MATTHEW E WHITE

Matthew E. White, canciones de fe y devoción

 

 

 

 

 

Fue una de las grandes sorpresas de 2013, surgido prácticamente de la nada. Pero tenía unos largos antecedentes en la música: la aventura de Matthew Edgar White había cuajado en Richmond, Virginia, un lugar del que también provienen Missy Elliot, Pharrell, D’Angelo o GWAR. Lejos de las grandes ciudades, White empezó a elaborar un sonido que está enraizado en una frase que comentó en su momento: “La música norteamericana de 1910 a 1980 es algo muy grande para mí”.

 

Creció en una familia cristiana: su hermanastro es pastor y su hermano, un escritor y profesor cristiano, mientras que sus padres dirigen misiones en distintos países. De ahí que vivieran años en Filipinas y Japón, difundiendo la palabra evangélica. De vuelta a los EE.UU., White publicó un libro sobre piragüismo en Maryland y Delaware, coescrito con su pa

dre, mientras estudiaba en el Instituto.

 

En la Iglesia de su ciudad natal, Virginia Beach, conoció a Rob Ulsh, dueño de los estudios Master Sound Studios. A los 14 años ya trabajaba para él en lo que hiciera falta, después de pasarle una primera maqueta. Tras el salto a la Universidad de Richmond, formó la banda de folk-rock The Great White Jenkins con su amigo Andy C Jenkins, pasando a ser parte de una generación de músicos con la energía y capacidad suficiente como para revitalizar una escena local moribunda. Grabó con el grupo de jazz Fight the Big Bull y montó el sello y estudio Spacebomb, pero fue su disco debut en solitario, Big Inner, el que le dio a conocer en medio mundo.

 

El año pasado le dio continuidad con un EP, Outer Face, y este mes llega por fin a España en su primera gira por aquí, que pasa por Ourense (Café Pop Torgal, 8 de abril) y Madrid (Teatro Lara, 9 de abril), ambos dentro del ciclo Son Estrella Galicia, además de Badalona (Teatre Zorrilla, 10 abril,  Blues i Ritmes).


Uno de tus conciertos en España (Ourense) será en acústico y los otros dos con banda. También has tocado con un grupo de 30 personas. ¿Cómo vives estos recitales tan distintos?

– A lo largo de los años he aprendido a valorar más la importancia de las canciones. Cuando hago un concierto en solitario me concentro más en la canción, en conectar con ella, con su letra y con el público. Con un grupo de rock se disfruta de otro modo, con el foco más en la energía y la profundidad que proporcionan los músicos, como mi concierto del Primavera Sound, uno de mis favoritos de los que he dado nunca, con una atmósfera y un público increíbles. Y con una banda de 30 componentes se trata de algo muy distinto: hay que reparar en muchas cosas aunque, al mismo tiempo, es increíble poder hacer un concierto así. Solo lo hemos hecho una vez y no creo que nadie más se atreva a costear algo así.


Big Inner fue lanzado hace casi dos años, y las canciones fueron escritas hace cuatro años. ¿Cómo las ves ahora? ¿Las sientes lejanas?

– Es una pregunta complicada. El proceso ha sido un tanto especial, porque cuando el disco se publicó internacionalmente en 2013 ya hacía dos años que había compuesto esos temas. Pero me gustan las canciones y tocarlas en vivo. Así que, aun sintiéndolas lejanas, no me he cansado de ellas, las aprecio de una forma u otra y las respeto porque son las que me han dado la oportunidad de salir y darlas a conocer por el mundo.


Hace dos años estabas enseñando a niños a tocar la guitarra mientras grababas unas canciones. Las editaste y, de repente, llegaron más allá de Richmond. ¿Cómo lo has vivido?

– Me sorprendió la reacción, pero sobre todo me sorprendió haber grabado un disco tan bueno. Me sentí muy orgulloso del trabajo, aunque nunca sabes la respuesta que va a tener. Lo cierto es que las cosas han cambiado totalmente para mí. Era un posible paso lógico si quieres tener una carrera, pero ha sucedido y es muy excitante poder hacer esto a tiempo completo e intentar que sea algo especial.


Es curioso, porque ya habías grabado con dos bandas. Entiendo que Fight the Big Bull no tuviera éxito tratándose de un proyecto más jazz y experimental, pero The Great White Jenkins (especialmente el disco Where Is Thy Sting, 2005) no era muy distinto y en él se pueden rastrear los cimientos del sonido de tu disco en solitario.

– Cierto. Hay algunos elementos que pueden influir, como el sello que los distribuya. Domino relanzó Big Inner y así pudo llegar a más gente. Mis grabaciones anteriores son también parte de ese proceso, y lo mejor de todo es que los grabé con gente que forma parte de mi círculo de amigos y colaboradores. Buena parte de ellos siguen conmigo, en mi sello discográfico y en mi banda, así que hay que valorar todo lo sucedido también por ello.


Es curioso, porque tu álbum de debut fue en cierta medida concebido como un escaparate para dar a conocer tu sello y vuestra forma de trabajar. Supongo que te tomarías el éxito como una reivindicación.

