ASA 2008

Asa, la vida en la frontera

 

 

 

Asa nació en París. Su vida en la ciudad de la luz dejó a aquella chica sólo con un puñado de vagos recuerdos (felices); poco después de haber cumplido dos añitos su familia regresó a Nigeria. Paris fue simplemente una etapa en la vida dura y llena de coraje de sus padres. Pero de alguna manera, su destino había quedado vinculado a la ciudad que la vio nacer, a donde regresaría 20 años después para iniciar su carrera artística.

 

Asa creció en Lagos, una ciudad repleta de gente en las calles y con una energía arrolladora pero, a su vez, cargada de profundas raíces espirituales. Tribus islámicas mezcladas con la fe cristiana en un clima de tolerancia, la juventud imitando los patrones americanos y la turbulenta ciudad sumergiéndose sin descanso en un infernal pero a la vez armónico ballet de amor y odio, relax y violencia, pobreza y prosperidad.

 

“Lagos es el Nueva York de Nigeria”, asegura Asa de la ciudad en la que vivió gran parte de su vida. “Si quieres llegar a algún sitio en lo que a carrera musical se refiere, es el lugar donde hay que estar en Nigeria, donde se encuentran las mejores oportunidades pero también las mayores decepciones”.

 

Era la única niña de la familia y tenía que compartir a sus padres con sus tres hermanos. Siendo muy joven ya empezó a encargarse del sustento de la casa familiar debido a las frecuentes ausencias de sus padres. En ese momento es cuando Asa empieza a cantar. El deseo por cantar apareció por aquel entonces y nunca más se ha vuelto a marchar, ocupando ya un lugar fundamental en su alma. Así que empezó a sacar su alma a través de las canciones. Prefería cantar a tener que hablar, improvisando melodías sin cesar hasta que su madre le obligó a parar. A lo largo de los años su padre había recopilado una interesante colección de clásicos del soul y música nigeriana. La niña que fue había crecido escuchando a Marvin Gaye, Fela Kuti, Bob Marley, Aretha Franklin, Sunny Ade, Ebenezer Obey y Lagbaja, forjando una fuente de inspiración en esos grandes nombres.

 

Asa fue una chica solitaria. La familia, sus hermanos, África… No acababa de encajar en los clichés tradicionales y se sentía triste a menudo, fuera de su lugar. Era distinta y la música se convirtió en su válvula de escape y en el sueño de todos los días. En ocasiones marchaba a un parque con sus hermanos a cantar y bailar, pero lo que hacía más a menudo era crear su propio espacio y refugiarse en su mundo imaginario, cantando canciones de Bob Marley o Michael Jackson e imaginando que las multitudes la aclamaban.

 

“Cuando era adolescente me convertí en una persona muy tímida y algunas personas se burlaban de mí, pero bueno, de algún modo ya estaba llamando la atención. Tome el hábito de no hacer nada a lo largo del día, como el resto de la gente. La gente no entendía mi voz grave, los coros no querían saber nada de mí; tenía que ir a la iglesia si quería aproximarme lo más mínimo a un micro.”

 

A los 12 años su madre la inscribió en una de las mejores escuelas del país, pero ese tipo de educación tuvo un sabor amargo para ella: cinco años de duros estudios y esfuerzo y, al regresar de nuevo al hogar familiar, descubre a Erikah Badu, D’Angelo, Rafaël Saadiq, Lauryn Hill, Femi Kuti y Angélique Kidjo, empezando a soñar en seguir sus pasos.

 

A los 18, Asa ya se había familiarizado completamente con la frustración. Las huelgas en la universidad, los coros rechazándola. De todos modos, se las arregló para hacer oír su voz en unos cuantos programas de talentos en varias emisoras de radio y el primer aplauso que recibió le transmitió un placer infinito. Acto seguido firmó en secreto con la escuela de música Peter King y aprendió a tocar la guitarra en seis meses.

 

Música e independencia, Asa era insaciable en su deseo de vivir la vida al máximo, conocer a gente, sumergirse en la música. Bajo su punto de vista, ella no es un producto comercial ni una sex symbol, pero tiene un don y una voluntad a prueba de fuego. Empieza a sentir el viento del éxito soplando en su misma dirección. Se le ofreció dinero, giras y contratos, pero ella quería que su música fuese del modo que ella lo tenía pensado. En 2004 conoce a su manager, Janet, que le presenta a Cobhams Emmanuel Asuquo, que acabó convirtiéndose en su compañero musical.

 

Así, el alma libre empieza a desarrollar su música, canta en inglés y en Yoruba, nada entre el pop y el soul, inspirada por su herencia musical, dando especial atención a las melodías, y reflejando todo el sentimiento de lo acumulado en su vida. Sus letras hablan de su país, las cosas rutinarias de la vida, su propia vida, presentado todo ello con una sutil ironía.

 

“Me gusta inspirarme en mis letras cuando estoy en el autobús (molué, como nosotros le llamamos). 49 asientos, 99 personas viajando de pie, como Fela describía. Todo el mundo está apretujado y ‘pequeños dramas’ ocurren todo el rato. Y, al final del día, nos las apañamos para reír; en ello reside el secreto de nuestra fortaleza”

 

Fue en esta etapa de la vida en la que Asa volvió a París. Era su oportunidad para poner a prueba su talento en la escena musical francesa, tocando con artistas como Nubians, Manu Dibango, Doctor L y Tony Allen. Mientras, en Nigeria, su primer single, “Eyé Adaba”, luego “Jailer”, empezaron a hacerse populares. Después, fue elegida embajadora musical de Sudáfrica, su popularidad fue en ascenso y al regresar a Nigeria, se convirtió en telonera de Akon, John Legend y Snoop Dogg entre otros.

 

“Quiero que mi música conmueva a la gente. Como africana, quiero dar esperanza a mi gente, pero también gritar en su nombre. Quiero mostrar al mundo que algo bonito y positivo puede surgir del continente negro e inspirar a la gente joven en todo el mundo.”

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