CALEXICO 2008

Calexico, la vida en la frontera

 

"Vals ahogado"

Los hijos descarriados han acabado devorando a su padre. Al menos, superándolo en repercusión. Ellos, Joey Burns y John Convertino, que encontraron en su día un hogar nómada con el que recorrer parte del mundo -Giant Sand, al mando de Howe Gelb- han visto como un proyecto casero -Calexico- creado en un parón de la banda que los dio a conocer tiene, hoy, mayor reconocimiento. ¿Y qué es Calexico, además del nombre de una ciudad fronteriza y el choque de dos palabras como California y México que ya indican bastante sobre sus intenciones?

 

“Telefoneando con una voz olvidada

(que llega como olas rodando hasta la costa)

Arrastrándose a través de puertos ilegales

(elevándose desde las profundidades que caen de la lengua)

Barcos surcando desafinados

(no puedo parar las olas que llegan como un fantasma)”

 

Están los tópicos. “La banda sonora perfecta para un viaje por carretera en verano en un viejo coche a través del Valle de la Muerte. Calexico, texturas musicales cocinadas en un horno en el que se mezclan instrumentos y estilos, entre los que se incluyen trompetas mariachis, el pedal steel del country, la percusión del jazz latino y un órgano de Carnaval, por citar sólo unos pocos, con elementos del vals alemán o italiano, del fado portugués, del tango argentino, del dub jamaicano o del post-rock de Chicago. Sus canciones se mueven a la velocidad de la siesta, serpenteando y desapareciendo al azar, sin llegar a sobrecalentarse”.

 

Con estos antecedentes, no sorprende que Calexico pueda llegar a un público heterogéneo, que va de los seguidores del rock clásico o el indie hasta aquellos que prefieren las músicas del mundo. Y, tampoco, que tengan más resonancia en Europa, con un público más receptivo a su abierta propuesta; para comprender en parte esta mayor respuesta en el viejo continente, no hay más que recordar que el actual Presidente de los EEUU no había salido una sola vez de su país antes de ser elegido y que sólo el 20% de los estadounidenses tienen pasaporte.

 

Está la historia. La que habla de Calexico, el grupo de Joey Burns (nacido en Montreal, en una familia con raíces alemanas e irlandesas que luego se trasladó a California) y John Convertino (nacido en Long Island, en una familia con raíces italianas que luego se mudó a Oklahoma). Convertino conoció a Howe Gelb en 1988, entrando a continuación en su banda, Giant Sand. Burns, por aquel entonces estudiante de música clásica y, también, parte del personal de la discográfica punk SST -The Minutemen era su grupo favorito-, se unió a ellos tres años más tarde, tocando el bajo acústico en su primera gira.

 

Cuando Gelb se mudó a Tucson en 1994, Arizona, los dos le siguieron. En un período de descanso del grupo, comenzaron a coleccionar instrumentos del Chicago Store de Tucson. Por aquel entonces formaron, junto a Bill Elm, The Friends Of Dean Martin (después reconvertidos en The Friends Of Dean Martinez), con la idea de hacer versiones de Santo & Johnny. A sus habituales instrumentos -bajo, guitarra y percusión- empezaron a añadirles cellos, acordeones o vibráfonos.

 

Bill Elm, descontento con las influencias latinas de sus dos compañeros, los expulsó del grupo, y durante un tiempo el dúo trabajó como músicos de sesión para Victoria Williams, Shannon Wright, Barbara Manning, Evan Dando, Juliana Hatfield, Richard Buckner, Michael Hurley, Bill Janovitz, Vic Chesnutt o Neko Case, además de formar el trío OP8 con Lisa Germano (para el disco Slush de 1997) y de convertirse en la mitad del cuarteto ABBC junto a los franceses Amor Belhom Duo (en el álbum Tete a tete de 2000).

 

Burns y Convertino siguieron experimentando con sus instrumentos en su estudio casero en 1996, editando su primer disco, Spoke (1996), en un sello alemán, al que siguieron The Black Light (1998), The Hot Rail (2000), Feast Of Wire (2003) y Garden Ruin (2006). A ellos hay que sumarles su colaboración con Iron & Wine, In The Reins (2005), la colección de rarezas Even My Sure Things Fall Trough (2001), el DVD en directo World Drifts In (Live At The Barbican) (2005) y diversos discos en directo que sólo se han podido conseguir en sus giras: Road Map (1999), Travelall (2000), Aerocalexico (2001), Scraping (2002), The Book & The Canal (2005) y Toolbox (2007).

