THE TRAVELING WILBURYS: The Traveling Wilburys Collection

THE TRAVELING WILBURYS: The Traveling Wilburys Collection (Wilbury Records/Concorde Bicycle Music-Universal)

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Cuando uno piensa en súper-grupos, al instante recuerda que por lo general no acaban bien. Sus logros creativos son más bien escasos y, cuando hay alguno de ellos que consigue un álbum a la altura de sus responsables (pienso en Little Village, con Ry Cooder, John Hiatt, Nick Lowe y Jim Keltner), habitualmente la relación no sigue adelante o acaba mal. Por eso lo de The Traveling Wilburys fue una excepción distinguida.

 

 

Recordemos los antecedentes: el grupo se formó casi por casualidad, en 1988, después de que George Harrison invitase a Bob Dylan, Tom Petty, Jeff Lynne y Roy Orbison al estudio de Dylan en Malibú (California) para grabar la cara B de su  single “This Is Love”. El tema resultante les pareció tan destacado (sobre todo a su compañía Warner) que prefirieron darle mayor notoriedad y publicarlo bajo un nombre nuevo: The Traveling Wilburys, una broma de Harrison y Lynne a partir de los errores en la grabación del disco del primero Cloud Nine. Los cinco se convirtieron así en una falsa banda de hermanos, con seudónimos como Lefty o Lucky Wilbury, y registraron otras nueve canciones compuestas como lo hicieron con la primera, en este caso en la casa de Dave Stewart (Eurythmics), disfrutando los cinco de un tiempo en común, creando música solo por el placer de hacerlo.

The Traveling Wilburys Vol. 1 apareció publicado en 1988 y tuvo una gran repercusión. Dos meses después de su edición fallecía Roy Orbison de un ataque al corazón; no obstante, los cuatro miembros restantes se volvieron a reunir y editaron un segundo volumen, titulado curiosamente The Traveling Wilburys Vol. 3, publicado en 1990 y dedicado a Lefty Wilbury (Roy Orbison).

 

La caja que ahora se edita, con esos dos discos y un DVD con un corto documental y sus cinco videoclips (titulado, para llenar el hueco que quedaba en los títulos entre el primer y el segundo álbum, The Traveling Wilburys Vol. 2) ya había aparecido anteriormente hace unos nueve años, y esta reedición no incorpora ninguna sorpresa ni añadidos nuevos, ni siquiera los temas extra (“Maxine”, “Like a Ship”, “Nobody’s Child” y “Runaway”) que ya estaban en ella.

Por lo tanto, solo queda volver a gozar del afortunado encuentro propiciado por Harrison. Más afortunado es el primero de los dos discos, donde está la mejor (y más exitosa) pieza del lote, “Handle with Care”, un tema que se replica en otro single colectivo como “End of the Line”. En “Dirty World” aparece un Bob Dylan especialmente asequible a ritmo de soul pop, mientras que “Rattled” parece un tema perdido de Johnny Cash. Si “Margarita” entra tan fácilmente como un cóctel tropical, “Congratulations” no pasa de una balada reiterativa. Por suerte, hay otros momentos destacables: “Tweeter and the Monkey Man”, uno de esos temas-río de Bob Dylan habituales en su discografía, “Heading for the Light”, donde se luce un George Harrison maestro de la melodía, o “Not Alone Any More”, probablemente la última canción que grabó Roy Orbison y en la que su voz emociona como lo hacía en su último álbum, editado póstumamente en 1989, Mystery Girl.

El segundo disco, ya sin Orbison, decae en su tramo final, por lo que claramente hicieron bien en dejarlo ahí. Hay momentos dignos, como “The Devil’s Been Busy”, una radiante melodía de Tom Petty, acompañado de Dylan, con efluvios orientales, que hubiese encajado perfectamente en Full Moon Fever (también de 1989) del primero. Entre las canciones colectivas, “Wilbury Twist” destaca especialmente, tal vez el momento en el que más se desprende el goce de todos los que participaron en este proyecto.

Hay más: el momento más acelerado y eléctrico (“She’s My Baby”), un doo-woop que evoca a “Blue Moon” (“7 Deadly Sins”), un intento de construir un single con referencias a “Twist & Shout” (“Inside Out”) y una pieza pop infalible con las voces de Jeff Lynne y Bob Dylan (“New Blue Moon”). Si todas las súper-bandas lo disfrutasen y lo transmitiesen así, el mundo de la música sería algo menos oscuro. Bendito divertimento.

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