2002: ¿VUELVE EL ROCK?

2002, ¿vuelve el rock?

 

Mike Skinner, de The Streets

        Ya lo adelantábamos el año pasado en nuestro resumen anual: el rock de guitarras volvía por sus fueros. En aquel momento ya se habían editado los tres discos de referencia que siguieron siendo igual de vigentes -y no superados- en el 2002: el debut de The Strokes –Is This It-, el debut homónimo de Black Rebel Motorcycle Club, y el tercer disco de White Stripes –White Blood Cells-. 

        Sin embargo, para la industria ésa no fue la principal noticia del 2002, como también aventurábamos entonces. Para ellos la piratería, la descarga gratuita de archivos en Internet y la aparición de fenómenos televisivos impensables poco antes es lo que ha tenido verdadera relevancia. Todo está relacionado, así que vayamos por partes. 

        Evidentemente, en los últimos tres años el negocio ha dado un vuelco espectacular. La piratería, en especial en nuestro Estado, se ha hecho con un hueco en el mercado muy alto. Como acertadamente señaló Alaska -y por ello estuvo vetada incomprensiblemente durante un par de días de las estanterías de discos-, las mismas compañías que se quejan son las que mantienen los precios de los compactos inflados y, aún más, fabrican los aparatos con los que hacer las copias ilegales. Algo parecido sucedió con la aparición del casete o del video y no por ello desapareció la industria. Habría que culpar con más razón a políticas disparatadas como la de fichar a Mariah Carey por cifras multimillonarias, hecho que dejó temblando a un imperio como la EMI y obligó a despedir a miles de trabajadores en toda Europa. 

        La aparición de Internet obligará, porque aún no lo ha hecho, a la adaptación de las compañías discográficas a un nuevo mercado. La descarga gratuita de canciones de la red es algo imparable, pero también es cierto que muy pocos han visto en ella la vía de promoción que realmente representa para sus artistas, algo así como una nueva -y muy potente- emisora de radio. 

        Por último, un par de programas televisivos muy seguidos por las audiencias han hecho caer la cuenta de resultados de todas las multinacionales de la música. Es criticable que un medio público como Televisión Española favorezca un enorme negocio privado -y de eso se trata, nada más: de un negocio-. Pero también conviene recordar que aquí no estamos hablando de música popular y cultura en su vertiente creativa, tal y como la queremos entender. 

        A este hecho le dedicaríamos ni una línea más a no ser por sus consecuencias. La vuelta de las guitarras no es más que el resultado de una nueva generación que quiere música de verdad y, cuanto más fuerte y poderosa, mejor. No estamos hablando sólo de España: ese tipo de programas se ha extendido por los países occidentales como la peste, y es en el mundo anglosajón -la cultura dominante en el rock, no lo olvidemos- donde los jóvenes y los medios de comunicación especializados, con más ahínco si cabe, han buscado desesperadamente algo distinto a lo que agarrarse. 

        Así que el año 2002 será recordado no por estilos supuestamente nuevos –electroclash, indietronica o anti-folk-, sino como el año en que tuvieron su oportunidad un buen montón de grupos de guitarras. Eso no quiere decir que antes no los hubiera. Durante los últimos años han funcionado The Jon Spencer Blues Explosion, Ash, Afghan Whighs o The Posies, por poner ejemplos muy distintos, pero tuvieron que compartir la atención con otros muchos estilos. 

        Hoy, cuando el rock está amenazado por engendros que nada tienen que ver con él, los medios de comunicación han decidido dar relevancia a una única escena. Las bandas de guitarras que han surgido en estos últimos meses tienen referencias bastante claras, algo que, por otra parte, siempre ha sucedido. Algunas evolucionarán hasta encontrar una voz propia y, por lo menos, servirán para que los adolescentes vuelvan su interés hacia los originales. 

        Interpol recuerdan a Joy Division, The Libertines a The Jam, The Datsuns a Deep Purple, The Music a Led Zeppelin, Black Rebel Motorcycle Club a The Jesus & Mary Chain, The Strokes a The Velvet Underground, The Vines a Nirvana y los Beatles… Puede que sea una definición simple, pero no deja de ser sintomático. 

        Sea un montaje de los medios o no, lo cierto es que hubieran existido de todas formas. Ahora se les presta mayor atención, y eso significa que otras músicas han caído en desgracia. A su lado, la música electrónica ha pasado desapercibida. Cierto es que el bagaje es más bien pobre, pero el 2002 también ha dejado discos excelentes de The Streets o Ms. Dynamite, y muy dignos de Underworld, Faultline o The Thievery Corporation. 

        De nuevo, como cada año, un puñado de clásicos se empeñan en mostrar su clase y dar una lección de cómo no dejarse sobornar por nada ni por nadie: Tom Waits, Johnny Cash, Solomon Burke, Terry Callier e incluso Bruce Springsteen estarían entre los nombres a recordar. 

        Junto a ellos, otras bandas más recientes se pueden considerar ya clásicas, y sus discos del 2002 avalan esa afirmación. Ahí están para probarlo Wilco, Lambchop, Primal Scream, Coldplay, Cornershop, Doves o Flaming Lips. Conviene hacer una mención muy especial también, fuera del ámbito anglosajón, a la vuelta a las raíces de Youssou N’Dour o Salif Keita y a los discos de Angelique Kidjo, Tony Allen, Orchestra Baobab o Vinicius Cantuaria.

Xavier Valiño

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