 

Está la investigación. La que condicionó el sonido del grupo. La que Joey Burns siguió en su día sobre las relaciones entre la cultura alemana y estadounidense, con una atención especial hacia el autor alemán de principios del siglo XX Karl May, quien escribió numerosas historias sobre el Oeste y la vida en la frontera en los Estados Unidos, inventándose personajes y extrañas historias a partir de su imaginación o de lo que había oído sobre el país. Aquellas historias acabaron por influir a Sergio Leone y los spaghetti westerns que hizo con música de Ennio Morricone, quien por aquel entonces parece que tampoco había viajado a los Estados Unidos y que compuso a partir de lo que había escuchado de folk americano y de los mariachis mexicanos. Así que, al final, lo que resulta es un grupo americano influido por unos italianos que estaban interpretando una impresión alemana de la cultura norteamericana.

 

Y está, cómo no, Carried To Dust, su sexto disco, recién editado, “que mira más hacia dentro, más fracturado y abstracto”, según Joey Burns.  El álbum habla de un escritor de Los Ángeles en los días de la huelga de guionistas de Hollywood de hace unos meses, que encuentra un viejo mapa de carreteras con una ruta marcada que se decide a seguir dejándose llevar por la casualidad y disfrutando de esa espontaneidad.

 

“Nuestro protagonista inicia su camino hacia el Este, siguiendo la estela del viento caprichoso y seco de Santa Ana. Después de parar en el cruce de caminos del Valle de Yucca, compra un viejo mapa de carreteras con una ruta marcada con bolígrafo rojo. Esa ruta lo lleva a una tienda, y de esa tienda a una cadena de tiendas de pequeños pueblos, recopilando en su camino viejas copias de la revista Nacional Geographic. En sus anotaciones se hacen sitio historias de copos de nieve en Moscú, casas que se inclinan en Valparaíso, barrios abandonados en Nueva Orleáns y un lago artificial lleno de teléfonos móviles. Va encontrando su inspiración en viejos restaurantes de carretera, escuchando a cada camarera con la que se cruza y las noticias locales sobre cafés mal tostados. El descanso resulta ser instructivo. Cae rendido ante el nuevo espacio descubierto y se deja llevar por la chispa de la espontaneidad”.

 

Carried To Dust nace, también, como una respuesta a Garden Ruin. “John y yo preferíamos un enfoque más básico en esta ocasión, sumando cada músico a un miembro de la banda cada vez. Cada uno ponía en la mesa ideas creativas, pero hay una dirección y una estética clara que John y yo supervisamos a lo largo de todo el proceso. Creo que mantener a todo el grupo alrededor mientras hacíamos el trabajo de Garden Ruin derivó en que las cosas fueran más despacio. Pasamos muy buenos momentos haciéndolo, pero creo que en esta ocasión queríamos contar sólo con la formación original de nosotros dos, algo que permite construir esas pistas de ritmo abiertas y acabadas, pistas con las que luego se puede experimentar, con las que los miembros del grupo y los invitados pueden divertirse tocando por encima. Parece como si este disco hubiese tenido un inicio humilde, simplemente dos personas sentadas tocando algo de música. Definitivamente, importa más el individuo”.

 

Me gustaría que comentases algo más la historia que hay detrás de este disco, Carried To Dust, porque parece que llegasteis a un hilo conductor después de tener muchas historias.

– Muchas historias, sí. Lo cierto es que la mayoría de las veces la música llega primero. Al escuchar lo que habíamos grabado, me preguntaba si había un tema central como en alguno de nuestros discos anteriores como The Black Light, y lo relacioné con la huelga de guionistas que hubo en Hollywood hace poco. El personaje de la canción “Writer’s Minor Holiday” me pareció que podía ser el personaje central, apareciendo también en alguna otra canción del disco.

 

¿Está ese personaje de alguna forma presente en todas las canciones?

            – No aparece en todas las canciones, pero sí está por ahí si no pensamos en su presencia expresa. Creo que era interesante jugar con la idea de la huelga de los escritores y que este personaje siguiera adelante escribiendo a partir de su inspiración y viajando. Esa idea de componer y viajar nos parecía interesante. De hecho, es lo que nosotros hacemos.

 

 

En su conjunto, parece más un diario de viajes que un libro de ficción.

