DAYNA KURTZ

Dayna Kurtz, postales de una vida en la carretera

 

“Sé cómo encajar toda clase de ofertas despiadadas…”

 

Si alguien nos pidiese que citásemos un artista que abarcase en su obra buena parte de lo mejor de la música norteamericana del siglo pasado, no lo deberíamos dudar ni un segundo: Dayna Kurtz. Y eso que estamos hablando de una mujer que, hasta ahora, sólo tenía publicados dos discos de forma oficial, Postcards From Downtown, del 2002, y Beautiful Yesterday, del 2004, compuesto mayoritariamente de versiones.

¿Cómo es posible? Algunos dirían que Postcards From Downtown fue su primer álbum, aunque, si se indaga un poco más, podríamos discutirlo. Hay seguidores que guardan celosamente alguna grabación en directo; otras se pueden encontrar en páginas de subastas de Internet. Parece ser que existen, también, diversas casetes de sesiones registradas con distintos músicos y productores como Bob Power (D’Angelo, Me’shell N’degeOcello, Erykah Badu) o Craig Street (Cassandra Wilson, Joe Henry, k d Lang). Además, en la propia web de la cantante hay a la venta una grabación de un recital titulado Otherwise Luscious Life.

 

Todo esto quiere decir que Dayna Kurtz no es una recién llegada. Es más, lleva más de quince años dando conciertos y siguiendo la estela de los músicos de antes de que apareciera el registro sonoro: dar a conocer sus canciones en directo exponiéndolas al contacto con el público. La edición de discos ha sido, hasta ahora, secundario, ni tan siquiera una meta.

 

Esta mujer, que se define a sí misma como un ‘animal de carretera’, pasó la última década del siglo XX conociendo las pequeñas salas de conciertos de su país y sus ciudades, recorriéndolo en coches de segunda mano y enfrentándose a audiencias ruidosas que no sabían quién era, pero a las que conseguía acallar desde la primera canción. Ha hecho giras sola y, también, abriendo para otros artistas como Chris Whitley, Richie Havens, B.B. King o Ladysmith Black Mambazo.

 

Ya en 1997, sus compañeros, alertados por lo que se avecinaba, la eligieron mejor compositora del año, y la compañía Bug Music (Johnny Cash, Ryan Adams, Buddy Guy, Los Lobos, Wilco) se hizo con los derechos de edición de sus canciones, aunque ella prefirió seguir con sus recitales o retirada en el molino de seda en el que vivía y encontraba inspiración, al norte del Estado de New Jersey.

 

Si representa tan bien la música del último siglo, es porque su voz tiene el calor y el compás de las viejas divas del jazz, como Billie Holiday, Betty Carter o Nina Simone, del blues, como Bessie Smith, o del soul, como Aretha Franklin. A ello se le debe añadir el efecto dramático que sólo Tom Waits o Marianne Faithfull poseen, la belleza de los textos de Suzanne Vega, el ingenio poético de Leonard Cohen, la intensidad de Jeff Buckley y Van Morrison, ecos de Patti Smith, Laura Nyro, Joni Mitchell…

 

En Postcards From Downtown, el álbum que la presentaba en sociedad, desplegaba todo su arsenal. Desde el estribillo lleno de rabia de “Miss Liberty” al emocionante blues de “Last Good Taste”, del contagioso vals “Fred Astaire” a la balada country “Just Like Jack”, Dayna Kurtz utilizaba un amplio registro vocal y una efectiva guitarra para mostrarse en todo su esplendor.  

 

Hasta ese momento, Dayna Kurtz podía haber sido el secreto mejor guardado de la música americana, pero con Postcards From Downtown el secreto se revelaba en toda su magnitud a todo aquel que quisiera descubrirlo. Lo que situaba a Postcards From Downtown en una liga diferente era que, como las mejores novelas negras americanas, podía olerse, saborearse y sentirse.

 

Estaba impregnado de peligro, sexo voraz y personajes desquiciados que protagonizaban cada una de sus postales dando vida a un paisaje de confusión doloroso. La tensión que se apoderaba de la atmósfera desde que sonaba el violonchelo de la canción que lo abría, “Fred Astaire”, nunca decaía. Los protagonistas de sus canciones se mostraban desesperados, buscando alguien o algo a lo que agarrarse, aunque la mayor parte del tiempo sólo conseguían asirse al fino aire. Algunas veces incluso acababan ahogándose con sus botas puestas, como en “Somebody Leave A Light On”.

           

Por suerte, una vez descubierta, ya no había vuelta atrás. En el DVD que se editó a continuación, titulado Postcards From Ámsterdam, se recogía íntegra la actuación que el 5 de junio de 2003 había protagonizado en la Sala Paradiso de Ámsterdam. En el recital, grabado por técnicos holandeses -conviene recordar que, hasta el momento, ése es el país en el que mejor respuesta encuentra-, se acompañaba de sus habituales, por aquel entonces, Dave Richards al bajo y Randy Crafton a la batería, junto al músico holandés Roel Spanjers tocando teclado y acordeón. 

