ESCENAS OLVIDADAS. LA HISTORIA ORAL DE GOLPES BAJOS

Resumen del libro “Escenas olvidadas. La historia oral de Golpes Bajos”

 

 

Quienes descubrieron a Golpes Bajos en 1983, con sus primeras maquetas, su primer mini-elepé o alguno de sus conciertos, probablemente se sorprendieron al encontrase con tres músicos que sabían tocar, elevando el nivel respecto a buena parte de sus contemporáneos. Puede que cuando llegaron a Madrid como grupo por primera vez en 1983 se considerasen a sí mismos como un grupo provinciano, pero como músicos tenían bastante experiencia detrás, llegando a tocar en Bulgaria y con incursiones muy frecuentes en Portugal.

 

Golpes Bajos no nació de la nada. Hay que mencionar a Siniestro Total, por supuesto, y antes de ellos a Coco y los del 1500, el primer grupo de Germán Coppini que fue, junto a los propios Siniestro Total –conocidos en sus inicios como Mari Cruz Soriano y Los Que Afinan Su Piano–, el primer grupo punk de Vigo, probablemente de Galicia, y de los primeros de España tras Kaka de Luxe.

 

Pero sin el galpón de la casa familiar de los Cardalda y los proyectos que allí se cocieron, puede que Golpes Bajos no hubiera existido o, de haberlo hecho, seguramente hubiese sido algo distinto. Allí nació Estanfil, la primera de esas aventuras, en este caso de Teo Cardalda, al tiempo que Pablo Novoa montaba Serpe, con ayuda de Los Salesianos y la Asociación de Padres del centro. Por su parte, Luis García daba sus primeros pasos como bajista en Stereo S.A., antes de forjarse como músico tocando con una orquesta veraniega. Más tarde, Teo y Pablo coincidirían ya en Druida y Trenvigo, en este caso junto a un veterano cantautor gallego, Bibiano, que buscaba rejuvenecer su repertorio y acercarse a un sonido más progresivo.

 

No hay una fecha exacta de la primera vez que Teo Cardalda y Germán Coppini se reunieron en la casa del primero con la intención de hacer una versión del “I can’t explain” de The Who, de la que saldría “Malos tiempos para la lírica”–según Pablo Novoa, más bien tuvo que ser “No mires a los ojos de la gente” –. No obstante, casi podemos asegurar que fue en septiembre de 1982, dado que en la última semana del mes de agosto Trenvigo aún seguía funcionando –quien esto escribe tuve oportunidad de verlos entonces, probablemente en su último concierto– y que en octubre ya habían grabado su primera maqueta. Por aquel entonces, Germán Coppini seguía en Siniestro Total,  permaneciendo con ellos unos meses más al tiempo que lo compaginaba con los primeros pasos de su nuevo proyecto.

 

Es aquella maqueta la que el padre de Teo envía al concurso de nuevos grupos de la revista Rock Espezial, después de comprar un buen montón de cajas de pastelitos necesarias para poder votar. Antes de saberse ganadores de ese concurso se producen casi todos los elementos que acabarían por dar forma al grupo: dan su primer concierto, suman a Pablo Novoa y Luis García a la formación, Mario Pacheco de Nuevos Medios acude raudo a Vigo para ficharlos tras escuchar sus canciones en la radio y Germán entrega una copia de su maqueta al responsable de la oficina de contratación de los grandes del pop-rock español de entonces, quien los contrata directamente.

 

 

Llega, poco después, su primer mini-elepé (Golpes Bajos, Nuevos Medios, 1983), grabado en un fin de semana, con unas ventas disparadas en muy poco tiempo, su aparición estelar en el programa de televisión La edad de oro y una demanda que se dispara para ver al grupo en directo en todas las partes del país. En menos de un año, Golpes Bajos son el grupo más deseado.

 

Tras la euforia inicial que acompaña al nacimiento del grupo, tras el éxito de su primer mini-elepé, Golpes Bajos se mete a grabar su primer disco, un álbum en el que se puede escuchar en su tema titular la rotunda frase que encabeza este párrafo. Y lo hacen apuntando a varias direcciones, todas englobadas bajo una portada y una estética que busca un lazo de unión entre el punk y lo tradicional, recordando las historias y leyendas de una Galicia que no es la tierra natal de su ideólogo, Germán Coppini, pero a quien le apetece reivindicarlo de esa forma.

 

A Santa Compaña es ese disco, puede que espoleado por la morriña y compuesto una vez que el grupo se le puede encontrar ya habitualmente de gira por toda España y que el 50% de sus miembros están ya casi asentados en Madrid. Dentro de sus 31 escasos minutos hay tiempo para recuperar canciones de su primera maqueta (“Fiesta de los maniquíes”), para devolver a la vida a éxitos de la canción melódica italiana (“Come prima”), para abrazar sonoridades melancólicas (“Cena recalentada”, “Escenas olvidadas”) o para aventurarse con ritmos más latinos (“Colecciono moscas”, “La reclusa”) que no distan mucho de lo que los gallegos mamaban en la emigración y luego querían escuchar cuando regresaban al hogar del que en su día habían partido.

