ANA CURRA

Ana Curra

 

 

Cuarenta años se cumplen ya de El acto. El disco que vistió de sombras, transgresión, sensualidad y existencialismo el mapa colorista de los ochenta en nuestro país. El repertorio que definió las coordenadas punk y post punk de nuestra música y sembró la herencia de Parálisis Permanente para siempre. Ana y Eduardo, Eduardo y Ana; ese inolvidable binomio artístico y emocional nacido de las entrañas y una creatividad infinita. Cuatro décadas ya de unas canciones que no caducan y yacen incorruptibles, traspasando el tiempo y cincelando las tendencias, que estos días vuelven a retumbar en directo con los conciertos que Ana Curra está celebrando por tal efeméride. El pasado mes de febrero, Valencia recibió a «la princesita» de las tinieblas por todo lo alto; y ahora llega el turno de Barcelona y Madrid, el 2 y el 9 de abril respectivamente. Dos citas que presumen volcánicas y a las que feligreses y devotos acudirán respondiendo a la llamada de la invocadora Curra.

 

No hace tanto se desnudaba en un libro de confesiones, Conversaciones con Ana Curra, junto a la periodista Sara Morales; pero al tiempo que las páginas de su vida y obra veían la luz, lanzaba al mundo dos nuevas canciones: Hiel y Aphrodita, la monarca. La primera, un canto chamánico de latido poético dedicado todas las personas que nos han dejado durante la pandemia. Para no olvidar, para recordar y reflexionar sobre el verdadero origen del problema; para invitarnos incluso a regresar a nuestra esencia. La segunda, un auténtico trallazo punk, a medio camino entre el empoderamiento de la mujer y el cuestionamiento de nuestra especie. La Ana Curra más visceral, la más aguerrida y vehemente, con su costado sedicioso en pleno esplendor. Sobre estos nuevos temas y estos nuevos saltos al escenario con El acto, abordamos a la musa oscura de nuestra historia musical, entre ensayo y ensayo.

 

Hace diez años recuperaste el único disco de Parálisis Permanente, El acto, para tu primera gira en años. ¿Cómo lo viviste entonces?

– Cuando hice El acto de Parálisis Permanente por primera vez, con el nombre de Ana Curra presenta El acto, mi intención era hacer un único concierto en un principio y saldar una deuda personal mía de reivindicación de ese disco y, sobre todo, de mi historia en la banda. Tenía la sensación de que era un grupo reivindicado por mucha gente y yo, sin embargo, no lo había hecho nunca. Por lo tanto, fue un acto de justicia para conmigo mismo y con mi propia historia.

 

Ahora llegamos a los cuarenta años. ¿Lo sigues viendo de la misma forma o que has ido descubriendo con los años?

– La sorpresa fue que después del primer concierto vinieron otros, porque la gente así lo demandaba. Cuando nos pedían un concierto, ofrecíamos todas esas canciones o al menos parte de ellas. Al final se convirtió en una gira de cuatro años que llevamos por todas partes. Lo que sucedió es que mi intención primera era una en concreto pero luego me fui dando cuenta sobre la marcha de que la gente realmente quería escucharlo.

 

¿Cuál es hoy la vigencia del disco? ¿Cómo lo vives tú y cómo lo acoge la gente?

– Sucedió así por la por la vigencia del disco, por la vigencia de esas canciones y de sus letras. La gente lo sigue acogiendo bien y lo seguirá acogiendo siempre bien porque es un disco que el tiempo ha hecho grande. Ha pasado muy bien la asignatura del paso del tiempo y eso es todo un orgullo.

 

México es, después de España, el país en el que mejor recepción tiene el disco y donde más hambre hay de verte en directo. ¿A qué crees que es debido?

– Cuando estuvimos en México en la primera etapa de Ana Curra presenta El acto vimos claramente que había sembrado allí algo muy importante. Ya sabemos que en México en general toda la música española es muy bien acogida pero, en concreto, Parálisis Permanente había calado hondo y eso lo pudimos constatar perfectamente. Allí son muy muy vitales y estas canciones de El acto son canciones que reflejan una fiereza y una postura vital que coincide con ellos. Así nos lo han hecho saber siempre y sigue manteniéndose.

 

En directo sigue sonando muy actual y, también, con un sonido excelente, algo que ya era un poco el signo distintivo de Parálisis Permanente en su momento, ¿no? ¿Qué se precisa para conseguir un sonido así?