 

En su segundo disco oficial, Beautiful Yesterday, del 2004, Dayna Kurtz acudía tanto a las canciones compuestas por ella, emocionantes de nuevo, como a las versiones de gente tan distinta como Leonard Cohen, Prince o Billie Holiday. En todas, tanto las que mejor salían paradas del envite como aquellas que le quedaban más lejanas, sorprendía, y eso es algo de lo que pocos artistas pueden presumir. Por lo tanto, parecía mantenerse viva la llama de contar con amigos, conocidos y autores de verdad, lejos de los oropeles, y seguir siendo el secreto más estimulante de la música norteamericana actual, sólo al alcance de quien va más allá, llama que se mantiene en el recién editado Another Black Feather.

 

Para empezar, diría que el aspecto cinematográfico de tu música es más evidente que nunca en Another Black Feather. ¿Te lo parece a ti también? 

– Bueno, yo creo que la mayor parte de mi música es cinematográfica, en el sentido de que intento ver las canciones como una película cuando las escribo. De todas formas, tengo que reconocer que me gusta cuando alguien me dice que ha experimentado algo así.

 

En este caso concreto, me vino a la cabeza en más de una ocasión Ry Cooder. ¿Qué opinas de él? ¿Te gustaría trabajar con él?

– Muchas gracias por la comparación. Creo que él tiene una de las carreras musicales más envidiables de la historia. Y, sí, ¡claro que me gustaría trabajar con él!

 

Recuerdo que, después de casarte, dijiste que no estabas segura cómo iban a ser tus siguientes discos. Al final, parece que tu forma de componer no ha sufrido por ello. No obstante, ¿te enfrentas a la composición de forma diferente?

– Tengo que esforzarme mucho más para encontrar el tiempo y la soledad necesarias para componer. Cuando vivía sola, al llegar de una gira, la vida se paraba de repente después de tanto movimiento, y tenía mucho tiempo para estar sola; también me deprimía un poco y sentía más la soledad, porque me gustaba mucho estar en la carretera. Ahora, cuando llego a casa, después de haber echado de menos un montón a mi marido y a mi hogar por haber estado fuera tanto tiempo, me siento feliz y exhausta al llegar, y siempre hay alguien esperándome. La vida diaria con un amante mata ese vacío, ese mirar por la ventana, ese tiempo de ensoñación que un escritor necesita. Así que, al final, debo alejarme y dejar esa comodidad durante un tiempo para componer.

 

¿Eres consciente del poder emocional de tu voz cuando cantas y de que puede llegarle muy adentro a la gente?

– Gracias. No hay forma de contestar esa pregunta sin parecer un tanto egoísta, pero sí, me doy cuenta de que la gente se emociona con mi voz. Ha sido así desde que empecé a cantar, así que es algo que me daba ánimos. Incluso cuando no ganaba nada de dinero, el hecho de que parte de mi audiencia parecía visiblemente emocionada cuando cantaba era lo que me hacía creer que estaba haciendo lo que debía hacer en mi vida.

 

Parece que disfrutas más cantando que tocando la guitarra.

– Me gustan ambos, aunque supongo que tengo que pensar algo menos en cantar.

 

¿Qué había en el disco en directo Otherwise Luscious Life de 1997? No llegó a editarse en España.

– No. Se trata de una edición en los USA, disponible en mi página web en una edición limitada: cuando lo agotemos, quedará descatalogado. Tiene algunas canciones que acabaron formando parte de mis discos en estudio y otros temas más viejos que he regrabado con mi banda para una próxima edición de material antiguo y versiones que se llamará Re-treads And Hand Me Downs.

 

También vendías casetes en tus conciertos antes de editar tu primer disco, como Footprints, de 1995, y Dayna B Kurtz, de 1990. ¿Cómo eran aquellas grabaciones? 

– Las hacíamos muy rápidamente. En bastantes ocasiones he estado cerca de firmar contratos en mi país y, al final, siempre salía algo mal, así que necesitaba algo para vender en los conciertos que no fuese muy caro hacer.

 

¿Tocas alguna vez esas canciones? ¿Son similares a las que conocimos después?

– A veces las recupero en directo, sí. Algunas de aquellas canciones podrían considerarse parte de los estilos que más tarde desarrollé un poco más.

 

¿Qué fue lo que sacaste en claro al hacer giras sin descanso durante aquellos diez años, antes de editar tu primer disco?

– Pues conseguí sentirme cómoda con la vida en la carretera y una facilidad para viajar y dar conciertos en circunstancias muy diversas.

