BURGAS BEAT

Burgas Beat, a pleno sol

         Uno de los secretos mejor guardados del pop estatal se destapa por fin. Casi 20 años han permanecido a la sombra los orensanos, desde los tiempos de sus primeras grabaciones como Viernes y los Robinsones, allá por 1987. Luego llegaría Cosecha Roja, nombre con el que cruzaron su larga noche de piedra durante los 90 sin que casi nadie se enterase, con grabaciones como Nuevos caminos (1993), Vacaciones permanentes (1994), Conducir despacio (1997) o A plena sombra (2000). Por fin, ahora, con la misma convicción de siempre, pero con el respaldo de un sello con proyección en todo el Estado, Rock Indiana, Carlos Rego -quien nos habla- y sus secuaces encuentran la acogida que siempre merecieron con su disco Ni una sombra en el horizonte.

 

¿Qué pasó con Cosecha Roja y cómo se llega a Burgas Beat?

– En realidad nunca hubo intención de romper con lo anterior, y ni siquiera dejamos de ensayar, simplemente nos aburrimos del nombre. Bueno, en realidad me aburrí yo, le tuve que dar mucho la lata a los demás para conseguir cambiarlo. El último disco de Cosecha Roja ni siquiera se editó; creía que era un nombre quemado y le estaba cogiendo cierta manía.

 

¿Hay diferencias significativas entre ambos proyectos, crees que son dos caras de la misma moneda o se trata de una evolución natural?

– Los que nos siguen desde siempre no entienden esto del cambio de nombre, les seguimos sonando a nosotros. Tienen parte de razón, pero la primera intención era sonar más acústicos, porque estábamos tocando mucho en ese plan en sitios pequeños y nos encontrábamos muy cómodos. También quise cambiar un poco el enfoque de las letras, pero creo que no lo conseguí; uno vale para lo que vale y no hay nada que hacer. Lo que sí logramos fue sonar un poco más amables al oído, menos ásperos, al menos en disco.

 

¿Nació Burgas Beat como una necesidad para expresarte y seguir componiendo canciones?

         – Cuando uno compone canciones aunque no quiera, no se plantea tener una carrera. Simplemente, necesitas sacarlas de la cabeza. Después de tantos años, somos un grupo de amigos que se juntan para disfrutar del ruido que hacen al tocar juntos. Mientras sigamos manteniendo eso, seguiremos; cuando nos aburramos, lo dejaremos.

 

De todas formas, no ha sido fácil llegar a este primer disco. ¿Cómo fue el proceso de grabación y de búsqueda de compañía?

– El disco lo grabamos sin saber si iba a ser editado o no. Teníamos un dinero de algunas actuaciones y decidimos que, por una vez en la vida, nos lo íbamos a gastar en un buen estudio, aunque sacrificáramos días de grabación. En un fin de semana grabamos seis canciones y, como quedamos muy contentos con el resultado, en otro grabamos las otras cuatro que teníamos listas. Apenas enviamos tres o cuatro copias a compañías, más que nada por inercia, y, cuando nos lo íbamos a montar en plan casero, apareció Santi Campos con la propuesta de Rock Indiana. No podíamos permitirnos el lujo de pensárnoslo dos veces.

 

¿Te parece que está la industria peor que nunca o cómo lo ves desde tu experiencia?

– Llevo veinte años tocando y nunca he tenido contacto con la industria. Ésta es la primera vez que estamos en un sello mínimamente establecido, así que mi experiencia personal es casi nula. Como simple consumidor de música, pienso que la industria lleva muchos años dirigiéndose a un público menor de edad, física y mental, al que le da igual tener un disco original o no, así que lo ve como un producto desechable que se deja de usar a los pocos meses. De todos modos, acabará recuperándose; no se cómo, pero de una forma u otra lo llevan haciendo muchos años, pero seguro que no será pensando en los que escuchamos música como algo más que ruido de fondo.


¿Y cómo están las cosas en los medios para que canciones como «Cuando llegue el buen tiempo» no lleguen a todo el mundo?

