

 

Yeah Yeah Yeahs / Lambchop

Lambchop, habituales en nuestro Estado, se plantearon una actuación distinta, alternando los temas acelerados -¡parecían The Wedding Present!- con canciones más calmadas tomadas de sus primeros discos y que hacía mucho no tocaban. Sólo por haberse distanciado de lo que es habitual en ellos ya valió la pena. El relevo en una forma de hacer canciones clásicas lo tomaron en esta ocasión South San Gabriel y el super-grupo alternativo Undertow Orchestra, donde la cada vez más emocionante voz de Mark Eitzel y las canciones -y los comentarios siempre acertados y, a veces, viperinos- de Vic Chesnutt hicieron que el Auditorio quedase embrujado con su presencia. Mientras, las canciones de José González se crecieron en directo, y las referencias a Nick Drake ya no parecían tan descaminadas. A pesar de que demostró que sabía hablar castellano, en la mayoría de los casos se le notaba tan metido en su actuación que sólo conseguía presentar sus canciones en inglés.

Entre las curiosidades más atípicas del Festival, ESG aportaron el funk minimalista y reiterativo más excitante que se pueda escuchar hoy en día. Curioso que dos señoras mayores, las hermanas Scrogling, veteranas del Bronx, y sus tres hijas hicieran bailar al público más que ningún otro grupo. Por su parte, la francesa Melanie Valera, en su encarnación como Tender Forever, justificó como su única presencia era capaz de llenar uno de los escenarios con su lirismo intimista. No en vano su primer álbum se lo ha grabado el sello K, de Calvin Jonson.

 

 

Anari / Prin’ la lá

Entre la representación estatal, Anari demostró que sus intensas canciones no pierden un ápice de dramatismo en el escenario, confirmándola como la, probablemente, mujer que mejor rock hace por aquí. La resurrección de los Surfin’ Bichos fue bien recibida, por más gente de la que nunca tuvieron en su día, con un repertorio infalible y un éxito más que apreciable. De todas formas, hubo algunos errores de coordinación en el grupo (era su primer concierto en más de una década) y la presencia más estática de Fernando Alfaro en el escenario hizo añorar a algunos la tensión que Mercromina habían puesto el año anterior en el mismo Festival.

Mientras, La Buena Vida no consiguieron en el Auditorio el sonido que la mayoría de artistas lucieron en ese acogedor escenario, aunque lo compensaron estrenando versiones de sólo voz y piano de algunas de sus grandes canciones. A estas alturas, su cancionero tiene ya demasiados momentos álgidos como para llenar más tiempo del que dispusieron. Lo del trío Prin’ la lá, tres hermanas de entre 8 y 16 años, apadrinadas por Fernando Flow, es una de las experiencias más perturbadoras que se puedan ver sobre las tablas, algo así como los niños de San Ildelfonso cantando desde el manicomio de Alguien voló sobre el nido del cuco temas con ecos de Mercury Rev.

 

 

Surfin’ Bichos / La Buena Vida

En otras actuaciones hubo menos unanimidad. Mientras para algunos Sleater Kinney ofrecían un concierto recio y eléctrico, otros echaban de menos sus primeros tiempos y les sobraba su acercamiento a Led Zeppelin. Lo mismo sucedió con Dinosaur Jr: su ensordecedora y bruta actuación no dejó indiferente a nadie, aunque se les puede tachar de predecibles. Yeah Yeah Yeahs se mostraron viscerales en el escenario, aunque no es fácil sobreponerse a su vertiente visual y moderna. Por su parte, tanto Stereolab como Violent Femmes respondieron a lo que se esperaba de ellos, pero sin conseguir deslumbrar, y Yo La Tengo mezclaron su tensión habitual con canciones más pop pertenecientes a su próximo disco a publicar en septiembre (que, para quien lo ha oído ya, no es de los mejores del grupo), lo que les hizo perder la pegada a la que nos tienen acostumbrados.

Por extraño que parezca, un Lou Reed más joven de lo habitual, sin gafas, enfundado en un chándal y camiseta pop, con dos bajistas y otro músico mucho más joven que arropaba sus canciones con extraños sonidos al teclado, cedía una parte del protagonismo de su bis a su maestro de artes marciales. Aunque saludó en un par de ocasiones al público, se presentó con un concierto esquivo, arriesgado, sin concesiones a nadie y poco amigo del camino fácil. En las primeras filas se escuchaban silbidos y había deserciones hacia otros lugares, pero él no cedía lo más mínimo y parecía encantado.

 

 

Sleater Kinney / Babyshambles

Lo de Babyshambles ya no se sabe bien dónde encajarlo. En su caótico concierto se manifestó la misma anarquía expresiva que en su primer álbum y en la vida diaria de su líder -tal y como documentan profusamente todos los medios-, con continuas paradas y Pete Doherty persiguiendo al vuelo las melodías, como si se tratase de un novato guiando un caballo desbocado. Con decir que compareció ya se puede uno dar por satisfecho, aunque a punto estuvo de no presentarse tras ser retenido en el aeropuerto después de que el comandante del vuelo que lo traía a Barcelona informara a la policía que, tras la larga visita de Doherty a los servicios, la tripulación se había encontrado una jeringuilla con sangre. Si se trataba de metadona o no quedará a la interpretación de cada uno, aunque su mirada perdida no dejara mucho lugar a dudas.

Tal vez las mayores decepciones, además de la segunda cancelación en dos años de Television Personalities -¿le darán una tercera oportunidad?-, llegaron con Mick Harvey, de nulo carisma y flojas canciones, y con Big Star, que acabaron con parte del mito del power-pop en una actuación sin alma, en la que no lució ni su versión de The Kinks..

 

 

ESG / Drive By Truckers

Lo de I’m From Barcelona -que a la primera canción contagiaban su optimismo, a la segunda aún se les seguía el chiste, pero a la tercera ya se descubría que faltaba la chicha-, se les disculpa más. Al fin y al cabo ellos, autores del himno oficioso del Festival “We’re From Barcelona” y canción indie del verano, son un grupo recién nacido, que tomaron su nombre de una frase que repetía el camarero Manuel en la serie Hotel Fawlty, con pocas actuaciones a sus espaldas y que han conseguido, gracias a esa feliz coincidencia, venirse los 29 integrantes a pasar un fin de semana de ensueño a Barcelona. Parecen un grupo numeroso de estudiantes de ERASMUS convertidos en los Viva la Gente alternativos. Al menos se lo pasaron en grande, cantando hasta en la entrada del Festival si alguien se lo pedía.

Además del excelente nivel artístico, lo que deja claro esta edición del Primavera Sound es que nos encontramos ante un festival maduro. Primero, porque la edad media de los asistentes rondaba los 30 años, a diferencia de otros eventos similares. Y, segundo, porque a pesar de no contar con nombres de primera fila que atraigan a la gente -manteniendo la independencia y la coherencia del cartel, su calidad y el riesgo, incluso en sus pequeñas provocaciones-, de haber subido el precio y de haber disminuido el número de actuaciones, el Festival ha congregado a 40.000 personas, las mismas que el año pasado, lo que significa claramente que está completamente asentado.

 

The Drones / Mogwai

 

Texto y fotos: Xavier Valiño

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