ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 TINDERSTICKS

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Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 1997


La hiel de Tindersticks

 

 

A veces resulta difícil que nos gusten, eso está claro. Seguramente te será imposible escuchar sus lamentos en la radio. Parecen más tristes con cada nueva canción. Sus discos no escatiman duración o intensidad. Y nunca, nunca les verás una sonrisa.

 

Pero deberíamos amarlos profundamente. Su tercer disco -sexto si contamos sus dos directos y la banda sonora de la película francesa "Nenette et Boni"- viene a confirmar aun más que nunca que ningún hombre triste enfundado en un traje de corte clásico sonó tan bien.

 

Curtains es tan interesante como los dos discos que le precedieron, colecciones de canciones que oscurecen todos los intentos previos de languidez alcoholizada. "Another Night In" fluye y se crece entre cuerdas furiosas, con Stuart Staples sollozando todo el rato como un hombre que acaba de perder a su mujer, su perro y la colección completa de los discos de Leonard Cohen. Y resulta hermoso. Así que estamos en territorio familiar. La dieta habitual de personajes suspirando de amor, relaciones que se desmoronan, corazones rotos y dudas terminales.

 

 

"Rented Rooms" es elegantemente sórdida, abriéndose con una sección de cuerda que brilla como luz de luna en callejones oscuros y empedrados. Staples ofrece su mejor interpretación aquí, un libertino que observa impúdicamente el sexo vacío en hoteles baratos, mientras su voz es una sombra sepulcral batiéndose entre guitarras de ambientación latina.

 

Los instrumentistas no son los más lustrosos del universo, pero confirman su condición de perfecto fondo sonoro para el desgarro: la forma en la que la dispersa "Don’t Look Down" se transforma en un absorbente y doloroso clímax al estilo de Henri Mancini es un lujo por el que debemos estar agradecidos; o el soporífero vals "Dancing", como si se tratase de una interpretación aún más arrastrada de cualquier canción de Nick Cave.

 

Curtains es la banda sonora perfecta para todas aquellas veces que uno se ha sentado solitario en la barra del bar, hundiéndose en su propia miseria. Al fin y al cabo los momentos más tristes son los que proporcionan mayor seguridad en uno mismo.

 

Xavier Valiño

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