GRAMPODER

Grampoder: rock portátil, hardcore comeflores

 

The Homens entró en standby cuando su batería, Xocas, se marchó a la emigración, como tanta gente a finales de 2011. Ensayar era prácticamente imposible, así que apenas han hecho algún concierto puntual. Según ellos, “la separación es temporal; llevamos mucho tiempo tocando juntos, así que cuando los astros se vuelvan a alinear, regresaremos, porque la parada fue obligada por cosas exteriores, no porque nos hubiésemos cansado”.

 

Mientras tanto, Martiño y Roi estuvieron unos meses sin tocar juntos: Roi tocando con Mato Grosso y Martiño haciendo poca cosa. Pero como son animales de costumbres, al poco tiempo ya tenían otra vez el picor de hacer música. Lo más fácil era juntarse e intentar hacerlo todo entre los dos, algo más contenido en cuanto a formato, aprendiendo a tocar varios cacharrillos que suplen a lo que sería una banda completa. Las canciones empezaron a surgir con bastante facilidad y, cuando consiguieron juntar las suficientes para hacer un disco, se metieron en el estudio y grabaron Golf Whiskey. Martiño nos presenta el debut de Grampoder. 


Supongo que Grampoder también nace producto de la necesidad, de la situación actual de los conciertos en directo y de pasar a ser dos en el grupo, ¿no?

– Sí, el formato nos obliga por una parte a experimentar con otras formas de hacer canciones, cambiando instrumentos, buscando sonidos nuevos… Y, por otra, nos permite tocar en casi cualquier sitio. A veces decimos que somos un grupo modular, porque dependiendo de dónde toquemos podemos adaptar el repertorio, ir con un teclista, tocar totalmente desenchufados… Cada vez es más difícil tocar en una sala con una banda de zurra sin tener que adelantar un pastizal o sin arruinarse, y este formato nos permite adaptarnos muy bien a festivales, salones de casas particulares, restaurantes o palleiras.


¿Cambian las referencias musicales?

– Bueno, un poco sí. Está claro que cuando haces canciones para que las toquen dos personas, escuchas más música de estas características. En los últimos tiempos hemos escuchado mucho a Gruff Rhys, Michel Cloup, The Shins, música brasileña, folk psicodélico de los sesenta y los setenta, Aries, el último de PJ Harvey… Pero bueno, también eran cosas que oíamos antes.

Muy buenas las etiquetas que habéis elegido: rock portátil, pop campestre, folk psicodélico, hardcore comeflores… Supongo que es mejor dar el trabajo hecho a periodistas vagos que esperar a que os cataloguen.

– Es un poco eso y también un poco reírnos del sectarismo que hay en ciertos sectores de la escena rocanrolera, por ejemplo con lo del hardcore comeflores. Puede que ahora mismo no estemos tocando a toda hostia y a un volumen brutal, pero para mí todo lo que hacemos es hardcore: consciente, autogestionado, orgulloso, con mensaje y entretenido. Sin embargo, supongo que para algunos nos hemos convertido en comeflores, un calificativo que nos han dedicado alguna vez y que, por cierto, ¡nos encanta!

A la hora de componer, no sé cómo ayuda la experiencia. ¿Puede llegar a ser un obstáculo? ¿Hay veces en las que os gustaría olvidaros de lo aprendido y hacer las cosas de forma sencilla? ¿Es precisamente eso Grampoder?

– Ayuda en la medida en que Roi y yo llevamos mucho tiempo haciendo canciones juntos y nos salen casi telepáticamente. Con Grampoder hemos querido hacer las cosas más naturales y más inmediatas y, al mismo tiempo, no cortarnos a la hora de echar mano de músicas que nos gustan y que hasta ahora no habíamos tocado por miedo a cagarla o por un poco de vergüenza, como la bossa, el folk psicodélico, la canción tradicional, las bases electrónicas… Cuanto más viejos, más desvergonzados nos volvemos.


