FANS OBSESIVOS

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2005


Fans obsesivos: todo por la fama

Mark Chapman

Tal y como están las cosas, parece que uno no es famoso hasta que no se encuentra a alguien merodeando en su cocina. Le llaman erotomania o el síndrome de Clerambaut, que se define como “un desorden paranoico que hace creer a alguien erróneamente que otra persona, generalmente de un nivel social o laboral más alto, está enamorado de ella.”

No hay más que escuchar la razón que alegaba el seguidor de Madonna, Robert Dewey Hoskins, quien, además de enviarle cartas y llamarla a todas horas para decirle que la quería, entró tres veces en su casa y amenazó con cortarle la garganta “de oreja a oreja” si no lo dejaban estar con su esposa. En el último intento, un guardia de seguridad le disparó. “¡Ella lo empezó todo!,” fue su explicación. Ya en prisión escribió en su celda cuál era su principal ocupación: “EL ACOSADOR DE MADONNA”.

Muchos lo han sufrido y nadie quisiera pasar por ello. Éste es el resumen de alguno de los casos más conocidos de fans realmente obsesionados -y desquiciados- con sus ídolos.

Evidentemente, el más famoso de todos estos fans desquiciados es Mark David Chapman, el asesino de John Lennon, quien, identificado con el protagonista de El guardián entre el centeno y convencido de que Lennon era un vendido, cruzó los Estados Unidos para matarlo en las puertas de su apartamento de Nueva York, no sin antes pedirle un autógrafo. Más adelante reconoció: “Yo era el Sr. Nadie antes de matar a la persona más famosa del Planeta.”

George Harrison estuvo a punto de ser el segundo Beatle asesinado. A finales de diciembre de 1999, un hombre llamado Michael Abram se coló en su casa por la noche y la emprendió a cuchilladas con él y su mujer. La contundente y rápida respuesta de ambos le salvó de una muerte segura. Curiosamente, una semana antes, una australiana llamada Cristin Joyce Keleher, que decía que Harrison era su amante, había sido descubierta en su cocina tomándose tranquilamente una pizza.

No se trata de un fenómeno reciente. ¿Quién no recuerda las imágenes de los Beatles perseguidos por miles de fans enloquecidas? The Monkees lo vivieron también: a finales de los 60 estuvieron retenidos en un hotel de Londres por temor a los fans que los esperaban fuera.

Bob Dylan tuvo varios seguidores de los que van más allá de lo razonable. El más famoso fue Alan Jules Weberman, un estudiante que creó el Frente de Liberación de Dylan con el delirante objetivo de “liberarlo de sí mismo”. Empezó a merodear alrededor de su casa en Nueva York y acabó inspeccionando su basura. En una ocasión se llevó una bolsa con pañales de sus bebés, un borrador de una carta a Johnny Cash y letras desechadas para un futuro disco. No se le ocurrió nada mejor que publicar un libro en el que interpretaba a Bob Dylan a través de la lectura en clave de su basura.

Uno de los casos más curiosos es el de una mujer que cavó un agujero a las puertas de la casa de Cliff Richard en Surrey y vivió allí durante tres años. Otra mujer, ciega en este caso, llamada Kathy Darnell, persiguió a Elton John durante años hasta que la persona que la llevaba en coche a todos lados para seguirle dijo que ya estaba harto: era su marido y acabó pidiendo el divorcio, harto de esta obsesión.

Por su parte, a una tal Ruth Marie Torres le dio por acosar a Adam Ant. Empezó dándole comida a sus perros en la que metía cuchillas de afeitar y, después, entró en su casa para decirle que le había estado vigilando mucho tiempo. No era suficiente: le comentó a uno de sus amigos que le advirtiera de que, o se casaba con ella, o iba a castrarlo. Adam Ant no pudo soportar la persecución y empezó a perder su salud mental, hasta el punto de que acabó acudiendo a un centro médico con una gran cantidad de dinero implorándoles que lo admitieran o, si no, se suicidaría.

Björk ha pasado por esta experiencia en, al menos, dos ocasiones. El primero, Ricardo López, no puedo aguantar que la islandesa saliera con Goldie y se suicidó mientras lo filmaba todo; en la misma cinta la policía encontró la explicación de cómo había preparado una bomba que le acababa de enviar por correo. Por suerte, un empleado de Correos la descubrió a tiempo. “Soy el ángel de la muerte para ella,” aseguraba en el video. El segundo, después de enviarle mensajes amenazantes durante meses, entró por la fuerza en la casa de su madre.

Björk

Olivia Newton-John también los ha tenido a pares, al menos los más peligrosos. Al primero, el granjero Ralph Nau, ya le había dado por acosar a Cher o Sheena Easton, antes de decantarse por la protagonista de Grease. Para empezar, se marchó a Australia a verla y allí, tal y como se descubrió después, asesinó a una persona. Después, en uno de sus conciertos subió al escenario para llegar hasta ella, aunque fue cogido a tiempo y expulsado del recinto; acto seguido, mató a su hermano menor. El segundo, Michael Perry, fue expulsado de California después de perseguirla durante meses, obsesionado con que la cantante era la responsable de los cadáveres que creía estaban en su casa. Al volver a su hogar en Louisiana, mató a sus padres, dos primos y un sobrino.