 

¿Cuál fue el momento clave en el que decidiste que te encontrabas lo suficientemente satisfecha con tu labor como compositora como para publicar un disco?

– Hubo como un par de instantes en los que supongo que me di cuenta de que podía hacerlo. Lo supe cuando escribí determinadas canciones de las que nunca me he sentido avergonzada; puede que me haya sentido cansada de tocarlas en directo, pero nunca avergonzada.  

 

¿Era “Somebody Leave A Light On” de tu primer disco un homenaje a Jeff Buckley? ¿Qué viste en él?

– La primera parte de esa canción estaba dedicada a él, sí. Estaba de gira, en un tour deprimente y malo, abriendo para un tipo amargado, un hombre miserable cuyos mejores días como músico habían quedado ya muy atrás, y él lo sabía. En ese momento descubrí que Jeff Buckley acababa de morir, y él era uno de los pocos de los que, en esos días, realmente esperaba con ansiedad sus nuevos discos. Jeff era un artista brillante, y murió joven, mientras que este otro tipo todavía seguía tocando a pesar de saber que era un miserable y que ya no tenía talento. Por aquel entonces me preguntaba si valía la pena.

 

¿Qué fue lo que aprendiste al hacer un disco casi enteramente de versiones en Beautiful Yesterday?

– Siempre he aprendido un montón al hacer versiones: te hace comprender al autor mucho más porque tienes que deconstruir sus canciones para reconstruirlas a continuación. Es casi como escribirlas tú mismo, siempre que tu reto sea hacerlas algo propio.

 

¿Quedaste contenta con el concierto que fue editado como DVD, Postcards From Amsterdam?

– Sí, aunque mi pelo aquel día realmente me puso de los nervios y no tuve tiempo para arreglarlo. ¡Me cabrea que haya quedado ahí así para siempre!

 

¿Crees que no poder encuadrarte fácilmente en un solo estilo es lo que hace que mucha gente no llegue a tu música?

– Más en América que aquí. Allí la radio y la prensa están muy separados por géneros, así que el hecho de que no pertenezca a ningún sitio ha hecho que me sea más difícil promocionarme.

 

Al mismo tiempo, supongo que eso es lo que hace que tu música sea tan interesante. ¿Te sorprendes de ver adónde te llevan tus canciones cuando estás escribiéndolas?

– A veces…

 

Parte de tu inspiración viene de la música norteamericana de antes del rock’n’roll, como los standards, los musicales de Broadway, el tin pan alley… En los últimos años han aparecido más artistas con esas influencias, como Rufus Wainwright, Richard Swift o Antony & The Johnsons. ¿Piensas que es algo que se había olvidado?  

– Creo que un buen montón de artistas rock pensaban que no era ‘cool’. Los chavales a los que les gustaban los musicales de Broadway o los standards del jazz en la escuela eran gays o las chicas que salían con los chicos gay; no precisamente muy rock and roll. Pero una gran parte de aquella música es muy brillante, y no voy a pedir disculpas o a intentar esconder que estoy influida por ella.

 

¿De dónde te viene ese interés?

– Es una parte importante de la historia de la música americana. Hunde sus raíces tanto en el teatro judío como en la música negra americana, dado que los compositores eran, principalmente, los hijos de los inmigrantes judíos que estaban profundamente influidos por el primer jazz y el swing.

 

¿Por qué crees que te resulta más difícil tener una mayor repercusión en tu propio país que en Europa?

– Los EEUU son un país grande y, cuando eres una artista de un sello independiente, sin la gran maquinaria de una multinacional detrás (con todas sus relaciones corporativas con las grandes revistas, la televisión, la radio, los periódicos, etc.), es difícil hacerse oír. Cada vez me va un poco mejor, disco a disco, pero es algo que crece muy lentamente, sobre todo gracias al boca a boca. No sé muy bien cuál es la razón por la que tengo más éxito en Europa. En cualquier caso, ya estoy más que agradecida por tener éxito en algún sitio.

 

Esa repercusión te trae mucho de gira a Europa y España…

– Me encanta hacer giras por Europa y, especialmente, por España. Sois un gran público, acogedores, abiertos y con ganas de pasároslo bien. Además, la comida es verdaderamente excelente, lo que es un gran punto a favor en mi caso.

 

¿Me puedes contar algo divertido o anecdótico que te haya pasado durante todo este tiempo en la carretera?

– Vi a Bob Dylan en ropa interior en un hotel de Miami. Estaba en el hall con sus perros. Tiene unas piernas muy delgadas. Seguro que no es la cosa más divertida que me ha pasado, pero siempre resulta una buena historia en las fiestas.

 

Por último, quería saber si todavía vives en un molino en New Jersey.

– Se trata de un molino de seda, pero no, ahora vivo en Brooklyn.

 

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