YEGOR LETOV

Yegor Letov, el airado padre del punk ruso, siempre a la contra

 

 

¿Qué sería hoy del difunto padre del punk ruso, a sus 55 años? Si algo podemos tener claro es que estaría en contra de Putin y todo lo que representa. Aunque, a decir verdad, estaría en contra de cualquier gobernante que tuviera su país, fuese de la ideología y el sistema político que fuera. Así se encargó de demostrarlo en vida, principalmente con su banda, Grazhdanskaya Oborona, con los que facturó una música que no se parecía a nada de lo que la Unión Soviética había escuchado nunca, rabiosa e incendiaria, hecha contra todo y contra todos, cargada de alienación y desesperación.

 

Esos sarpullidos eléctricos, de esencia rebelde e inconformista -casi 1.200 grabaciones distribuidas en parte a lo largo de unos 40 discos-, tomaron forma al combinar la brutalidad urbana de la provincia de Siberia, donde nació y vivió, con su personalidad contestaria e indomable. Esta es la increíble historia del icono rock más improbable surgido en una Unión Soviética incomunicada con el mundo antes de su desintegración, de un músico y poeta incomprendido entonces en su país y desconocido prácticamente en el resto del planeta.

 

“La llave para la frontera se ha roto por la mitad

Y nuestro padre Lenin está muerto

Se descompone en moho y miel de tilo

Y la perestroika continúa según lo previsto…”

 

 

Moho y piel de tilo

 

Igor Fyodorovich ‘Yegor’ Letov nació el 10 de septiembre de 1964 en Omsk, una sombría ciudad industrial al sur de Siberia. Su padre era un oficial del ejército soviético, veterano de la Segunda Guerra Mundial, y su madre una preminente doctora, cosaca originaria de Kazajistán. Ambos eran ávidos lectores y el joven Letov creció rodeado de una gran biblioteca, reconociendo a Dostoievski, Sartre, el realismo mágico latinoamericano y al poeta de vanguardia Alexander Vvedensky entre sus autores favoritos.

 

Poco después de nacer, su familia se mudó a un piso en un vecindario bastante peligroso en las afueras de Omsk. Fue aquí donde Letov viviría la mayor parte de su vida, grabando y mezclando sus álbumes en un estudio casero básico cuyas limitaciones utilizó para crear la naturaleza violenta y distorsionada de sus composiciones.

 

Los padres de Letov se habían mudado a Omsk desde Semey, una ciudad en Kazajistán que era la ubicación de Semipalatinsk-21, el principal banco de pruebas de armas nucleares de la Unión Soviética. Además de detonaciones subterráneas, los soviéticos llevaron a cabo explosiones atómicas en los cielos de la región hasta mediados de la década de los 50. Como era previsible, la familia experimentó serios problemas de salud. El hijo menor luchó durante toda su infancia con una enfermedad no diagnosticada, sufriendo varios ataques epilépticos, y los médicos llegaron a certificar su muerte clínica en una ocasión, a la edad de 12 años.

 

Su familia creía que nunca viviría mucho, así que le dejaron libertad para hacer lo que quisiera, sin preocuparse porque tuviera el mejor futuro. Cuando su hermano mayor Sergei, un reconocido músico de jazz, se marchó a vivir a Moscú, Letov lo siguió. Allí aprendió a tocar algunos instrumentos (batería, bajo eléctrico), trabó contactos con artistas de vanguardia y se inscribió en una escuela técnica profesional como constructor, para acabar trabajando como yesero. Pronto se desencantó de la vida en la capital y la abandonó, pero aprovechó para pasar antes por Leningrado y comprar su primera guitarra eléctrica

 

De vuelta en Siberia, Letov entró rápidamente en el radar de las autoridades, que estaban llevando a cabo una campaña contra los ‘parásitos sociales’. Desempleado y sin ningún deseo particular de contribuir a la causa comunista, fue amenazado con el exilio en una aldea remota en la taiga siberiana. Solo la intervención de su padre, que usó sus contactos en el Ejército Rojo para mantener a Letov en Omsk, le salvó el pellejo. Al no tener más remedio que buscar empleo, el joven comenzó a trabajar como barrendero y albañil en la gigantesca fábrica de neumáticos de Omsk, aunque también tuvo oportunidad de dar rienda suelta a su vertiente artística pintando retratos de Lenin y, cuando no lo vigilaban, carteles de agitación política.

