WHITE LIES 2009

White Lies, todo ha de ser amor o muerte

 

Siendo adolescentes, en lo que ahora parece otra vida, White Lies formaron una banda llamada Fear Of Flying, englobados en la escena de clubes para menores de edad. Se conocían desde que eran unos chavales en el Oeste de Londres y tocaban juntos desde que el bajista Charles Cave y el batería Jack Lawrence-Brown golpearan un trozo de madera y el triángulo jugando en el colegio. No muchos años después formaron un grupo, a los quince años, con el cantante y guitarrista Harry McVeigh. Por su parte, Jack consiguió su primera batería el día siguiente a formar el grupo.

 

Pasaron esos años tocando bolos entre semana ante una entusiasmada y floreciente base de fans, y a medianoche sus madres los recogían a tiempo para poder reunirse por la mañana y ensayar con el objeto de encontrar su camino musical. Empezaron con un nervioso deseo de hacer cualquier tipo de música que pudieran, con influencias distintas según el variado gusto musical de cada uno de sus componentes.

 

El pasado mes de octubre compusieron una canción de rock elegíaco de nombre “Unfinished Business”, de quince minutos de duración. Al ser conscientes de que era la primera de sus canciones que tenía algo más que la típica obra de unos entusiastas becarios decidieron en el profético camino de vuelta a casa en metro desde el estudio que Fear Of Flying estaban muertos; en ese momento nació White Lies.

 

“Pensamos que aquello era el principio de algo, que aquello nos encaminaba hacia otra dimensión mucho mejor”, dice Charles Cave, el bajista. “Y llegó un punto en que nos dimos cuenta de que teníamos esas canciones que sonaban muy diferentes, así que decidimos pasar página”.

 

White Lies habían emprendido su camino. Con su estilo oscuro y denso, “Unfinished Business” se nutría de sintetizadores de órgano de iglesia, galopantes notas de guitarras y menciones a llevar sangre en las manos. No es extraño, pues, que el cantante Harry McVeigh pareciera un predicador tipo Julian Cope al frente de unos Interpol más melódicos.

 

Su transformación tenía que ser total. Su imagen se hizo más oscura para acomodarse a su nuevo estado de ánimo y sus conciertos empezaron a llenarse. “Queríamos que nuestro primer concierto fuese espectacular, que sonara increíble, tenía que ser perfecto”, asegura Jack. “Fue bastante intenso, había amigos a punto de llorar”. “Es algo casi religioso”, asiente Harry. ¿Algo así como un culto? “Así es”, sonríe Charles.

 

 

Charles es el compositor de las sorprendentes letras de la banda, historias un tanto pervertidas salidas de una ciudad llena de bocazas y parados grises como es Manchester, con una mirada de un Nick Cave con sobredosis de James Herbert y tragedias de Shakespeare. Él es el creador de esos cuentos oscuros y cinematográficos de asesinatos, locura, venganza, perdida y amor más allá de la tumba.

 

“Ahora mismo estoy trabajando en una canción que trata de una chica que odia a sus padres tanto que ellos, como venganza, incluyen una cláusula en el testamento que la obliga a disecarles y tenerles en la habitación principal de la casa para que tenga que verlos todos los días”, continúa Charles, no sin dejar de caer una fase lapidaria. “Es uno de los temas más luminosos”.

 

¿Y que hay de la canción que hizo que todo cambiara? “Unfinished Business” es un cuento espectral sobre una discusión de dos amantes que acaba mal”, explica Charles. “Tenemos otra canción llamada “E.S.T.” que trata sobre la problemática y la moral de los tratamientos de electro-shock”.

 

Ciertamente no son el catálogo de los temas mundanos que preocupan a muchos artistas, pero el resultado es un rock un tanto monolítico lleno de sintetizadores y desolación, desesperación y, finalmente, un rayo de esperanza. Todo ello lo combinan con la elegancia orquestada de “From The Stars” y la lograda melodía de “Death”, que los configuran casi como una banda nacida para tocar en iglesias.

 

 “Definitivamente es algo que queremos hacer, da igual que sea en un extraño sitio al aire libre o en una vieja iglesia”, asegura Charles. “Si encuentras algo que casa con tu sonido, eso transporta a la gente a tu mundo”, asiente Harry. “Quizás deberíamos pensar en tocar en la orilla de un lago rodeado de enormes montañas. Nuestro nuevo nombre, White Lies (Mentiras piadosas), suena bastante puro”, reflexiona Jack, “pero también suena retorcido y tiene una carga de profundidad como nuestra música.”

 

 

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