ELI PAPERBOY REED

Eli ‘Paperboy’ Reed, si quieres el amor de un hombre…

 

 

“Ha sido un viaje desenfrenado, de eso no hay duda”, admite Eli ‘Paperboy’ Reed, si se echa la vista atrás al asombroso viaje que llevó a aquel chico con potente voz soul de aspecto aniñado aunque extraordinariamente maduro, desde una banda de instituto de Boston hasta un garito del Mississippi Delta, de dar conciertos en las mañanas de los domingos tras un órgano en una pequeña iglesia de la zona sur de Chicago a ser cabeza de cartel en los clubs más modernos en Brooklyn con su banda, y ahora, a editar su nuevo álbum con una multinacional. Este jueves 28 estará en el Playa Club de A Coruña. 

 

En este estreno, Come and Get It, Reed demuestra ser algo así como la vida y el alma de una sudorosa alegre fiesta bailonga en la que todo el mundo se ve atraído hacia la pista de baile. Como intérprete, aborda cada canción con nada menos que convicción absoluta; resulta tan auténticamente valiente como insinuantemente sexy, incorporando el toque del rhythm & blues, del blues y soul clásicos. Sus admiradores han vinculado a Reed con algunos de los grandes como Otis Redding y Wilson Pickett; el periódico Boston Herald le denominó “La respuesta de Boston a Sam Cooke”. No obstante, él no trata simplemente de recrear un sonido; Reed canaliza sus influencias e inspiraciones para hacer algo propio.

 

 

“Para mí”, declara Reed, “se trata de escribir canciones pop. La música soul fue la mejor música pop del siglo XX y su influencia tiene mucho alcance. Cuando cojo una guitarra para escribir una canción, la influencia de la música que más me gusta sale a relucir invariablemente. Personalmente, esa música la he interiorizado completamente. No trato de poner nada; esto es lo que sale, esto es lo que pasa, no puedo cantar ni componer de otra manera”.

 

 

“Trato de escribir a partir de frases a las que creo que la gente responderá”, explica Reed. “Los giros y expresiones son muy importantes para mí”, un punto que se ilustra muy bien en su canción “Name Calling” (“Poner Motes”). “En ese sentido me inspiró mucho Sam Cooke y aprendí mucho también de la música country. Ser capaz de crear una imagen mental para alguien con solo una línea es muy, muy importante. Sam Cooke habla de escribir a partir de conversaciones, historias personales, pequeños giros idiomáticos y frases para captar tu atención y enganchar y ser pegadizo. Ése es mi modus operandi para escribir canciones”.

 

 

La mayor parte del material en Come And Get It, comenta el propio Reed, “está escrito en casa, cuando estaba medio jugando con la guitarra acústica”. El título del álbum surgió rápidamente cuando el guitarrista de Reed, Ryan Spraker, que coescribió varios temas, soñó esa pequeña frase, “If You Want The Love of A Man, Come and Get It” (“Si quieres el amor de un hombre, ve y cógelo”). Pero, explica Reed, “llevó algo de tiempo porque queríamos transmitir el sentimiento correctamente sin sonar cursi”.

 

 

En cuanto a las temáticas -descubrir, buscar y mantener el amor- Reed asegura: “Me gusta escribir canciones de amor porque son fáciles para que la gente  se identifique y principalmente es lo que tiendo a entender y esos son el tipo de sentimientos que me salen. Algunas de mis canciones vienen de experiencias personales, algunas están cambiadas, son sólo ideas que me surgen; así es como trabaja la mayor parte de compositores”.

 

 

El tema que abre el disco, “Young Girl”, es un homenaje al poco conocido cantante soul de Boston Frank Lynch, que falleció trágicamente justo cuando su carrera empezaba a despegar con la publicación de esta canción. Así compone Reed: vuelve a la fuente de su propia inspiración, descubriendo cantantes veteranos sin contrato y trayéndolos con él como puede. Este pasado verano Reed ayudó a organizar el Brooklyn Soul Festival, incluyendo en el cartel a leyendas del soul poco conocidas como Barbara Lynn, Roscoe Robinson y Otis Clay, en el barrio al que ahora llama hogar.

 

 

 

Mientras estaba haciendo Come and Get It, comenta Reed, “escuchaba mucha música soul de finales de los sesenta y principios de los setenta de Chicago, en particular Mel y Tim y Tyrone Davis. Son todos discos producidos magnífica y profusamente, muchos vientos, muchas cuerdas, pero es también muy duro, ya quela sección rítmica es siempre muy funky. Yo iba buscando ese tipo de toque y ambiente. Ése era el plan”.

