ULTRASÓNICA 1997 ENTREVISTA CON CHUCHO

Chucho, ladrándole al infierno
 

 

A Fernando Alfaro le costó más que a sus compinches sobreponerse a la disolución de Surfin’ Bichos. Una vez que superó sus problemas personales, y unido a dos de los miembros de República Gorila, empezó a trabajar en Chucho. La razón por la que sus canciones han tardado en publicarse nos la explica el propio Fernando. 

 

¿Veis vosotros evolución en el grupo desde el primer EP hasta 78?

– Esa evolución no puede considerarse tal, porque, aunque desde fuera se puedan ver tres discos -los dos Eps, el de «Conexión de hueso» y «Sal EP», y el LP 78-, casi todas las canciones fueron trabajadas en la misma época. En el verano del 95 empezamos en serio y, luego, en febrero del 96, se editó el primer EP. Hasta el disco pasó un año, pero no tiene nada que ver, ya que nosotros teníamos las canciones trabajadas desde entonces, al menos en una versión de maqueta, y en principio el LP iba a salir editado a continuación. Que al final, por el acuerdo con Virgin y los retrasos en la grabación, se publique ahora no quiere decir que sean canciones nuevas. En tal caso, el sonido sí es diferente, ya que el EP quedó mucho más crudo, más visceral.

 

Supongo que, además de ser el número de cromosomas del perro, habrá algo en el año 78 que os decidió por este título.

– En principio, el título nos sonaba bien -Chucho, setenta y ocho- y eso es todo lo que pretendíamos. Luego hemos ido empezando a descifrar todos los posibles significados que tiene el título. Para empezar está el número de cromosomas del perro. Claro que también ése fue el año de la invasión del Reino Unido por ABBA, y ése es un grupo que a los tres nos gusta. También está lo de los Sex Pistols, pero ése fue el año de su desintegración. Y además es el número de las revoluciones por minuto que tenían los viejos platos y los discos de cuarzo. Yo aún tengo uno y pruebo de vez en cuando a poner los discos de vinilo de los grupos a esas revoluciones. No veas las sorpresas que te llevas.

 

Lo que más sorprende, a pesar de la unidad del disco, es que toca aristas muy diferentes: lo dulce y lo trágico, lo agrio y lo poético, lo mágico y lo existencial…

– Eso es algo que tiene que decir quien lo escucha. Pero está claro que lo que pretendo es dejar un trozo de mi vida en cada canción, con todo lo que me sucede, y por eso puede parecer que llega a todos esos extremos. Si es así, es que algo se ha conseguido.

 

¿Hasta que punto existe democracia en el grupo?

– Nunca he creído en la democracia creativa. Ya con Surfin’ Bichos no se aplicaba demasiado, y es que resulta difícil. La mayoría de las canciones en Surfin’ eran mías y, aunque contaba con Joaquín, José Manuel y Carlos para darles forma, la verdad es que yo tenía claro como tenían que ser. Ahora con Chucho sucede un poco lo mismo. También las canciones son mías. Javier y Juan Carlos pueden ayudarme a darles forma, y respeto su punto de vista, pero no pude ser una democracia al 33%, donde todos decidamos por igual, ya que no tiene ningún sentido.

 

Supongo que el contacto con los sampleados y la nueva tecnología viene por tus dos compañeros en Chucho. ¿Cambian las canciones al tratarlas con la tecnología?

– La tecnología la hemos asumido orgánicamente, forma parte de nosotros. Es cierto que ellos ya habían experimentado con su grupo República Gorila. Pero las canciones se componen unas con guitarra acústica y otras con programaciones, y luego las trabajamos los tres. Cuando les damos forma intercambiamos los instrumentos acústicos, eléctricos o electrónicos, aunque es verdad que cada uno se encarga luego de un instrumento dentro de un formato de formación clásica: Juan Carlos al bajo, Javier a la batería y yo a la guitarra. En el disco hay ambientes de batería, tecnología punta, un montón de colores en las guitarras y, a la vez, introducimos teclados o vientos, como en «Un ángel turbio”.

 

¿Qué gana la composición al tener un estudio en casa?