– Parálisis Permanente siempre fue un grupo que sonó muy bien en directo. Nos preocupábamos por ello, queríamos conseguir nuestros objetivos a nivel sonido. Creo que es primordial. Cuando voy a ver a un grupo me gusta que suene bien, que me llegue a las tripas, que me dé un golpazo y que las frecuencias que yo recibo estén en sintonía con el directo. Hoy en día seguimos cuidando el sonido, la fuerza y que las frecuencias te golpeen. Para conseguir un sonido así hay que tener en cuenta muchas cosas. En primer lugar, estar bien ensayado, que es una cosa que la gente hace poco mientras que nosotros somos de disciplina de local de ensayo. Esto es muy importante porque se crea lo que es una banda y una complicidad en el grupo, que va perfilando, detallando y cuidando los sonidos, las atmósferas, los cambios, los estribillos, las dinámicas de las canciones. No se reduce a un escupitajo, sino que hay un trabajo de mayor elaboración. Luego quien lo recibe igual no lo analiza, pero le está llegando una cosa elaborada, trabajada, con fuerza y con todos sus registros al máximo.

 

Precisamente, en pocos días tienes dos conciertos importantes, el 2 de abril en Barcelona en la sala Salamandra de Hospitalet y el 9 en Madrid en Soko, parte de los primeros después de la pandemia y el parón forzado al que todos nos vimos abocados. ¿Cómo te enfrentas a ellos?

– Ahora estamos preparando estos dos conciertos, a los que nos enfrentamos con muchísima ilusión ya que siempre nos apetece el directo. Para mí personalmente es el momento más grande, donde mejor se combina todo lo que estás preparando siempre. El escenario es el momento de orgía y el más sublime. Tenemos muchísimas ganas y muchísima fuerza para estos conciertos porque lo necesitamos. Lo necesitamos nosotros y lo necesita el público. Tras estos meses de parón incluso lo necesitamos mucho más.

 

En estos diez años también ha habido cambios en la formación.

– Desde que empezamos con Ana Curra presenta El acto he contado con dos formaciones. Hubo una inicial que fue la que tocó conmigo los cuatro primeros años. Después pasamos a tener otra, debido a que los músicos tienen sus prioridades, sus estrategias, su logística, sus planes de vida, sus proyectos personales. Con esta formación he seguido componiendo y grabando las canciones nuevas, y son ya siete años juntos.

 

¿Se ha rejuvenecido la forma de reinterpretar las canciones? ¿Qué aportan los nuevos músicos?

– Esa es una cuestión muy importante: es esencial estar dando siempre estímulos a las nuevos músicos que se incorporan. Aun manteniendo las directrices que yo puedo dar en un momento dado en cuanto a estilo de cada canción, siempre hay un margen de aportación personal que hace cada músico que entra en una formación. Es lo más hermoso porque se trata de una regeneración natural, y así debe ser.

 

En 2012 la parte visual, las imágenes, eran un elemento muy importante de los conciertos. ¿Cómo enfocas ahora la puesta en escena?

– En algunos conciertos llevamos proyecciones con imágenes que complementan el sentido de cada canción y dan más información al espectador. No obstante, no todas las salas disponen de una buena pantalla de proyección. Dependiendo de cada sitio hacemos una producción distinta. Si solo hiciéramos los conciertos con las imágenes, tendríamos que descartar salas en las que no es posible hacerlo. De todas formas, siempre está el sonido, la presencia, las luces, que son fundamentales y es otro elemento esencial que puedes también hacer cuadrar con tu estética. Cualquier herramienta que utilices siempre va a complementar, siempre va a añadir información y estímulos.

 

¿Qué canción te toca hoy más de lleno cuando la interpretas en directo? ¿Has ido sintiendo alguna más cercana durante los años y cuáles han sido en diferentes momentos?

– Sigo disfrutando muchísimo de todas las canciones de El acto: “Nacidos para dominar”, “Tengo un pasajero”, “Te gustará”, “Sangre”, “Adictos a la lujuria”… Es un repertorio que me toca por todos los lados, y también es lógico porque soy parte de ese disco y de toda su composición. Me sigue resultando muy excitante cantar estas canciones.

 

¿Hay alguna canción de El acto o de tus discos como Seres Vacíos que hoy en día no tocarías y, si es así, por qué razón?

-Hay una canción de El acto que no me convence porque no me gustó cómo quedó grabada en relación a la canción original. Es “Tengo un precio”. No la he tocado. Si algún día me planteo hacerla, le daré un giro. Sin embargo, las canciones de Seres Vacíos las estoy incluyendo últimamente en el repertorio porque sí que me gustan y funcionan bien. Lo que pasa es que responden a otra etapa para mí muy importante, muy veraz, con mucho contenido emocional. Por un lado están envueltas en una especie de nostalgia y, por otro, el deseo de tirar para adelante, intentando atisbar algo de optimismo, aunque se ve en el fondo la situación por la que estoy pasando con todo el duelo por la muerte de Eduardo Benavente. Me parece que es una etapa con sentimientos encontrados y a mí me sigue gustando precisamente por su veracidad.

