BARRANCA DEL COBRE, MÉXICO

Barranca del Cobre, el tren al borde del precipicio 
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Una vez completado el recorrido en tren que pasa por la Barranca del Cobre, quedan pocas dudas de que pueda existir en el mundo otro viaje sobre raíles tan espectacular. Llegar allí no es fácil, pero la experiencia merece la pena. Nunca se olvida.

Barranca del Cobre es una maravilla de la naturaleza que consta de, más o menos, unos veinte cañones. Juntos superan en cuatro veces al Gran Cañón del Colorado y, dada su magnitud, no desmerecen lo más mínimo.

Por tierra, el acceso es complicado, y abarcarlo todo, una empresa casi imposible. Pero está el tren, el famoso Ferrocarril Chihuahua al Pacífico, que cubre el trayecto que separa Los Mochis de Chihuahua, más conocido como el Ferrocarril del Cañón del Cobre, que incluye numerosas paradas en Barranca del Cobre.

El viaje es uno de los trayectos en tren más impresionantes del mundo. En su día fue considerado una de las obras de ingeniería más ambiciosas, y no es de extrañar: en sus 655 kilómetros hay 39 puentes inverosímiles y 86 túneles que unen el árido interior de México con la costa del Pacífico. Evidentemente, un tren que pasa del nivel del mar a cerca de los 3000 metros de altitud sobre el río Urique debió requerir de un esfuerzo sobrehumano en su construcción.

Después de varias décadas de trabajo, el trayecto fue inaugurado finalmente el 1961. Desde entonces, se ha convertido en la línea principal de comunicación entre Chihuahua y la costa, siempre llena de pasajeros y vagones de carga, además de una de las principales atracciones turísticas del país.

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Por la línea discurren diariamente dos trenes: el primera especial, que es más rápido, limpio, cómodo y tiene aire acondicionado y calefacción, y el de segunda clase, que lleva muchos más pasajeros, no tiene las comodidades del anterior, pero es mucho más barato. En el primera especial, el viaje dura unas trece horas, y en el de segunda clase, unas cuatro horas más en condiciones normales.

Si se inicia el viaje en Los Mochis, es preferible hacer el viaje en el primera especial, por cuanto el otro pasa por parte de lo más impresionante del trayecto, entre Creel y Loreto, ya de noche. En la otra dirección, cualquiera de los dos permite las mejores vistas, aunque en el de segunda clase pueden perderse por un no tan infrecuente retraso.

Las mejores vistas se dan a la derecha del tren según se va tierra adentro o a la izquierda si se va hacia la costa. El de segunda clase tiene ventanas que se abren, por lo que es mejor para sacar fotos, aunque eso permite que entre en el vagón el polvo y el humo. En el primera especial, los viajeros suelen concentrarse en la parte comunal de los vagones, donde se permite abrir las ventanas.

Si se parte de Los Mochis, justo cuando el sol empieza a asomar, el tren empieza su aventura entre zonas de cultivo, para iniciar su ascenso entre montañas cubiertas de niebla y enormes cactus.

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Tres horas después, cruza su primer puente sobre el Río Fuerte y pasa por el primero de una serie continua de túneles, tantos que algunas veces la locomotora está entrando en uno cuando el último vagón no ha salido aún del anterior. Ahí parece que empieza a cortar los primeros pequeños cañones y se balancea sobre los acantilados a medida que continúa el ascenso por la Sierra Tarahumara, lugar donde viven aún unos 50.000 indios tarahumaras, que mantienen vivas gran parte de sus tradiciones debido, sobre todo, a lo inaccesible del terreno.

Es entonces cuando el viaje se convierte en una excitante sucesión de accidentes geográficos dramáticos, precipicios escarpados, paredes interminables en los cañones y el lecho del río allá abajo. Siete horas después de haber iniciado el viaje, el tren para quince minutos en Divisadero, un excelente punto para tener una vista panorámica sobre la Barranca del Cobre. En el resto del trayecto, el tren circula entre pinares que impiden ver en toda su magnitud los cañones.

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Si se desea hacer una parada en el viaje, Creel es el lugar más adecuado: no es más que una pequeña población sin mayor interés, pero tiene alojamientos económicos y multitud de caminatas y viajes que se puede realizar desde allí. Por ejemplo, es recomendable el descenso en bus hasta Batopilas, un pueblo a 140 kilómetros, justo en el centro del cañón y de los poblados de los tarahumaras.

Otra posibilidad, recomendada en caso de no tener demasiado tiempo, es tomar el primera especial hasta Divisadero y esperar allí al tren de segunda clase, contactando con algún guía tarahumara para realizar alguna caminata en las dos horas que tarda en llegar el segundo tren.

(1996)

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