– Es algo que tengo infrautilizado. Sí puede ayudar mucho, sobre todo a la hora de experimentar y componer una canción, aunque la principal aportación es el tiempo. Puedo estar las horas que quiera trabajando y experimentando sin preocuparme por las limitaciones y puedo hacerlo cuando me venga en gana. De todas formas debería aprovecharlo más.

 

El amigo de las tormentas, el último disco de Surfin’ Bichos, tardó más de un año en editarse. ¿Era la ruptura inevitable o se vio acelerada por esto?

– Es un poco largo de explicar, aunque se puede intentar. El retraso  no fue algo que acelerara lo que ya venía. Nosotros ya habíamos grabado el disco un año antes. Entonces llegó un responsable de la compañía y decidió que tenía que sonar de otra forma, y yo me negué a que no se escucharan las guitarras. Mientras tanto nosotros nos íbamos distanciando. Desde el principio habíamos sido un grupo de amigos y no quería que la cosa terminara mal, así que antes de llegar a ese punto, Surfin’ Bichos desapareció. Luego, más tarde, se editó el disco, respetando lo que yo pretendía.

 

Curioso que, después de desaparecida la banda, haya un renacido interés por vosotros ¿Qué os parece la edición de El infierno B. Rarezas?

– La edición fue una decisión nuestra, con nuestro sello Limbo Star. Había un montón de canciones que habían quedado perdidas, sin la suficiente repercusión, como las caras B de Fuerte, que fue un disco que sólo se editó a nivel promocional y que la gente nos pedía continuamente. Entonces lo comentamos entre todos y al final nos decidimos a recuperarlas. Ellos estuvieron totalmente de acuerdo.

 

Limbo Star nació para daros cobijo. ¿Hay previstos otros lanzamientos?

– Limbo Star es una empresa mínima. El personal de la compañía somos Isabel León y yo, y entre los dos llevamos todo. Pero claro que tenemos pensado editar otras referencias de cosas que nos interesen. De todas formas, por ahora nos hemos centrado en el disco de Surfin’ Bichos y el lanzamiento de Chucho. También tenemos editado el Limbo Press, un fanzine que pretende informar sobre Chucho y los grupos que se vayan añadiendo al sello, conciertos, etc.

 

¿Se van a recuperar las primeras canciones de Surfin’, como el de La luz en tus entrañas?

– Sí. Los master de las grabaciones los tenía Servando Carballar. Aunque los Del-Tonos han tenido sus problemas con él, nuestras relaciones son fluidas. Gracias a eso, le pude comprar los master originales de las grabaciones que habíamos hecho para La Fábrica Magnética y ahora pensamos hacer una edición de La luz en tus entrañas en compacto, como se merece, ya que el prensaje original era infernal. Igual que pasaba con las canciones perdidas que aparecen en El infierno B. Rarezas, nos siguen llegando peticiones para poder tener acceso a aquellas canciones.

 

La aparición de dos grupos tras la disolución no ha significado una ruptura total. Incluso vuestros EPs del año pasado tienen más de una cosa en común. ¿Sentís que son mundos paralelos, que ellos son vuestros auténticos hermanos carnales?

– No había caído en las semejanzas entre nuestros Eps, pero, ahora que lo dices, es cierto que existen. De todas formas ellos grabaron antes y ya tienen dos discos que a mí personalmente me gustan mucho. Fueron muchos años en común y los conozco lo suficientemente bien, aunque eso no quiere decir que aún no me puedan sorprender. Lo nuestro es distinto como se puede comprobar por los discos, pero sí hay algo de esa hermandad, y seguimos parando en los mismos bares cuando vamos camino de Madrid. Algo querrá decir.

 

Vosotros, que habéis pasado por varios sellos, ¿no os parece que la industria es ahora más conservadora que hace unos años?

– Gran parte de la culpa está en los medios. Parece que existe un boom o se crean esas expectativas, pero luego no hay nada. Creíamos que el año pasado habíamos tocado fondo, con el tema de conciertos, pero este año aún es menos esperanzador. Si vieras como veo todo esto, yo que trabajo en una gasolinera…

 

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