 

 

Incluso de muy joven, Reed ya demostraba un buen gusto inusualmente sofisticado, explorando la colección de discos de sus padres desde el momento en que aprendió a utilizar el tocadiscos. Reed se embebió del primer rock & roll (Chuck Berry, Buddy Holly, The Coasters) antes de pasarse a los éxitos del día de las emisoras de country. “El primer disco que me compré fue un single de Travis Tritt & Marty Stuart, “The Whiskey Ain’t Workin’” Todavía sigo opinando que es muy bueno.

 

 

Luego se enamoró de  Howlin’ Wolf y del blues. No obstante, el momento definitorio en la educación musical juvenil de Reed llegó cuando su padre compró una caja de Atlantic en casete de Ray Charles: “Aquella fue mi introducción a la música soul, realmente cambió mi vida. Durante unas vacaciones de verano, cuando íbamos en el coche, escuchábamos aquellas tres cintas una y otra vez”.

 

 

Además de pasarle el gusanillo por coleccionar discos, su padre también le dio una armónica, el primer instrumento que Reed aprendió a tocar. En el instituto, se juntaba en el salón de actos con estudiantes tan apasionados por la música como él. “La mayoría de ellos eran mejores músicos que yo; por aquella época yo no era muy bueno a la guitarra. También tocaba el saxo tenor,  aunque tampoco era bueno con ese instrumento”. Pero albergaba un don como cantante energético, de gran potencia. En una asamblea con motivo del Día de Martin Luther King, interpretó “A Change Is Gonna Come” (“Va a llegar un cambio”). Según él mismo recuerda, “Todo el mundo flipó, recibí una gran ovación”.

 

 

A partir de ahí, su camino hacia una carrera profesional fue construyéndose sobre giros y sorpresas inesperadas dignas de un guión de película. Su amor por la música (y una serie de asombrosas coincidencias) le llevaron a Clarksdale, Mississippi. Tras graduarse en el instituto a los 18 años, Reed frecuentaba garitos y salas de conciertos y tocaba blues cinco noches por semana. Encontró a sus mentores entre los artistas veteranos que tocaban en esos locales, como Terry ‘Big T’ Williams, Sam Carr o Wesley “Junebug” Jefferson, y perfeccionó sus habilidades como artista en ciernes en un entorno fértil pero implacable.

 

 

Cuando no estaba ‘afinado’ durante un concierto, los colegas músicos y espectadores le decían en términos inequívocos que tendría que dejar el escenario. Pero el chaval con cara de niño de Boston tenía agallas para atreverse. “Fue duro. Nunca había estado alejado de mi casa hasta entonces. Aprendí mucho sobre hacerse mayor y madurar”.

 

 

Regresó al norte con nuevas habilidades adquiridas, y con un nuevo apodo: Paperboy (Chico de los periódicos): “Solía llevar una gorra, la gorra de mi abuelo, una gorra de chico de los periódicos, aunque ya la he jubilado. Cuando estaba en Clarksdale, todos los músicos tenían un apodo. Me pusieron uno y ya se quedó conmigo”.

 

 

Reed llegó a ser aceptado en la Universidad de Chicago pero, una vez más, le tiraba más la música que los libros, y empezó a dirigir un respetado programa en la radio universitaria de música soul sureña y a explorar el sureste de la ciudad de Chicago en busca de discos. Dada su fascinación por las figuras menos conocidas pero muy influyentes del soul, acabó dando con una antigua artista del sello Chess Records llamada Mitty Collier, que había sido conocida por “I Had a Talk With My Man Last Night” y que había dejado de cantar soul para pasarse al sacerdocio. Además de hacerse amiga de Reed, le contrató para tocar teclados y cantar en sus servicios dominicales, pagándole una pequeña remuneración que él invertía en ampliar su colección de discos.

 

 

Regresó a Boston tras finalizar el curso escolar, determinado a montar su propia banda. Durante un tiempo trabajó en la floristería de la madre de uno de sus colegas de grupo; además de repartir arreglos florales,  utilizaba la furgoneta para transportar el material de la banda. Durante su estancia en Boston, Reed sacó dos álbumes que tuvieron muy buena aceptación. El primero, Sings Walkin’ and Talkin’ and Other Smash Hits!, se editó de forma independiente, y el siguiente, Roll With You, fue ya un éxito.

 

 

“Se dice que cada uno se busca su propia suerte”, concluye Reed. “Yo sin duda pongo especial hincapié en buscar a algunos de los artistas que me han inspirado, pero algunas de las cosas que me han sucedido hasta ahora han sido sencillamente asombrosas, y me considero increíblemente afortunado de que hayan ocurrido”.

 

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