Un pequeño mundo

Un pequeño mundo

Laura Wandel (Avalon)

 

 

Si ya es motivo de desasosiego el acoso escolar, más aún resulta verlo tratado en la pantalla desde la visión de una niña, en este caso de siete años. No es solo que en todo momento sea ella quien va descubriendo lo que sucede y haciendo explícita su reacción, sino que, en una afortunada decisión de su directora, la cámara está siempre a su altura. No a lo de los mayores, no a la de sus profesores ni a la de sus padres, sino a la de sus ojos, con buena parte de los hechos violentos sucediendo fuera de cámara.

 

Por ello esta película belga breve, concisa, se convierte en una de las mejores reflexiones sobre cómo los primeros años de una vida influyen en construir una opinión del mundo que determina la existencia a partir de ese momento y marcan toda la vida adulta. Son las relaciones que se construyen desde los pupitres y en la selva que es el patio, y las decisiones que se toman ante las disyuntivas para las que nadie ha preparado a los más pequeños, las que marcan definitivamente.

 

Hay un momento en la película en el que el acosado reproduce lo que él ha vivido, seguramente influido también por lo que ha visto en las reacciones de los adultos. Es, tal vez, el momento en el que el guion se vuelve más veraz, más creíble, completando totalmente esa inmersión sensorial en la mente y el corazón de quien sufre esa violencia cruel hasta sus más abyectas consecuencias.

 

 

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