Parece que con el tiempo vais puliendo el estilo, llegando cada vez más a la esencia de las canciones, a lo mínimamente necesario. ¿Lo veis así?

– Es que al final en esto que hacemos es lo que cuenta. Como queremos poder adaptar el formato a las circunstancias, las canciones tienen que funcionar con lo mínimo. La mayor parte de ellas las hacemos sólo con voces, guitarra acústica y un medio kit de batería, y supongo que eso ayuda a que nos quedemos con lo esencial…


¿Cuál diríais que ha sido el mayor reto de este debut?

– ¡Pagarlo! Hemos grabado en un estudio increíble, A Ponte, que ha abierto en Santiago nuestro amigo Tomás Ageitos, y aunque hace unos precios buenísimos, nuestras cuentas corrientes están bastante vacías… En lo musical, el reto era darle a cada canción el ambiente que necesitaba, y eso creo que lo hemos conseguido gracias a Tomás y a los arreglos electrónicos que nos ha hecho Marcos Paino (Das Kapital) en algunos temas.

 

Muy bueno todo el concepto gráfico del disco. ¿Quién es el responsable -Logoferoz-? ¿Le disteis alguna instrucción?

– El tema gráfico es cosa de Roi, que es un diseñador estupendo y que ha hecho todos los discos de The Homens y muchos otros de grupos de por aquí. Además, contamos con las fotografías de AigiBoga, un gran fotógrafo de la escena hip hop de Santiago (¡sectarismo cero, ya ves!)


¿Significa algo la posición de las banderas en los retratos?

– Sí, estamos haciendo una G y una W, las iniciales de Golf Whiskey, que también son las dos banderas de colores que aparecen en el interior del disco. En los dos casos es una señal en el código naval internacional para indicar algo así como «hombre al agua, envíen refuerzos para rescatarlo», que creo que resume un poco el sentimiento de la mayor parte de las canciones del disco.

Las letras hablan claramente, aunque con retranca y bien elaboradas, del estado de la sociedad actual. ¿Estáis muy cabreados por el tema?

– ¡Gracias! Las letras son un poco de derrota, que es lo que sentimos mucha gente de nuestra generación. Nos dijeron que íbamos a vivir una vida fantástica, a viajar por todo el mundo, a conocer a gente interesantísima y a ser los reyes del mambo, y ahora nos encontramos con treinta y pico años, viviendo como becarios perpetuos y rezando para que no nos echen del curro o se nos acabe el paro, los que aún lo tenemos (curro o paro). Ya con The Homens le dábamos mucho a las letras políticas, pero ahora es imposible no hacerlo. El atraco que estamos sufriendo, esa doctrina de shock de libro que nos están aplicando, es tan evidente y tan descarado que cualquiera no se cabrea.


¿Cantarlas es una especie de exorcismo?

– Hasta cierto punto, sí. Siempre es bueno echar los sapos fuera y que, aunque te jodan, por lo menos se enteren de que te estás dando cuenta.


¿Cuál creéis que debe ser el papel del músico ante esta realidad?

– No sé, más que de músicos yo hablaría de personas, independientemente de lo que hagan de su vida. Hay gente, muchísima, con ganas de por lo menos patalear por todo esto, como es nuestro caso; luego hay otra que prefiere escaparse de la realidad, y también está muy bien y es muy necesario; luego hay unos pocos a los que les va de cine; y finalmente hay muchos que no se enteran o no se quieren enterar de que esto es un plan sistematizado para convertirnos otra vez en mano de obra barata y en borregos acojonados. Yo ya no sé cuál es la mejor postura… Y con los músicos pasa lo mismo.


¿Qué conlleva formar parte de una banda de rock? ¿Unos principios, una ideología, el gusto por la música…?