            – En esta ocasión hemos ido a lugares en los que no habíamos estado antes, como Moscú, en medio del invierno, con la imagen clásica de todo nevado. Todo eso inspira para componer de nuevo y con otros elementos. También estuvimos por primera vez en Sudamérica. Lo normal es que estemos un día y poco más en cada lugar, pero esta vez tuvimos días libres. Estuvimos en Buenos Aires, Santiago de Chile o Valparaíso. Sabía que si íbamos a lugares como éstos, nuestra perspectiva iba a cambiar. Ojalá podamos regresar a estos sitios y que nuestros discos se editen allí regularmente. También tengo curiosidad por saber cómo recibirán nuestra música después de haber estado allí.

 

Me gustaría que me contaseis algo acerca de “Man Made Lake”, que a mi entender es uno de los momentos más conseguidos. ¿Qué fue lo que lo inspiró y cómo encaja en el concepto global?

            – Es una de las canciones más antiguas que tenemos. La letra es de 2001 y la música es más reposada. Tiene mucho que ver con los Estados del Oeste. Si los ves desde el avión, fuera de las ciudades más importantes sólo se ven espacios amplios, aunque la mano del hombre viene construyendo por todos los rincones, algo que ha sido muy claro hasta la reciente crisis de las hipotecas basura. El Gobierno americano, con su Presidente Bush a la cabeza, ha sido un desastre. No hay más que ver su respuesta ante el huracán Katrina, cómo nos ha metido en una guerra en Irak o la forma en la que administración americana intenta expandir la idea del terror con su propaganda y a través de todos los medios de comunicación. Nos hacen vivir aislados, en una burbuja que ha acabado por estallar. Y el efecto dominó afecta a todos; por ejemplo, sin ir más lejos, a los mercados europeos. Sin embargo, a cambio, tenemos la posibilidad de evadirnos en nuestros coches, de llegar a ese “lago hecho por los hombres”, lleno de teléfonos móviles en su fondo… Es curioso, porque es un texto antiguo que hoy se puede interpretar de muchas formas distintas. En la canción, el personaje descubre que no encaja en este mundo. Ya lo dice el texto: “Entonces me perderé por el contorno de este lago artificial y descenderé hacia la ciudad que no tiene sitio para mí”.

 

Garden Ruin fue un disco con una motivación más política, que coincidía con el punto álgido de la guerra de Irak. ¿Lo habéis dejado en esta ocasión porque pensáis que habrá un cambio en la política americana o porque pensáis que no es la forma apropiada para conseguir algo?

            – Puede que ahora lo hagamos de una forma más abstracta, no de un modo tan directo. De todos modos, Garden Ruin tenía canciones como “Bisbee Blue”, que no hablaban de política, sino de personas y lugares. No sé, es una pregunta complicada, porque con ese disco muchos de nuestros seguidores se sintieron decepcionados, aunque, al mismo tiempo, ganamos nuevos adeptos. En él cuestionábamos lo que se nos presentaba, porque es nuestra responsabilidad como comunicadores, ya que los medios de comunicación se colocan siempre al servicio del poder, sin contar la verdad sobre temas como la guerra o la inmigración. Es curioso, porque mi opinión es que en todos nuestros discos siempre hemos reflejado lo que hacemos a un nivel más poético y personal, a un nivel personal y no colectivo; siempre hemos contemplado aquella parte de la sociedad de la que no se habla, de los menos afortunados o de la naturaleza olvidada, que puede que tenga que ver con que hemos vivido en sitios como Alaska o Arizona. Supongo que haber viajado tanto también ha influido en los temas que aparecen en nuestras canciones, lo suficiente como para tener una perspectiva más completa y poder ver más claramente el signo de los tiempos.

 

En este caso contáis con un montón de colaboradores. Sé que os gusta que a un disco con el grupo le siga otro con un montón de gente ajena a la banda. ¿Se escribieron las canciones pensando en quién las cantaría?

            – Depende de cada tema. Por ejemplo, escribí alguna canción para mi novia. En el caso de Pieta Brown, sabíamos que se iba a pasar por el estudio, así que pensamos que podía cantar en “Slowness”. Siempre es agradable contar con una voz femenina. También tengo que reconocer que nos inspiró mucho trabajar con Sam Beam de Iron & Wine en el disco In The Reins, así que queríamos contar con él en “House Of Valparaíso”, a pesar de que es un hombre ocupado porque tiene cuatro hijas, ja, ja.

 

¿Cómo os han influido los otros músicos con los que habéis colaborado a lo largo de estos años?