– Sí, con el disco se trataba de dar a conocer nuestra comunidad y nuestro trabajo, así que se puede decir que ha cumplido su objetivo plenamente. Lo hicimos así porque creíamos en ello, y eso ya es un éxito en sí mismo. El respaldo posterior también nos ha venido bien. Eso nos ha dado la posibilidad de seguir adelante editando discos con nuestro método de trabajo, como el de Howard Ivans que hemos publicado recientemente, y el de Grandma Sparrow, que será el siguiente.

 

Ese éxito fue el que te forzó a dar un paso adelante y asumir el liderazgo bajo tu nombre. Aquel proyecto de raíz más colectiva te tiene ahora como cabeza visible.

– No puedo decir que sea una sorpresa rotunda desde el momento que le puse mi nombre al disco ni tampoco que no estuviera preparado para ello. Simplemente algo que era bastante local se ha convertido en mucho más global. Nuestra forma de funcionar sigue siendo la misma pero con mucha mayor repercusión. Somos ocho los que llevamos el sello, así que si me voy yo no sucede nada. Eso sí, lo que me ha pasado nos beneficia a todos, ya que conseguimos que haya interés por el sello, buena distribución y la posibilidad de grabar en condiciones decentes.


El EP Outer Face se publicó en 2013. Estableciste una serie de restricciones, como que no hubiera guitarras, piano o instrumentos de viento. ¿Te lo planteaste como un reto? ¿Fue una reacción al sonido más ampuloso de Big Inner?

            – Domino me preguntó si tendría algo nuevo para editar y yo estaba trabajando en esas cinco canciones que quería grabar y publicar porque las anteriores eran de 2011, así que de nuevo fue un acuerdo mutuo que benefició a todas las partes. No fue nada premeditado, por lo que estoy orgulloso de que saliera bien. Fue algo pragmático y útil para mí, ya que me abrió el camino para el próximo álbum. En ningún momento me han obligado a hacer algo que no quisiera. De alguna forma fue una reacción al LP, pero también se trataba de llevar a cabo unas ideas de producción que tenía, de economizar en el sonido y de centrarse en la melodía y en las voces, de probar algo nuevo, porque el sonido más grande que tenía Big Inner requiere mucho tiempo e investigación.

 

Has publicado recientemente “Ain’t that What Love Is?” en el Día de San Valentín, pero no es una nueva canción sino la cara B de tu primer single, así que supongo que no podemos decir es una buena muestra de cómo serán tus próximos temas.

– Tengo ya suficiente material para el nuevo disco, pero necesito sacar tiempo de algún lado este año para acabarlo. También hay que seleccionar y editar las mejores canciones que tenga. Necesito aprender de las canciones que ya he escrito, porque soy compositor desde hace poco tiempo, así que tengo que centrarme en perfeccionar esa habilidad.


Por tus canciones queda claro que tienes un amplio conocimiento de diferentes estilos y tradiciones musicales. Da la impresión que tu proceso creativo se asemeja al de un pintor planificando una pieza.

– Para mí se trata de algo muy orgánico, de escuchar aquello que me emociona, trabajar e intentar crear algo a partir de ello que sea mío, que se manifieste a través de algo nuevo, una voz propia. No hay secreto que no sea trabajar mucho.


Has dicho que buscas que tu música tenga un efecto duradero. ¿Cómo actúa ese objetivo en tu creatividad?

– Las cosas han ido realmente bien creativamente hablando en el último año. El reconocimiento empuja el ciclo creativo. Estoy dando conciertos y voy componiendo al mismo tiempo, así que supongo que ese efecto, como he podido comprobar, puede llegar por sí mismo. Se trata de utilizar los recursos y las habilidades que tienes para hacer algo que sea lo mejor posible, como una escultura o pintura, incluso aunque sea una canción pop inmediata como “My Girl” concebida para ser un éxito en las listas. Si lo intentas poniendo lo mejor de ti, puede que perdure contando con un poco de suerte.

 

Big Inner acababa con la coda de cinco minutos en la que se repite “Jesucristo es nuestro Señor / Jesucristo, él es tu amigo”, tomada, por cierto, de “Brother” de Jorge Ben. Hay más referencias cristianas en el disco. Parece que no te importa exponerlo en tus letras y, sin embargo, en un país supuestamente católico como España nadie se atreve a cantar sobre ello.

– Es muy interesante la pregunta. Siempre he intentado dejar claro que no me veo exactamente como una persona cristiana, sino que la espiritualidad forma parte de mi vida de una forma u otra y que cualquier acercamiento a esa parte de tu personalidad es un camino. No me importa que eso aparezca en mis canciones. No puedo evitarlo porque es algo con lo que crecí, así que escribo desde mi experiencia. El primer disco era el resumen de mis experiencias en la vida, así que acabó apareciendo por ahí de forma clara. Como artista, debes comprender que es posible hablar de ello, como si se tratase de un diálogo cultural o personal. Para mí es algo natural.


Choca porque no es algo habitual en un artista de rock.

– El problema llega cuando la parte hermosa y única de la fe cristiana acaba siendo absorbida por la agenda política. Para mí ese ambiente cristiano que conozco ha sido positivo y puedo apreciarlo, aunque también distingo su parte malsana. En mi caso puedo llegar a dos mundos distantes de compatriotas: el mundo del rock’n’roll, con alguna de la gente más liberal del planeta, y cristianos del sur, económica y políticamente conservadores. Hay un punto de conexión: ambos coinciden en que tienen un montón de amor en sus corazones y el deseo de que las cosas mejoren.

 

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