– Que te guste mucho la música, que te guste hacer tus propias canciones y compartirlas, y también que tengas un punto exhibicionista que te lleve a ponerte delante de la gente a contar tus cosas y a exponerte sin que nadie te obligue… Yo digo muchas veces que hacemos esto como quien juega al futbito, para olvidarte del trabajo (o de que no lo tienes) y oxigenarte un poco, pero no es verdad, es algo más. Los que seguimos en la brecha después de tanto tiempo ya no tenemos remedio. Se ve que las decepciones que te llevas, que son muchas, se compensan con lo mágico que es hacer tus canciones y que de vez en cuando a alguien le importen.


¿Os ha sido fácil encontrar discográfica? Parece que siempre encontráis quién os edite discos, incluso en este momento tan difícil.

– En este caso editamos a través de Discos da Máquina, que es un sello cooperativo del que formamos parte junto con otros grupos como Das Kapital, Ataque Escampe y A Magnifique Band dos Homes sen Medo. Cada grupo pone la pasta para su disco, para el estudio, la imprenta y todo lo demás, así que en ese sentido es una autoedición. Lo bueno de Discos da Máquina es que entre los grupos nos ayudamos en la distribución (tenemos puntos de venta en toda Galicia y vendemos también por correo a través de www.discosdamaquina.com), en la logística y en todas esas cosas extramusicales.


Vosotros que ya tenéis una experiencia detrás, ¿cómo habéis visto la evolución de la escena musical gallega en los últimos años?

– Te voy a citar a un amigo mío, Fran P. Lorenzo, hablando de nuestro país: él dice que Galicia es como esas cosas que hay en el supermercado, que se venden tan baratas que al final se quedan en la estantería porque parecen sospechosas. En Galicia seguimos alejados de los, digamos, centros de decisión de la cosa musical, salvo en temas como el folk, que tampoco está en su mejor momento. Aquí hay mucha música muy buena que no llega fuera, pero que, seamos realistas, tampoco se escucha dentro. En los últimos veinte años sufrimos el fenómeno de las orquestas (para los de fuera, las pachangas de las fiestas patronales en Galicia son espectáculos multitudinarios, súper producidos, carísimos y aún más vomitivos). Las orquestas han fagocitado todo lo que eran los festivales que se hacían en pueblos y, de paso, el gusto de los chavales por el rock o la música que no sea un puto refrito. Ahora se hace un «festival de la juventud» o algo así y no se llama a los chavales del pueblo para que enseñen sus canciones, se llama a la maldita Panorama o a la París de Noia para que toquen «El baile del perrito» y se forren. Aun así hay grupazos: Projecto Mourente, Curtinaitis,  Samesugas, Telephones Rouges, Niño y Pistola, cualquiera de nuestros compañeros de sello, Caxade, The Brosas, Ulträqäns, gente que hace cosas muy variadas y muy interesantes.


No parece que hayáis tenido mucha suerte en cuanto a ser llamados para festivales. Si es así, ¿por qué creéis que sucede esto?

– Mucho festival no hemos pisado, no… Supongo que tiene que ver con que nunca hemos tenido a  nadie moviéndonos los conciertos en esos ambientes, por eso de que siempre hemos sido muy de autogestión. Estar fuera de esos círculos de los que te hablaba, cantar en idiomas raros, tomar pocos cubatas en según qué bares… tampoco juega a nuestro favor. Bueno, a favor de nuestro hígado sí.


Por último, ¿cuál ha sido la mejor anécdota de estos años en el mundo de la música?

– Con Grampoder llevamos poco más de un año funcionando, pero ya nos ha dado para alguna muy buena. Lo primero que grabamos fue un videoclip en el chiringuito de Lires, una playa espectacular de la Costa da Morte, en plena puesta de sol. El amigo que rodaba se puso a grabar y, justo en ese momento, entró en plano una chica guapísima que le lanzó un beso a la cámara; se puede ver en Youtube. Meses después, leyendo una revista o algo así, Roi se dio cuenta de que la chica es una actriz famosa de la tele…

 

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