FIONA APPLE

Fiona Apple, esperando un escenario

 

Las chicas son guerreras, sí. En los últimos tiempos surgen tantas en el mundo del pop que es casi imposible seguirlas. Algunas, tales como Sophie Zelmani, Stina Nordestam o Lisa Loeb optan por los sonidos más aterciopelados, no exentos de riesgo. Fiona Apple va en esta línea y es tal la fiebre en los sellos discográficos por encontrar otra Alanis Morissette que aún no ha tenido tiempo de actuar en directo. Y eso es algo que la tiene preocupada.

 

«Lo que yo siento por la música, cualquier canción, cualquier estilo, es que no existe lo bueno y lo malo, sólo lo verdadero y lo falso. Si la música y las letras se conciben con honestidad y si la producción es fiel al mensaje de la canción, entonces lo que se expresa es arte, cualquiera que sea la opinión de otros acerca de ello. Nadie puede negar una expresión honesta. Así que todo resulta mucho más sencillo si simplemente dices la verdad».

 

Palabras sabias. Palabras perspicaces. Pronunciadas como si se tratase de un venerable veterano del rock que lo ha visto todo y ha conservado su integridad a toda costa. Salvo que no es así. Quien habla con tal seguridad es Fiona Apple, una  artista nueva. Alguien que todavía no ha actuado en público y que no tiene más que 18 años. Aunque, una vez que se escucha Tidal, su disco de debut, ya no se puede dudar que esas palabras provienen de una sabiduría que transciende la edad, una sabiduría que surge directamente del corazón.

 

Tidal contiene 10 temas atemporales que desafían a las categorías habituales. Las letras tienen más de una deuda con la poetisa Maya Angelou. Aunque Fiona Apple es ante todo una compositora de canciones, su piano y su voz oscura e inquietante son los perfectos vehículos para su música. «No es que creyese que tuviera una voz bonita, pero me considero más bien una compositora. Toco el piano desde los ocho años y siempre he escrito canciones que cantaba yo misma, porque no tendría sentido que otra persona lo hiciera».

En su caso, las reglas tradicionales, como empezar en pequeñas salas y hacerse con un pequeño grupo de fieles seguidores, son irrelevantes. No es que las rechazase o se negase a seguirlas; simplemente no surgieron. «Esto es algo que creo que siempre he deseado hacer pero que nunca dije en voz alta. No pude hacerme a la idea yo misma, porque admitirlo significaba exponerme a la posibilidad de que tal vez no ocurriese, y esta idea me era insoportable. No quería moverme antes de saber con seguridad que estaba en lo cierto. Y no estuve segura hasta hace un año».

 

Entonces fue cuando decidió que las puertas estaban abiertas para ella. «No es que esto sea exactamente mi destino, pero yo hice que lo fuese. Es imposible imaginar la vida sin hacer lo que quieres hacer». Así que Fiona, hija de una familia artística -su padre es actor y su madre cantante y bailarina- se fue a Los Ángeles para estar con su padre, terminar sus estudios y grabar una maqueta.

 

«Mi meta era hacer un montón de cintas y enviarlas por todo el país, pero al final acabé ahorrándome los gastos de envío. Volví a Nueva York por Navidades y una de las cintas acabó en manos de una amiga que casualmente hacía de canguro para un ejecutivo de la industria discográfica. Un amigo de éste, Andrew Slater, productor y mánager, la escuchó y, desde entonces, hemos estado trabajando juntos».

 

En ese momento, no obstante, Fiona no tenía suficiente material de calidad para llenar todo un álbum. «Las canciones no me salen a raudales, así que me obligué a escribir. Hice dos canciones a la semana, y no sé cómo lo conseguí, porque cada vez que compongo un tema pienso que jamás podré volver a escribir otro».

 

Una vez satisfecha con las canciones, entró en el estudio. «No se escribió ninguna partitura para los músicos, lo que dio lugar a la espontaneidad del disco -de hecho, algunas de las canciones son maravillas grabadas en una sola toma- y a cierta tendencia a la improvisación final en la parte final de las canciones. Nosotros simplemente tocamos», afirma con naturalidad.

 

Tras la publicación del disco, Fiona tiene por delante todo un reto: actuar en directo. «Sé que esto va a cambiar mi vida… Estoy deseando hacerlo. Creo que todo este sudor, sangre y lágrimas han sido para esto», dice con una sonrisa inquieta. «Estaré nerviosa pero, ¿qué otra cosa puedo hacer? No me voy a volver atrás».

 

Es cierto que caben varias interpretaciones de sus letras pero, sobre todo, se desprende que la vida es la suma de las experiencias de uno, dolorosas y de júbilo, positivas y negativas. «Mi álbum se llama Tidal (Marea), debido en parte a que todo esto me ha golpeado como un maremoto, pero también debido a que ‘marea’ se refiere al flujo y al reflujo, y eso es la vida, en realidad». Para Fiona Apple, la marea le favorece y no hay que desperdiciar el momento.

Xavier Valiño

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