Kim Wilde sufrió el acoso durante seis años de un hombre que se hacía llamar Drácula y al que ya conocían bastante bien Cher, Sheena Easton y Olivia Newton-John -¡vaya casualidad!-. Otro que estuvo cerca de un fatal accidente fue el cantante de country Billy Ray Cyrus, al que una seguidora le tiró gasolina por todo el cuerpo e intentó prenderle fuego, aunque la policía consiguió reducirla en el último segundo. A Norman Cook lo perseguía una señora de 65 años que aseguraba ser el auténtico Fatboy Slim.

Cuanto más fama, más posibilidad de verse hostigado. En la mansión de Michael Jackson se coló hasta ocho veces un mujer llamada Levon Muhammed antes de ser detenida. En la última llegó hasta la cocina, se preparó un bocadillo y declaró, mientras la detenían, que era su mujer y la madre de sus cuatro niños.

Janet Jackson también tuvo su corte de acosadores. Consiguió una orden de alejamiento de un tal Ronald Benjamin Singleton, que se hacía llamar el “próximo Presidente de América” y obtuvo sendas condenas a prisión para Frank Paul Jones (que le enviaba cartas amenazadoras) y para Jay Thomas Myers (quien había escrito al Presidente Clinton reconociendo que Jackson era su captura). Pero el más decidido fue Eric Leon Christian, quien, después de haber sido condenado por contactar con la hermana de Michael unas 90 veces amenazándola, llegó a demandarla por haber arruinado su reputación y haber acabado con cualquier oportunidad de tener una carrera como músico.

Whitney Houston también consiguió la orden de alojamiento para Desiree Weeks, una mujer que pensaba que Houston era su madre reencarnada, y la que enviaba cartas y regalos como pasteles de cuatro pisos, ropa interior, pijamas para su marido y almohadas para la que decía era su hermana -la hija de Houston, Bobbi-.

Bono, de U2, también vivió similares amenazas. Un irlandés llamado Patrick Harrison le perseguía pidiendo recompensa económica por más de 100 canciones que, según él, le había proporcionado a la banda, incluyendo la totalidad de The Joshua Tree. En 1989 el tal Harrison manifestó en una entrevista que “la mayoría se las envié en dos cartas largas en 1986, aunque las últimas once se las di a él personalmente en una bolsa de plástico en Arizona.” Como no había obtenido respuesta, concluía que sólo había una solución: “Si cojo un arma y lo mato, entonces voy a llamar la atención de todo el mundo.”

También las dos cantantes de ABBA han tenido sus problemas con fans que han ido más allá. Agnetha denunció a un admirador con el que había tenido una amistad muy estrecha cuando éste empezó a acosarla al negarse a aceptar el fin de la relación. Mientras, Anni-Fri decidió demandar al más perseverante de sus fans, Lennart Kanter, cuando abrió una web con el nombre ella y en la que hacía pública su obsesión.

Como no podía ser menos, Courtney Love también sufrió la persecución de la ex-mujer de uno de sus novios, Jim Barber, hasta el punto de denunciarla por “contratar a detectives privados para espiarme, acosarme con llamadas sucias y amenazas e intentar matarme con su Volvo.” Parece ser que logró esquivar el coche en el último minuto y sólo la hirió en un pie, aunque, según Love, perdió un papel protagonista en una película y tuvo que cancelar una gira.

A otros los medios de llamar la atención les salen más originales. Simon Le Bon, de Duran Duran, se encontró un buen día con una carta de casi in kilómetro escrita en papel de váter por una de sus seguidoras-acosadoras, una estudiante llamada Kay Pashley. Paul Young tuvo que soportar los más de cien mil “por favor” que una tal Jane Waddington le envió por carta durante seis meses en 1988 -algo similar a lo que le había sucedido al actor Michael J. Fox al que una mujer llamada Tian Ledbetter le envió 6000 cartas durante un año acompañándolas de cajas con restos de ratas para expresar su enfado por haberse casado-.

Brian Molko, de Placebo, también tuvo que aguantar continuas llamadas de un fan que le dejaba mensajes en su contestador en los que le decía: “Entraré en tu cuarto, cortaré tu pene, me lo meteré en la boca y lo comeré con mis pequeños dientes.” No se lo tomó tan mal, porque la banda incluyó el mensaje al final del corte oculto que seguía a "Burger Queen" de su disco Without You I'm Nothing.

Tanya Donelly optó por la acción directa cuando aquel fan que la perseguía le envió una nota en un concierto en San Diego en la que le decía: “Soy tu marido. No te preocupes. Todo va a ir bien porque voy a cuidar de ti”. La respuesta fue clara: “Tengo tu dirección y pagaré a alguien para que te haga daño. Ni se te ocurra pensar que no lo haré.” Nunca lo volvió a ver.

Otros ven fantasmas donde no los hay, aunque en ese caso lo normal es que sea el artista quien sufre la paranoia. Marvin Gaye pasó gran parte de los 80 convencido de que un asesino le seguía de gira, por lo que se acompañaba de gente que se le parecía para que aparecieran en público y despistaran al asesino. Como veía sombras continuamente en su jardín, instaló un equipo de protección de alta tecnología y dispuso varias armas en su habitación. Curiosamente, el asesino le era más que conocido y dormía en la habitación de al lado: su padre lo asesinó después de una discusión familiar en 1984.

Xavier Valiño

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