 

 

Aunque estés recuperando canciones de tu pasado, sigues componiendo y editando canciones, como “Hiel”, editada en mayo del año pasado, y “Afrodita la monarca”, hace un mes. La primera es una especie de canto chamánico poético por los caídos en la pandemia, intentando descifrar cuál es realmente el virus, y la segunda representa tu vertiente más punk. ¿Los ves así? ¿Qué dirías tú de ambos?

– Justo antes hice el disco de Waka, que para mí es un álbum muy especial hecho desde un lugar de poder, donde yo me encontraba con unas necesidades de contar. Luego he hecho estas dos canciones. “Hiel” para mí es una canción que reflexiona durante la pandemia con un sentimiento triste porque vislumbra ya que, cuando pase todo esto, el resultado es que podríamos haberlo hecho mejor, podríamos haber obtenido un cambio a nivel global como especie humana, podríamos no haber repetido errores, podría haber sido esto un golpe para cambiar. La sensación es que no se ha conseguido, que no se va a conseguir, y sobre todo dejando a los más vulnerables en el camino. Esa hiel es el sentimiento amargo de lo que podría haber significado de replanteamiento y darnos cuenta realmente dónde está uno de los mayores problemas, que somos nosotros mismos. “Afrodita la monarca” parte de los mismos parámetros, ya que doy por hecho que los humanos estamos acabados, podridos, quemados, pero el tono ha cambiado aquí, es un tono de tirar la toalla. En el momento de la pandemia había habido una serie de circunstancias, de soledad, que me hacen utilizar un tono ,y al ir terminando es ya como una necesidad de supervivencia, por lo que empleo un tono más irónico y de nuevo una actitud punk.

 

¿Te resulta más fácil la experiencia de componer con el tiempo? Y, en ese caso, ¿lo ya aprendido y explorado se siente más como un obstáculo que debes evitar o salvar?

– Con el paso del tiempo lo de componer resulta más complicado por una parte porque te vuelves más exigente. Lo ya aprendido siempre vale pero yo siempre tengo como la necesidad de retarme e incorporar cosas que no he hecho nunca, en la forma de componer o en los sentimientos que transmito. Para mí es muy importante que las canciones tengan un contenido emocional, que haya una sincronía entre música, armonía, estados que provoca en el que escucha y las letras. Hacer canciones como escupitajos no suele funcionar, requiere luego una elaboración. Cuando escribes puedes soltar lo primero que te pasa por la cabeza pero luego si eso no tiene ritmo y no estás con la clave y la tecla adecuada, no llega. Ha de tener fuerza, como un mensaje, ha de convulsionar, ha de conmover. Cada vez soy más exigente en ese sentido. Eso también deriva en el peligro del bloqueo, en pensar que siempre puede quedar mejor, aunque eso no le quita frescura. El primer impulso es algo que escupes y que sientes, pero has de tratarlo y elaborarlo para que realmente llegue y conmueva.

 

¿Cómo has vivido la experiencia de rememorar toda tu historia en el libro escrito por Sara Morales Conversaciones con Ana Curra editado hace pocos meses?

– Ha sido como ir al psiquiatra, claro, y ponerte a ver esa grieta que hay en la pared o en el techo para adentrarte en ella y empezar a explorar todos los cuartos de tu vida.

 

¿Ha cambiado algo la forma de relacionarse tus seguidores contigo después de tus revelaciones en el libro? ¿Y en ti, en la forma de relacionarte con la gente?

– No he cambiado en absoluto en la forma de relacionarme con mis seguidores o con mis amigos después de las revelaciones en el libro. Otra cosa es que la gente haya descubierto otra persona que puede que no conocieran o que no tuvieran en su mente. Puede haber personas que tuvieran una idea de mí y que al leer el libro se les haya desbaratado o hayan descubierto otra. Así que, en tal caso, sucede en la otra dirección, gente que a lo mejor ahora me ve distinta y en base a eso se pueda relacionar de otra forma. Pero no de mí hacia ellos.

 

¿Te sientes más expuesta desde entonces?

– Evidentemente me siento más expuesta, claro, por las revelaciones. A nadie le gusta desnudarse, ya que te ves mucho más vulnerable. Pero una vez tomada la decisión, ya estaba asumido.

 

Por último, y aún sin estar nunca en la primera fila ni obtener un gran éxito, ¿crees que has conseguido llevar una trayectoria que te define y representa?

– La frase que me representa es “una persona que busca incesantemente ser libre y no estar condiciona ni comulgar con ruedas de molino”. Creo que eso sí que lo he conseguido, para bien y para mal, pero es mi forma de ser. Tiene sus pros y sus contras a nivel de resultados en la industria, en cuanto al éxito, pero es toda una lección.

 

 

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