Caminando entre las tumbas

Caminando entre las tumbas (eOne)

Caminando entre las tumbas

Nunca fue un héroe de acción. Y ahora, cuando ya ha cumplido los 60, Liam Neeson se está desquitando. Cierto es que no lo hace repartiendo estopa a diestro y siniestro, ni en persecuciones interminables o subiendo a la torre más alta del mundo, sino que sus héroes son mucho más humanos y se detienen más en la resolución de los problemas (también sus propios conflictos) que en la pura acción.

Por eso Caminando entre las tumbas recuerda a los thrillers clásicos, donde primaban los diálogos y la investigación, pero guiándose también por una violencia desconcertante que puede evocar películas más recientes y sorprendentes llegadas del Lejano Oriente, con lo que no se queda en una mera recreación o regusto por lo añejo.

Su ambiente turbio es lo más conseguido, junto al propio Neeson, el antihéroe con una expresión en la que siempre está presente una pesada cara y el remordimiento, quien, por suerte, no está en la función para aplicar la recurrente Ley del Talión. Y, aunque los niños mueven aquí los hilos de la historia, no está claro si su joven colaborador negro era algo absolutamente necesario en la trama, aunque así lo quiso el autor del libro en el que se basa la película, Lawrence Block.

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