THE PRETENDERS

 

The Pretenders, veteranía rebelde

The Pretenders

 

Dos décadas después de su debut, Chrissie Hynde -48 años, madre y mujer individualista, tozuda y lenguaraz- sigue alimentando la llama de uno de los grupos más personales surgidos en la nueva ola británica. Una banda que resume los grandes tópicos del rock: vida rápida, fortuna, éxito, drogas y tragedia, en una espiral alejada de la realidad actual de una artista en apacible fase vital.

 

Quizá sea su imagen imperecedera, con ese eterno flequillo sobre sus ojos de gata, o su descreimiento hacia el pop, pero algo evidencia que es una superviviente. Ella y el batería Martin Chambers son los únicos que quedan de la formación original de The Pretenders, después de que James Honeyman Scott y Pete Farndon se ajustaran al guión terminal del rock y murieran por sobredosis a principios de los 80.

 

Ahora, con el guitarrista Adam Seymour y el nuevo bajista Andy Hobson, Chrissie ha registrado Viva el amor. El trabajo tiene referencias hispanas tan evidentes como esa inesperada versión de “Rabo de nube”, de Silvio Rodríguez, que la vocalista descubrió a través de Lucho Brieva, el colombiano con quien se casó hace poco más de un año. Ya se sabe que, en 1990, se divorció de Jim Kerr (Simple Minds) y, mucho antes, de Ray Davies (The Kinks).

 

¿Por qué habéis tardado cinco años en grabar un disco?

          – No tenía el estado de ánimo adecuado. He estado dedicada a mi familia, pero ahora mis hijas se han hecho mayores. Natalie tiene 16 años y Yasmin, 14, lo que me da un poco más de libertad. De todas formas, no tengo la sensación de haber parado: hace dos años sacamos el directo Isle Of View y, desde entonces, hemos estado continuamente en la carretera.

 

En las nuevas canciones se diría que pareces más vulnerable.

          – No sé… Tengo casi 50 años y estoy lejos de todo ese rollo de la chica rockera al frente de un grupo de chicos. Pero, al margen de eso, creo que la música sigue siendo música. Quizá ahora canto algunas baladas más.

 

Has dicho cosas divertidas sobre las chicas rockeras y las riot girls.

          – Sí, como que deberían afeitarse las piernas y aprender a cantar, ¿no? Ese movimiento fue un invento de los medios. No es nada nuevo ver en el escenario a una chica que habla más o menos claro. Y no creo que el papel de las mujeres en el rock haya cambiado mucho: sigue siendo más fácil que una chica ocupe una portada.

 

¿Y tú? ¿Cómo esas afrontando la música en la madurez?

          – Cambia, sobre todo la sensibilidad. Cuando eres joven, no piensas que tu juventud sea pasajera. Pero, cuando superas los 30 años, te paras y reconsideras la situación. Aterrizas y te das cuenta de que hay un final y un montón de mierda de la que apartarse. Ahora simplemente disfruto, porque sé que esto no durará mucho más. Por eso es tan estimulante sacar un disco y ver que aún puede triunfar.

 

¿Te dejas llevar por los recuerdos cuando tocas las viejas canciones?

          – No mucho, porque es como si cada noche fueran nuevas. Me gusta cambiar el repertorio para no aburrirme. No soy una persona especialmente sentimental o nostálgica, no miro atrás.

 

¿Ni para arrepentirte de algo que hayas hecho o dicho?

        – Cuando dices algo y lo ves escrito, ya no puedes arrepentirte de ello. A veces, eso es duro para una persona como yo, que suelo decir bastantes estupideces. Creo que no cambiaría nada: no me arrepiento de las cosas malas que me ayudaron a aprender. Lo malo son los errores que no superas y acabas repitiendo.

 

¿Te molesta que se asocie la historia de Pretenders a tópicos del rock como los excesos y el sexo?

          – El pasado es el pasado. La mitología del rock ahora está demasiado manida. No tiene nada de radical, porque las drogas forman parte del medio hasta tal punto que lo verdaderamente provocador sería no tomar nada. Las drogas ya nunca tendrán la influencia y el poder social que llegaron a tener. Se han vuelto tan ordinarias que ya no significan nada: no demuestran ninguna actitud, sino más bien vanidad.

 

Tienes fama de ser controvertida y bastante bocazas. ¿Has contribuido a proyectar esa imagen?

          – Claro, eso no es algo que los medios se inventen. Pero creo que no he sido tan beligerante o irascible como a veces he podido parecer. Y no hago ningún proselitismo. Soy vegetariana, pero no obligo ni adoctrino a la gente. Nunca me he presentado como un modelo, aunque sé que, siendo un personaje público, puedes influir a algunas personas.

 

¿Has sufrido tú esa influencia perversa de los medios?

          – Lo he evitado. Utilizar a los medios es un juego peligroso. Si les invitas a casa y les muestras tus preciosos hijos y tu maravillosa vida, te pasarán factura.

 

Se te ve muy escéptica hacia la sociedad moderna.

          – Mucha gente dice eso, aunque lo cierto es que soy bastante optimista. Pero, ojo, eso no significa que esté contenta con el modelo capitalista, con la busca del éxito a cualquier precio. No creo que, para que nosotros vivamos bien, tenga que haber en el otro lado del mundo niños trabajando por cuatro libras al mes.

Xavier Valiño

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