TONI ERDMANN

Toni Erdmann

Maren Ade (Golem)

 

Tratada cientos de veces en el cine, la historia de un padre que desea retomar el contacto con su hija (y hacerla feliz) no resulta una historia con demasiadas posibles enfoques. Para complicar más las cosas, el guion filmado por la directora alemana Maren Ade, en su tercera película, es todo menos complaciente: tan original como extravagante, tan insólita como personal, tan incómoda como hilarante, no resulta fácil empatizar con sus protagonistas.

 

Siempre en el límite, pero consiguiendo sobreponerse en todo momento al absurdo empleándolo como herramienta de unas situaciones desconcertantes, inesperadas y que devienen en improbables escenas memorables, a sus casi tres horas no le sobra nada, por cuanto necesita explicarse bien para que cada giro imprevisible no resulte gratuito.

 

El verdadero protagonista es el padre, encarnado por Peter Simonischek, un personaje complicadísimo y estrafalario que tiene al espectador desconcertado durante todo el metraje. Su hija (interpretada por Sandra Hüller), entregada en un principio al capitalismo más inhumano, es quien vive una revolución total en su vida, movida por el humor muy particular de su padre. Por suerte, no se entrega a un final feliz ni tampoco mísero, en consonancia con todo lo visto y vivido antes. Magnética, conmovedora, se vive en ella durante días después de la proyección.

 

 

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