– Si lo supiera… 

 

En las letras se muestra tanto resignación como autoafirmación. ¿Son ambas parte de la misma actitud vital?

– Supongo que son imprescindibles para mantener un cierto equilibrio. Si nunca llegas a conseguir lo que algún día soñaste, de algún modo tienes que seguir adelante, si no conformándote con lo que tienes, sí al menos poniéndolo en valor. Como siempre, uno piensa en estas cosas cuando se lo preguntan; las letras son más espontáneas que cualquier tipo de razonamiento.

 

Hay más de un momento en que el disco me recuerda a La Rosa, otro gran grupo olvidado. ¿Ves esa conexión? ¿Qué es de su líder, Magín?

– Llevo admirándolo muchos años como músico y compositor. Tocamos juntos una temporada haciendo versiones y mantenemos una muy buena relación. A veces creo que me influyen más estos amigos que haces a través de la música -otro ejemplo sería Santi Campos-, que mis grandes ídolos. Magín graba en diciembre, por fin, lo que debería ser su primer disco en solitario, y si mantiene el nivel de sus últimas maquetas, será la leche.

 

Como buen melómano que eres, supongo que en el disco hay referencias o citas que se nos escapan a los demás. ¿Te importa descubrirlas?

– A veces compongo a partir de otras canciones, tanto la letra como la música, unas conscientemente y otras sin darme cuenta. Por ejemplo, los “arco iris de neón” vienen del “Neon Rainbow” de los Box Tops. Hay una pequeña melodía al final de “Dejar de soñar” plagiada del “Caravan” de Van Morrison, aunque quizá sea mejor llamarla una cita. El estribillo de “Harto” le sonará a cualquiera que conozca “Vagabundear” de Serrat. Todavía hay más. De todas maneras, lo normal es que, al final, después de pasar por las manos de todo el grupo, lo que inició la canción sea irreconocible incluso para mí.

 

Evidentemente, te gustan los sonidos clásicos del rock. Pero, ¿cuáles son los artistas de ahora que sigues?

– Cada vez sigo la actualidad con más retraso y, además, siempre he pensado que un grupo antiguo que no conozca es igual de nuevo para mí que uno de ahora mismo. Siempre ha habido grupos actuales a los que he sido fiel, y estos últimos años han sido Luna, Matthew Sweet, Yo la tengo o Teenage Fanclub. Ahora mi grupo de referencia es Wilco -soy poco original, ya lo sé- y algunos de los pocos discos recientes que me han enganchado de cabo a rabo son el primero de los Long Winters o los últimos de Jesse Harris.

 

¿Qué posibilidades reales hay de que se os conozca y valore en otros lugares viniendo de Ourense? ¿Ha cambiado algo con Internet?

– Sí se nota Internet, pero lo que más estamos notando es el publicar por fin en un sello más o menos reconocido. Lo de ser de Ourense no creo que tenga ninguna influencia, ni para bien ni para mal. Creo que importa más que la música que hacemos no resulta nada moderna, no pega demasiado con lo que se tiene por pop actual.

 

¿Y hay respuesta en Galicia a una propuesta como la vuestra?

– De momento, a nivel de crítica nos han tratado como nunca, todo son superlativos. Hace un par de años que no tocamos fuera de Ourense, así que no puedo decirte nada a ese respecto. Intentaremos comprobarlo a partir de diciembre.

 

¿Qué papel juega el Felipop en que se propaguen esta clase de sonidos en Galicia?

– Lo mejor del Felipop es que no les importan las modas ni la actualidad musical, se guían por su real gusto. Mientras sigan creciendo pasito a pasito y su reputación siga aumentando, podrán seguir siendo refugio de alérgicos a las modas y funcionar como certificado de calidad de los grupos participantes.

 

¿Qué opinas de que tus discos se vendan a cinco euros? ¿Crees que así tienen más salida?

– Sí tienen más salida, pero eso es gracias a que la compañía se ha ganado una reputación no rebajando el criterio, y los discos que edita se mantienen por sí solos, al margen de lo que cuesten. La contrapartida es que el dinero que se puede invertir en ellos es mucho menor.

Xavier Valiño

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