 

Su creatividad fue espoleada al no encontrar en su entorno aquello que les gustaría leer o escuchar. Empezó a componer canciones mientras iba reuniendo amigos de ideas afines como Konstantin Ryabinov -más conocido como Kuzya UO o Kuzma-, músico y poeta que fue su fiel compañero hasta finales de los 90, además de su amigo más cercano. Con él formó su primer grupo llamado Posev (Siembra), nombre tomado de una revista disidente publicada por el NTS, una organización patriótica anticomunista fundada por emigrados en Belgrado en 1930. La elección del nombre ya daba a entender mucho de la personalidad y la filosofía anticomunista y anarquista de Letov en sus primeros años.

 

Aquella primera formación se convertiría pronto en Grazhdanskaya Oborona (Defensa Civil), tanto o más conocida por su abreviatura GrOb (Ataúd). Fuertemente influenciado por el rock más ruidoso y el punk occidentales (Butthole Surfers, Psychic TV, The Residents, Sonic Youth, Ramones, The Fall, Swans, Dead Kennedys, Throbbing Gristle, Einstürzende Neubauten…), así como por el garage de los 60, GrOb parió canciones de un sonido singularmente abrasivo que tenían muy poco en común con el rock mucho más melódico producido en Leningrado por grupos como Kino.

 

Su primer álbum, Juventud podrida, fue grabado en 1985, aunque no vería la luz hasta 1999. No solo trataba de asuntos prohibidos en su país, como las muertes del ejército en Afganistán, sino que también los encaraba de forma nihilista. La letras de Letov tomaron los clichés de la retórica soviética y los subvirtieron con un cinismo despectivo. Sus textos antisoviéticos le cerraban las puertas a un lanzamiento oficial de sus discos, por lo que empezaron distribuyendo sus discos en ‘magnitizdat’ -grabaciones secretas en casete de conciertos clandestinos-. La banda tampoco tenía posibilidad de que se le permitiera tocar en conciertos oficiales, así que solían hacerlo en actuaciones secretas ocasionales en sótanos o apartamentos.

 

A medida que las viejas formas artísticas soviéticas se volvieron escleróticas, y en ausencia de una alternativa patrocinada por el estado, los nuevos estilos fueron desarrollándose orgánicamente y fueron abrazados por un público hambriento de cambio. Por ello, el grupo, aprovechando la coyuntura, se fue convirtiendo en un cierto culto musical que se iba extendiendo gracias al boca-oreja, al margen de los canales oficiales.

 

En una sociedad bajo control como la soviética, era lógico que antes o después acabasen llamando la atención de la policía secreta. Pero con lo que no contaban es con tener el enemigo tan dentro, en la misma cocina: la madre de su segundo guitarrista Andrei Babenko, que era una componente destacada del partido, los denunció por actividades soviéticas. En noviembre de 1985, el KGB comenzó una investigación sobre un supuesto complot de los miembros de GrOb para hacer estallar una refinería de petróleo local.

 

Las acusaciones eran ridículas, pero las consecuencias fueron más que serias: Kuzma fue enviado a Kazajstán para servir en el Ejército Rojo a pesar de sufrir una afección cardíaca. Por su parte, Letov, quien amenazó con suicidarse en protesta, fue sentenciado a tres meses en un hospital psiquiátrico, donde era una práctica común inyectar a los pacientes dosis masivas y debilitantes de potentes tranquilizantes, sedantes y otras drogas. Desde el 8 de diciembre de 1985 hasta el 7 de marzo de 1986, Letov fue sometido a un tratamiento forzado con antipsicóticos. Si no perdió del todo la cordura fue porque dedicó los ratos de lucidez a escribir historias, poemas y letras para sus futuras canciones, marcadas, eso sí, por un odio visceral.

 

Afortunadamente para Letov, su hermano Sergei urdió un plan favorecido por los primeros movimientos en favor de la perestroika, haciendo saber a sus amigos músicos en Moscú -muchos de los cuales eran topos de la KGB- que, si su hermano no era liberado, invitaría a corresponsales occidentales a una conferencia de prensa y anunciaría que las reformas de Gorbachov eran una patraña, ya que estaban encerrando a músicos disidentes en Siberia. Pocos días después, Letov era ‘liberado’.

 

 

Cómo se templó el acero

 

Lleno de ira por el trato dispensado por la KGB, y resentido con el corrupto sistema soviético, Letov graba al salir una canción desafiante sobre Lenin “pudriéndose en su mausoleo» y, a continuación, cinco álbumes urgentes entre mayo y junio de 1987. Tres días le dedica a cada uno y en ellos toca todos los instrumentos, retando al sistema con títulos como Totalitarismo, Necrofilia, Como se templó el acero, El álbum rojo y Ratonera. Consciente de las limitaciones de su equipo, Letov decide que, si solo puede lograr un sonido de mierda, lo haría aún más horrible y distorsionado, para sacudir las conciencias adormecidas y sometidas por el régimen.

