BOB DYLAN

Bob Dylan, genio desafiante

 

Si una hipotética Asociación Para la Prevención del Purismo en la Música decidiera en alguna ocasión hacer un anuncio, seguramente pensarían en utilizar algún extracto del disco Live 1966, de Bob Dylan. Porque la única recompensa que se pueden esperar aquellos acérrimos defensores del folk que le gritaron «Judas» cuando arremetió con su repertorio en clave eléctrica es que la historia se ría de ellos por el resto de la eternidad. Al mismo tiempo, la historia confirmará, si es que no está claro aún, que la más famosa grabación pirata, ahora editada oficialmente por primera vez, es una de las más extraordinarias grabaciones jamás recogida en un compacto.

 

Pongámonos en situación. Manchester, mayo de 1966 -y no el Royal Albert Hall de Londres como siempre se creyó-. Bob Dylan repasa su repertorio acústico con una intensidad tal que hasta se puede sentir el profundo respeto de la primera parte en el aliento contenido de quienes tenía enfrente. Nadie podía intuir lo que se venía encima. Pero en algunas ocasiones los genios sienten un hambre desmedida de responder a sus propias necesidades creativas y de dejar de guiar al rebaño tal y como éstos esperan, abdicando para siempre de esa responsabilidad.

 

Fuera como fuera, en aquel momento Bob Dylan dio un giro completo a su trayectoria y a la historia del rock, para convertirse definitivamente en la más extraña estrella del rock, en el único poeta eléctrico que ha sentido detrás el aliento del Premio Nobel. Después de ensayar con algunos amigos y compañeros durante un rato antes de esta presentación, sale al escenario para la segunda mitad del concierto con una banda eléctrica, crecido ante la adversidad, arrogante y desafiante. Entonces le sueltan aquello de «Judas» y responde sin descolocarse: «No te creo… Eres un hipócrita».

 

Lejos de las polémicas, la actuación de aquella noche se sostiene por sí misma. «I Don’t Believe You» engancha gracias a un cortante riff de guitarra, mientras que «Ballad Of A Thin Man» no sonaría como algo especial si no fuera por el arreglo de teclado. El clímax llega con la versión de «Like A Rolling Stone», inspirada, triunfante, épica y majestuosa. Parece como si le estuviera preguntando a su audiencia «¿Cómo se siente…?» Y los que le contemplaban absortos no podían negar que todas sus dudas tenían en ese momento una respuesta.

 

Si alguna vez te preguntaste la razón por la que muchos hacen de Dylan un dios, ésta es la principal razón del mito. No se trata de música folk, música rock o canción protesta. Es música del alma, dulce, amarga y sublime. Y ésa es la más pura y simple definición que cualquier persona pudiera desear.

Xavier Valiño

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