– Supongo que todo esto tiene que ver con los amigos que vas haciendo, con las giras, con la gente que nos acompaña, con la gente que encontramos por el camino. Por ejemplo, en un festival en Calgary, en Canadá, tienen estos grupos de trabajo en común en los que te ponen a tocar con bandas con las que nunca has tocado antes, como grupos rumanos con los que hemos coincidido. En la última edición tocamos más con grupos de la escena independiente, como The Wicker Band and A Hawk And A Hacksaw. Es excitante, y al final acabas incorporando eso a tus grabaciones. Coincide con la filosofía de Calexico cuando está en la carretera. Con los colaboradores, los discos acaban resultando más dinámicos, como una colección de instantáneas.

 

No se me ocurren muchos otros músicos que participen tanto en los discos de otros, como vosotros. ¿Cuál ha sido hasta el momento vuestra colaboración favorita?

            – Buena pregunta. Es algo difícil elegir, pero creo que me quedo con la grabación que hicimos con Willie Nelson, un gran momento para mí. No sé si sabéis esto en España o en Europa, pero Willie Nelson es un gran músico de jazz; no hay más que escuchar su último álbum, Two Men With The Blues, junto a Wynton Marsalis. Cuando lo ves en directo, compruebas que su banda está siempre pendiente de él, porque no saben por dónde va a salir, porque puede cambiar en cualquier momento. Admiro esa libertad. Junto a él grabamos “Señor (Tales Of Yankee Power)”, una versión de Bob Dylan, para la banda sonora de I’m Not There. El proceso fue increíble. Primero canté yo y, después, él se encerró y grabó su voz. Es curioso cómo me doblaba y no te puedo ni describir cómo me siento al escuchar nuestras voces juntas. La canción fue escrita por Dylan a mediados de los 70, probablemente en respuesta a la forma en que el FBI se introdujo en la política en el Centro y el Sur de América. El personaje es alguien a medio camino entre Carlos Castaneda y un aventurero, tanto física como mentalmente. Curiosamente, uno de nuestros músicos en directo es Salvador Durán, una persona muy creativa, fuerte y a la vez inocente, con una carga espiritual muy profunda. Su hermano, que formaba parte del grupo del Comandante Marcos y que participó en muchas protestas en los 70 en México, desapareció un día y nunca más se supo de él. Así que él tiene un hermano desaparecido y, para esta versión, quiso escribir algunos versos. Jacob Valenzuela, nuestro trompetista, también compuso un solo fantástico. Fue un momento de pura magia con Salvador y Willie Nelson, todo el día. Es la colaboración más increíble en la que hemos participado.

 

¿Y la de otra gente en vuestros propios discos?

            – Oh, no, qué difícil… Déjame que piense… En 1998, cuando empezamos a trabajar como Calexico, Craig Schumacher y Nick Luca fueron los que nos ayudaron a configurar nuestro sonido. En el estudio de Craig Schumacher fue donde descubrimos a un mariachi tocando, las trompetas de Fernando Sánchez y Rigo Pedroza, a los que, por supuesto, acabamos invitando a tocar en nuestros discos. Es como una comunidad. Conocen a músicos insospechados. Ahora recuerdo, por ejemplo, el trombón de Jeff ‘Fruitpie’ Marchant en “Crumble” de Feast Of Wire. En este nuevo disco, Craig Schumacher toca en “Red Blooms”, que es la favorita de mi novia. Y la idea de Nick Luca para “Two Silver Trees” es la que ha acabado siendo la definitiva. Su contribución ha sido la más importante a nuestros discos.

 

¿Cómo os interesasteis en la música de México o de otras partes del mundo? ¿Era algo que venís escuchando desde vuestra infancia?

            – Pues no realmente. Nací en Montreal, justo en la otra frontera de los Estados Unidos, al Norte, y crecí escuchando la música de la radio que sonaba en el Sur de California, adonde nos mudamos. Más tarde escuché a los Beatles y la psicodelia de los 60, toqué el sitar, me metí en el folk, toqué música clásica, jazz y, después de la Universidad, rock. También influyó lo que mis padres ponían en casa y la música que traían de vuelta de nuestros viajes a México. Mi madre sí tocaba al piano clásicos como “Cielito lindo”o “Guadalajara”, algo que me abrió una puerta al mundo, a otros idiomas.

 

Y cuando empezasteis a viajar, ¿cambió vuestra percepción de vuestra propia música?

            – Por supuesto. Otro idioma, otra cultura, otra comida, todo abre tu mente. Además, Europa ha sido la mayor influencia en nuestra música. En París, en los locales de jazz… Recuerdo un pequeño club de Bruselas llamado Nat King Cole en el que toqué en solitario. Crecí tocando música clásica, garage, jazz, punk-rock, estudié música clásica en la Universidad de California, pero cuando tocas en lugares como éstos es cuando todo cambia para ti.

 

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