 

Su decisión de construir sus canciones con obscenidades extraídas del vasto arsenal de palabrotas del idioma ruso, en las que expresar su feroz desprecio hacia la retórica estatal, era nada más que el elemento más visible de una realidad que impedía ver mucho más allá: en sus complejos textos había más que una simple blasfemia, incorporando poesía de vanguardia, jerga callejera y el léxico de la no conformidad.

 

En 1987, y con sus primeras grabaciones circulando fuera del circuito oficial, GrOb  fue invitado a última hora a participar en el primer festival de rock de Siberia celebrado en Novosibirsk, al fallar las estrellas locales Zvuki Mu. El concierto había sido aprobado por funcionarios locales del Partido Comunista, que esperaban demostrar que la perestroika y el glasnost habían llegado a Siberia. Por supuesto, Letov tenía su propia agencia y quiso retar a la tolerancia real de las autoridades, apareciendo el grupo en el escenario bajo el nombre de Adolf Hitler. Como era de esperar, fue demasiado incluso para un sistema soviético que quería presentar síntomas de reforma. El grupo fue expulsado del escenario después de pocos minutos. En aquel festival participaba también Yanka Dyagileva, una poetisa punk-folk que se abría paso en la escena musical soviética underground y que, a partir de ese momento, se convertiría en su pareja durante tres años, hasta el aparente suicidio de ella a los 24 años.

 

Cuando Letov regresa al domicilio familiar días después, sus familiares le informan de que algunos miembros de la KGB andan buscándolo, por lo que decide fugarse con su novia. Durante un año vagan por Siberia, haciendo autostop, hasta que su familia intercede por él ante las autoridades y consiguen convencerles para que no tomen represalias.

 

A fines de 1987, las reformas de Gorbachov estaban ya en pleno apogeo y se iban levantando las restricciones a la música rock. Muchas de las bandas en activo firmaban acuerdos discográficos con el sello de música estatal Melodiya y se les permitía hacer giras. Sin embargo, en el caso de GrOb sucedió justo todo lo contrario: se prohibió a todos los músicos de la Unión Soviética que tocasen con Letov. Solo su amigo Kuzma se atrevió a continuar con él, y ambos se embarcaron en una gira por las chatarrerías y vertederos de Siberia grabando música industrial con lo que pillaban. Para ello adoptaron un nuevo nombre que era una pura afrenta: Comunismo.

 

En el invierno de 1988, Letov está de vuelta en casa y graba tres álbumes más en su estudio conocido como GrOb Records. Fue durante este período que Letov escribió algunas de sus canciones más conocidas, incluida la mordaz “Vse Idyot Po-Planu” (“Todo va según el plan”) , un relato en tercera persona de un tipo corriente que asiste a la desintegración del sistema soviético. En ese mismo año, la banda, reunida para la ocasión, comienza a dar conciertos regularmente por la URSS sin mayores altercados.

 

Los cuatro discos que Grazhdanskaya Oborona edita en 1989 muestran una clara influencia industrial, y son a menudo considerados los mejores de su trayectoria. Las letras de Letov se habían vuelto más oscuras y elaboradas, inspiradas en la filosofía y la literatura existencialistas. Algunas canciones también mostraban su interés por el folklore siberiano y las creencias precristianas. Al mismo tiempo, Letov, Kuzma y otro músico (Oleg Sudakov) comienzan un proyecto paralelo conceptual llamado Anarquismo, donde combinaban el arte soviético más kitsch y la poesía estalinista con experimentos con el ruido.

 

 

Todo va según el plan

 

A pesar de los síntomas de apertura en la sociedad soviética, los medios ignoraban a todo aquello en lo que Letov se involucrase, debido a sus letras obscenas y su postura antiautoritaria. Tampoco ayudaba que, por ejemplo, llamase “grandísimo hijo de puta” a Artemi Troski, el crítico musical más conocido del país, en un festival delante de 15.000 personas -este, por su parte, lo calificó de farsante-. La situación no parecía que fuese a cambiar una vez derribado el muro de Berlín, así que Grazhdanskaya Oborona decide separarse después de su concierto final en Tallin en 1990, tras asegurar Letov que temía que se convirtieran en un ‘proyecto comercial de pseudo contracultura’.

