ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 RUIDO, EL ESTADO DE LA ESCENA ESTATAL

ULTRASONICA ARTÍCULOS 1997 RUIDO, EL ESTADO DE LA ESCENA ESTATAL

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 1997


¿Mucho Ruido? y pocas nueces?

 

El verdadero estado del pop estatal

 

 

Por supuesto que una compañía tiene todo el derecho a exprimir su catálogo -y parte del de otros afines-  e intentar sacar el máximo rendimiento a su inversión. Máxime tiendo en cuenta que ese sello está siendo el único de los grandes mínimamente preocupado por dar cancha a la creatividad y a las últimas tendencias. Ruido?, ya en su segundo capítulo, el recopilatorio de parte de las bandas más representativas de los últimos meses, es su apuesta y su inversión, así como nuestra excusa para hacer balance de una escena ¿asentada? 

Les intentan colocar la denominación genérica de ‘tercera generación del pop estatal’ y, a fuerza de aceptarlo, van a tener que acabar creyéndoselo. Los lejanos albores de los 60 y la explosión sin precedentes de los primeros 80 les contemplan, aunque tal vez la rebeldía juvenil que se les supone les impida aprender de tal ejemplo o aceptar como propias algunas influencias evidentes y retenidas en el subconsciente -tan sólo Los Planetas, en un extraño alarde de sinceridad, han dejado caer sin demasiada convicción nombres como Mamá-.

Si asumimos a los repescados de la segunda época, su carta de nacimiento estaría fechada en la segunda mitad de los años 80. Precursores aún en activo como  Los Enenmigos, Javier Corcobado o Surfin’ Bichos -estos últimos ahora escindidos  en dos de las propuestas recientes más solventes: Mercromina y Chucho- se adelantaron a su tiempo fijando las bases principales de lo que vendrían a significar sus acólitos en los 90. 

Su principal preocupación es no socavar una serie de principios casi dogmáticos, reducidos a un sólo término: credibilidad. Las garras de las grandes empresas no se han afilado todavía en exceso, pero, ¿cómo hacerlo frente a bandas que nacen todas en la independencia más combativa? Por suerte, hasta ahora han preferido apostar por la opción minoritaria y sin recompensas claras, a base de discos de corta edición, giras vividas desde la furgoneta y pequeñas glosas en los medios especializados.

 

 

Lagartija Nick abrieron el camino del asalto a la multinacional, puede que quemándose en el empeño -y en el de su evidente carga intelectual-, y tan sólo Los Planetas consiguieron ir tras su estela manteniendo su fiel audiencia sin perder un ápice de la tan estimada credibilidad. Los Enemigos son caso aparte, por ser los más veteranos y haber vivido en sus carnes el continuo salto de compañía en compañía.

 

De eso se trata: contar con apoyo y distribución mayoritarias, con las mínimas renuncias y manteniendo el control sobre el producto final. La última avanzadilla ha conseguido lo más difícil: retener la supervisión sobre su trabajo con ediciones independientes y conseguir toda la promoción y el respaldo de la misma compañía multinacional, reservándose ésta un futuro fichaje si llegan a una mínima cantidad de ventas. Por ese camino transitan ya Australian Blonde, Penélope Trip, Nosoträsh, Corn Flakes y El Niño Gusano. De su suerte depende la continuidad y las futuras incorporaciones al modelo.

 

Dentro de esa aparente vocación de marginalidad, y siempre que asimilemos que todo lo que no se cuenta en miles de unidades queda reducido a una mínima repercusión, el idioma parece ser el otro elemento definitivo y el más insalvable, aunque no debería dejar de ser considerado algo accesorio. En una manifestación cultural que tiene al inglés como idioma mayoritario, lo cierto es que parte de los posibles destinatarios no dejan de dar la espalda a quienes no se expresan en castellano.

 

Lo importante deberían ser las canciones, y Maddening Flames, Manta Ray o Australian Blonde las tienen y podrían competir en igualdad de condiciones con sus coetáneos de más allá de las fronteras. Es una lástima pensar que si utilizaran el castellano su suerte podría cambiar radicalmente. Pero ahí volveríamos al capítulo de renuncias que no entran en el guión y, hasta el momento, sólo Paperhouse o My Criminal Psycholovers se han atrevido a traicionar sus planteamientos iniciales.

 

Al menos se ha conseguido un circuito más o menos estable de locales de aforo reducido, receptivas a este tipo de grupos, un fenómeno que siempre ha estado ahí, sobreviviendo con mucha voluntad, aunque reducido a su mínima expresión. Puede que el Norte haya puesto sus señas más evidentes y el centro geográfico de la explosión se ha trasladado de Vigo a Gijón -cantera inagotable del noise en inglés- y Donostia -con su cantera más entrañable y dulce: Le Mans, Family, Daily Planet, El Joven Bryan Superstar, La Buena Vida-.

 

 

Ya no cabe tampoco la excusa de los medios. Sigue sin leerse prensa especializada, pero hoy, más que nunca, la escena tiende a infiltrarse en los medios generalistas, sobre todo los escritos. Y no es porque los grupos hayan tenido un arrebato lúcido y vayan solicitando su hueco, sino que los grandes imperios de la comunicación necesitan renovar su clientela y van directamente a la yugular de lo juvenil e impactante, mostrando en el diseño, por otra parte, su desorientación y desconocimiento.

 

Mientras unos se alían con el pasado tipo Byrds -Los Valendas, Cocrodiles, Pribata Idaho- otros hacen del noise profesión de fe -El Inquilino Comunista, Cancer Moon-, y ya hay quien ha derivado de este camino al otro -Parkinson DC-. Justo en el momento en que la mayoría empieza a comprender que el mimetismo con un sonido tipo Pixies-Sonic Youth ha sufrido un uso y abuso que llevaba sin remisión al callejón sin salida más lúgubre.

 

Falta ambición y ganas de traspasar el reducido ámbito que ha dado carácter a la escena. Oasis es un ejemplo tan evidente de la misma situación -aunque en otras latitudes- que parece mentira que nadie se haya decidido a seguirlo todavía. Tal y como están las cosas, Los Planetas son los únicos con las ideas lo suficientemente claras como para seguir ese modelo y salir triunfantes. Cuentan con el beneficio de la duda y la falta de competencia directa.

 

Xavier Valiño

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