ZENET

Zenet, el polifacético crooner del Sur

 

 

Toni Zenet es un hombre de costumbres. Todos los días lee el periódico y se toma una cervecita como apetitivo antes del almuerzo. En el mismo sitio y a la misma hora. “Y si no tengo esa continuidad me jode y me fastidia”, asegura. “En ese sentido soy como Woody Allen… A veces me han puesto entrevistas de trabajo a esa hora y he pedido que me las cambien”.

 

Zenet, que este jueves presenta su debut en el Teatro Principal de Pontevedra, es también un hombre inquieto. Actor y músico, este malagueño de 41 años domina la expresión corporal. Habla deprisa, gesticula, mira a los ojos… Sabe lo que hace. De cerca se hace difícil olvidar su papel como joven Picasso en la serie de televisión de principio de los noventa. Pero Toni guarda muchas más sorpresas. La última es su primer trabajo en solitario llamado los Mares de China.

 

En los veinte años que separan las dos cosas ha hecho de todo. Además de sus trabajos en el cine, Zenet ha recorrido España haciendo un poco de todo. “He sido vendedor en puestos de artesanía medieval, animador en barcos, también camarero, peón de albañil y pintor de brocha gorda. He trabajado como profesor de teatro, regidor, ayudante de dirección, montador de exposiciones, entrenador de actores y sonidista en publicidad de anuncios con Ronaldo. También he visitado algún sex shop con el genio y fetichista de pro Luís García Berlanga y he sentido el abrazo de un oso asturiano mientras rodaba documentales de naturaleza”.

 

No es todo. Como vendedor no le iba mal. “He vendido filtros de agua, teléfonos y enciclopedias de puerta en puerta. El mundo de la venta siempre me ha parecido brutal. Sentía que engañaba a la gente. He llegado a vender una enciclopedia a gente que no podía permitírselo”. Su ética le susurró al oído que dejase la venta pero aquello dejó, además de algún que otro amor furtivo, cientos de anécdotas curiosas como la de una padre que, ante sus dotes de convicción, quiso contratarlo como “tutor de la vida” de su hijo. “Me pagaba mucho dinero, pero le dije que no”.

 

Para entender cada una de estas vidas hay que viajar al Pedregalejo de Málaga, un barrio a medio camino entre pueblo de pescadores y zona colonial. “Allí, a principio de los setenta, mi padre, un constructor con alma de humanista, organizaba reuniones con artistas y juergas flamencas donde, a veces, se arrancaba a cantar mi madre, un ama de casa luchadora, de quien he heredado la tesitura mi de voz. Yo tenía la sana costumbre de quedarme dormido en medio de ese inspirador ‘jaleo’. En casa sonaba flamenco, pero también Silvio Rodríguez, Atahualpa Yupanqui, los Beatles y los Stones”.

 

Los intentos de su familia para convertirlo en un decente banquero o cadete de la marina fueron inútiles. Muy joven entró en la Escuela Superior de Málaga para estudiar arte dramático. Entre clase y clase se contaban historias de los antiguos alumnos: María Barranco había terminado un año antes y Antonio Banderas, tres. “Yo tenía cualidades para la expresión corporal”, recuerda Toni que mezcla su acento sureño con dejes de Madrid, donde vive hace casi 20 años. “Tras finalizar los estudios monté un grupo de mimo, llamado Delirious, con el que actuaba en teatros y cafés. También viajé a Mallorca donde trabajé en el music hall, casinos, hoteles…, pero sin abandonar mi pasión por la música, sellada a fuego desde la infancia. Siempre he tenido un rato para estar con un amigo y una guitarra hasta las cinco de la mañana”, dice.

 

 

Con 19 años llega a Madrid con la idea de buscar el papel de su vida. Conoce al director Juan Antonio Bardem y lo encuentra. Toni da vida entonces a Picasso en la serie El joven Picasso, una serie de televisión producida por la red de cadenas autonómicas, con gran éxito. “Fue una gran responsabilidad”, añade. “Siempre he intentado ser un tío pragmático, pero aquello me dio falsas esperanzas. Era muy joven y con esa edad te crees que está todo solucionado”. Evidentemente, no era así.

 

Ahora, tras numerosos papeles en el cine, llega su primer disco, Los Mares de China. Arrebatador y verdadero, Toni Zenet  suena en este álbum como un auténtico es un crooner andaluz. De sombrero y voz prodigiosa, sobre un escenario puede guardar las formas de un Sinatra sureño y un minuto después mandar el micrófono a paseo y cantar a capela para asombro de las primeras filas.

 

El álbum es también un viaje por el mundo: con un billete comprado en la copla andaluza su destino le lleva al tango argentino, el son cubano y el jazz de Nueva York. Sin tópicos. Porque Los Mares de China es fusión natural. Un viaje natural a los sentidos, con unas canciones que se podían haber escrito en los años 20, 40, o 60. Pero son de este siglo. “Cuando la gente lo escucha piensan que no son canciones originales”, cuenta el propio Zenet, “sino versiones de clásicos”.

 

Zenet no es ningún novato en la música. Sur. S.A. fue su primera banda de funky flamenco, (“cuando nade hacía funky flamenco”) con la que publicó dos discos (A golpe de pellejo y Malaracha) y de la que se conserva otro trabajo, todavía inédito. Las cosas no funcionaron como debían. Tras su desaparición nace el proyecto Zenet, que tiene su origen hace un par de años en las sesiones del bar Plaza, de Madrid.

 

La cabezonería del letrista y poeta Javier Laguna y el impulso de un cazatalentos reflotaron la ilusión de Toni justo cuando el desánimo se agarraba a su cuello. Todos tomaron como misión dar vida a unas canciones nocturnas y a la vez soleadas. Él mismo utilizó sus ahorros, buscó financiación y se metió a grabar un disco con unos músicos de jazz de categoría, que al ver el resultado se implicaron en el proyecto. “Siempre he sido Juan Palomo”, dice Toni. Y el resultado es un traje a medida, un trabajo en equipo, con denominación de origen. Si Chavela Vargas, Carlos Gardel y Frank Sinatra hubieran nacido en Málaga no necesitaríamos a Zenet. Pero no hace falta, porque para eso está Los Mares de China.

 

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