PAVEMENT

Pavement, recambio de culto para los R.E.M.

 

 

            El primer disco de Pavement, Slanted and Enchanted, explotó como una bomba de relojería en buena parte del mundo rock, aunque, eso sí, entre los que buscan siempre los sonidos más alterna­tivos a las bandas asentadas. Pocas veces tiene un efecto tan asombroso el debut en larga duración de un grupo independiente desconocido; de repente, nuevos grupos les citaban como una influencia básica y cada revista, programa de radio o fanzine con algo de curio­sidad quería entrevistar a los cinco res­ponsa­bles de uno de los discos clásicos del 92.

 

            Lo más destacado de aquellos meses llegó con dos exitosos y calientes conciertos en Txitxarro y el K.G.B., y una fiesta, parece que inolvidable, en una discoteca barcelonesa, que ayudó al grupo a enamorarse definitivamente de España. La razón de esa ‘Pavement-manía’ está en su habilidad poco normal para escribir melodías que no se pueden olvidar fácil­mente, aunque pretendan complicarlas con sonidos experi­menta­les, con lo que el resultado se vuelve más intere­sante por menos perfecto que sea.

 

            Ellos eran, desde el principio, el vocalista Steve Malk­mus, un personaje con una personalidad bastante particu­lar, el guitarris­ta Scott Kannberg, el bajista Mark Ibbald y los baterías Gary Young y Bob Nastano­vich. Antes de aquel primer disco habían editado un mini-LP, Perfect Sound Fore­ver, más anárquico y amateur si cabe.

 

            Algo similar contenía la recopilación Westing (By Musket And Sextant), editado en el 93, con aquel mini-LP, cuatro singles anteriores y dos canciones recuperadas de distintos recopilatorios. Al igual que todos los lanzamientos de Pavement, llegó al primer lugar de las listas independien­tes británicas e, incluso aquí, sus ventas fueron importantes para un grupo de su alcance.

 

            Después, el single «Trigger Cut» venía con las inéditas «Sue Me Jack» y el climático «So Stark», algo que se repite en el nuevo single «Cut Your Hair», con el regalo extra de los inéditos «Camera» y «Stare». De todas formas, el lento camino lejos del culto llegaría con el EP de cuatro canciones «Watery, Domestic» y las incluidas en dos recopilatorios de finales del año pasado: en Born To Choose, un disco benéfico a favor de la libre elec­ción del aborto para las mujeres, incluían «Greenlander», y en No Alternative, la versión independiente de la lucha contra el SIDA, estaba «Unseen Power Of The Picket Fence», un homena­je nada encubierto a R.E.M., con un recitado que rememoraba alguno de sus mejores momentos.

 

            También tuvo su importancia el abandono de Gary Young, el batería que prestaba su casa como estudio de grabación y que tiraba del resto de la banda hacia los sonidos más alucinados. Su sustituto, Steve West, parece estar más por esta nueva evolución, que se descubre definitivamente en Crooked Rain, Crooked Rain, su segundo disco. De esta forma, su caótica carrera parece haberse enderezado y, si antes las referencias eran los Pixies o The Fall, por hablar de dos grupos bien distintos a ambos lados del Atlántico, ahora la línea a seguir la marcan los R.E.M, más en cuanto a actitud que musicalmente.

 

Por fin aparece una cierta lógica en las canciones y hasta suenan accesibles, con brillantes melodías, estructuras más trabajadas e, incluso, algún que otro estribillo contagioso. Queda algo del viejo espíritu, como si en cualquier momento fueran a desmadrarse. Escucha, si no lo crees, ese extraño instrumental jazz enlo­quecido para bandas sonoras de segunda fila que es «5-4 Uni­ty», la locura punk de «Unfair», las dos partes diferentes de «Stop Breathin'» o la produc­ción cutre de «Hit The Plane Down», algo evidentemente preconcebido.

 

            Por contra, ahí tienes el pop glorioso de gemas como «Gold Soundz» y «Cut Your Hair», la triste belleza de «Newark Wilder», «Range Life» y «Fillmore Jive» o los acostumbrados homenajes: The Velvet Underground en «Heaven Is A Truck», Big Star en «Elevate Me Later» y Neil Young en «Silence Kit». O sea, lo justo como para abandonar definitivamente el ingrato terreno de la marginalidad.

Xavier Valiño

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