 

Durante los siguientes tres años, Letov no actuaría en vivo, grabando tres álbumes de rock psicodélico bajo el nombre de Egor I Opizdenevshie (Yegor y los Jodidos), discos que siempre consideró como sus mejores obras. Finalmente en 1993, Letov decide reformar GrOb. Mantenía un público fiel en Siberia, aunque el rock ruso comenzaba a diversificarse a medida que surgían otros estilos. Su trabajo también había perdido su urgencia y, además, sus textos, relacionados de alguna manera con el régimen dictatorial, se habían quedado un tanto desfasados.

 

Fue entonces, con la Unión Soviética desaparecida y la contracultura desorientada al haberse esfumado su principal enemigo, cuando llegó el período más dramático y controvertido de la vida creativa de Letov. En la Rusia del capitalismo mafioso de Boris Yeltsin, el músico se convirtió una vez más en parte de la clandestinidad y en una de las voces destacadas de la nueva oposición anticapitalista -y a menudo antioccidental- de Rusia. En mayo de ese año, se asoció con el enfant terrible de literatura rusa Eduard Limonov y el filósofo Alexander Dugin para formar el Partido Nacional Bolchevique (NBP), un movimiento de acción directa que buscaba fusionar a la extrema izquierda y a la extrema derecha en oposición al gobierno del presidente Boris Yeltsin. Incluso llegaría a realizar una gira por el país para promover al candidato comunista Víktor Ampílov.

 

Los gobernantes del país y el capitalismo desatado que había empobrecido a millones de rusos fueron los nuevos blancos de su ira. Su política, anteriormente antisoviética, se transformó en sus textos en un nacionalismo radical. Por eso sus letras se volvieron a partir de ese momento más dependientes de las procacidades para impresionar a la audiencia, y la música en sí también se volvió más cruda.

 

En esa época vivió la vida de una estrella del rock que hasta entonces se le había escapado y, a pesar de su posterior reconversión espiritual, las drogas, el alcohol y las mujeres fueron su prioridad, al menos hasta que se casó con Natalya Chumakova en 1997. Atrayendo a un público más radical y violento, sus conciertos se convertían con frecuencia en batallas campales entre OMON, la notoria policía antidisturbios de Rusia, y los seguidores del grupo.

 

Los problemas no acababan. En 1999, después de su primera gira por Estados Unidos, Kuzya dejó la banda después de muchos años a su lado. A finales de año, el guitarrista del grupo Evgeny ‘Makhno’ Pyanov moría después de caerse desde la ventana de su apartamento después de una larga noche regada con alcohol. Tenía 29 años de edad. Aun así, Letov no estaba dispuesto a renunciar a su proyecto: reclutó a un nuevo guitarrista (Alexander Chesnakov) e invitó a su mujer a tocar el bajo.

 

Tras ocho años en política, Letov cortó sus lazos con el NBP y se convirtió en lo que él mismo llamó un ‘cristiano global’. Su grupo adoptó una imagen menos desafiante aunque su sonido se mantuvo agresivo y veraz como en el pasado. Llegaron a  hacer una gira por los Estados Unidos y en los países de la antigua Unión Soviética, aunque evitando en la medida de lo posible los grandes festivales junto a otras bandas: Letov creía que los grupos de rock rusos aún no habían alcanzado el nivel de sus homólogos en extranjero, en especial de Love, al que siempre ponía como su referente. Fueron años en que la banda era reivindicada y en los que se grabaron varios tributos.

 

En 2007 aparecía el último álbum de Letov, ¿Para qué soñamos?, que su autor definió como ‘brillante’. Grabado como siempre en su estudio, cuenta con un sonido menos oscuro y más psicodélico.  En él, la voz de Letov suena más natural y tranquila. Parecía estar alcanzando al fin una paz consigo mismo que se vio truncada cuando falleció de insuficiencia cardíaca y respiratoria mientras dormía en su casa en Omsk el 19 de febrero de 2008. Tenía solo 43 años de edad, pero había vivido varias vidas

 

Desde entonces, su viuda ha producido un documental sobre los primeros años de GrOb, I Don’t Believe in Anarchy (No creo en la anarquía). La música de Letov sigue viva y ha demostrado ser popular entre las generaciones postsoviéticas. De hecho, en la Rusia puritana de Putin, donde las indecencias se han purgado del arte y el cine, las palabras de Letov han recuperado gran parte del valor de choque que poseían durante el período soviético. Su música se había transformado en su último disco y no está claro qué dirección habría tomado de haber seguido vivo. Pero de lo que no cabe duda es que se habría mantenido fiel a sus principios de inconformidad inquebrantables. De hecho, no hay mejor resumen de su vida y de su obra que la sentencia definitiva que dejó escrita en una de sus canciones: «Siempre estaré en contra».

 

 

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