 

Por ahí, como ellos mismos señalan, se puede ver el influjo de Chic, Japan, The Cure o Aztec Camera, entre otros, además de atisbarse también la de aquellos discos de salsa que Mario Pacheco les iba mostrando, junto a referencias, por extraño que parezca, a Alfred Hitchcock, entre otros. Pero, sobre todo, en su primer y único larga duración consiguen como nunca esa combinación perfecta de textos tristes y ritmos –en buena parte– bailables. Nadie dio tanto en tan breve tiempo.

 

Devocionario sería el título del último disco con los cuatro componentes en su formación. Y “Santos de devocionario” una de sus canciones, por si alguien albergaba alguna duda.  Aquí Golpes Bajos es otro grupo, sin dejar de ser el mismo. Aquí hay otras intenciones, sin hacerlas tan evidentes. Es el tercer disco en tres años, pero ahora hablamos de un trabajo con un concepto: un santoral laico. Para darle forma, Golpes Bajos compone algo así como un musical, que tiene incluso su correspondiente obertura. El resultado muestra claramente una evolución, una intención de componer y grabar lo que les motiva en ese momento, proponiendo canciones cargadas de mitos, santos, vírgenes, leyendas y otras imágenes que cobran entidad propia en un atinado tono sepia que ya no se repetirá.

 

 

La aventura tiene sus costes: es este un trabajo de Germán y Teo, que a Luis le suena más alejado de lo que le gustaría haber hecho, aunque reconoce su entidad, y que a Pablo le cuesta un tiempo llegar a asimilar, aunque luego acaba por hacerlo suyo. Incluso entre sus dos responsables surgen los primeros roces importantes, y no hay más que repasar la letra o pararse en la portada del single “Desconocido” para comprender quién tira los primeros dardos y en qué dirección apuntan.

 

El grupo duró tres años escasos. Durante ese tiempo hicieron tres discos y recorrieron el país con sus actuaciones, llegando a tener el caché más elevado del momento. Estaban con Nuevos Medios pero tenían a otras compañías detrás. Aparecieron en La edad de oro pero no fue la única vez que los vieron millones de espectadores. Vivieron muchas historias en la carretera que solo ellos conocen. Dejaron algunas claves para que entendiésemos su posición política, su opinión de la ciudad en la que empezaron o de la que los acogió, pero nunca fueron totalmente explícitos.

 

Tenían una imagen que parecía ir evolucionando y que puede que reflejase la progresión de su música. Se encontraron con que los medios no sabían muy bien cómo catalogarlos. Recibieron premios y pudieron dar el salto al extranjero pero acabaron abruptamente. Fueron 36 meses que dieron bastante más que 20 canciones, con claves que probablemente se nos escaparon entonces.

 

Por ejemplo, su regreso en 1998. “Que Dios reparta culpas”. Así acaba una de las críticas, tal vez la única que se puede encontrar hoy disponible en la red (firmada por Raúl Alonso, en La Fonoteca) sobre lo que fue la vuelta de Golpes Bajos –aunque únicamente de Germán Coppini y Teo Cardalda– en 1998 con su álbum Vivo, trece años después de la separación el grupo nunca confirmada.

 

Los motivos de ese disco parecen haber sido un tanto distintos para los dos responsables de una resurrección que, además de abrir una herida mantenida durante muchos años con los dos componentes de la banda no invitados a esa reunión (Pablo Novoa y Luis García), tampoco acabó bien entre ellos por desavenencias precisamente surgidas por la forma de plantearlo. El disco, en el que retomaban buena parte de sus canciones del pasado añadiéndoles nuevas letras, así como cuatro temas nuevos, no encontró buena acogida en los medios y, sobre todo, entre una parte amplia del público, que no entendía la razón por lo que se habían modificado unos textos que eran parte de su formación sentimental.

 

Vivo se grabó con el respaldo de Nuevos Medios y contó con la filmación en vídeo de Juanma Bajo Ulloa, el director que mejor había funcionado en la taquilla española el año anterior gracias a la película Airbag. Y, a pesar de todo el respaldo, tanto Germán como Teo fueron conscientes muy pronto de que su vuelta no estaba teniendo la acogida esperada. No tuvo continuidad y la mayoría tienden obviar este capítulo en la historia del grupo, como si no hubiera existido.

 

Según Germán Coppini, aunque nunca llegó a dar nombres, el final de Golpes Bajos se debió a los mánagers, las discográficas, terceras personas… Seguramente lo que quería señalar es que el entorno de cada uno de ellos, en especial el de Germán y Teo, como principales compositores del grupo que eran, les estaba diciendo, una y otra vez, que su éxito demostraba que podían iniciar sus respectivas carreras en solitario y que no necesitaban contar con el otro. Cuando empezaron las fricciones, evitaron el conflicto no haciéndoles caso, y la suerte fue dispar para cada uno de ellos a partir de ese momento con distintos proyectos personales que ya configuran otra historia.

 

 

 

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