THE DIVINE COMEDY

The Divine Comedy, el club de la comedia -y el drama-

 

 

 

 

 

Formados en 1988 y con un primer disco en 1990, The Divine Comedy lleva más de 20 años haciendo parte de la mejor música británica. Casi deberíamos hablar únicamente de Neil Hannon, porque él es el responsable de esta Divina Comedia, a medio camino entre el pop y el mundo crepuscular de los crooners. El año pasado se presentó por primera vez en solitario en Galicia dentro del Festival Vigo Transforma, convirtiéndose en su gran triunfador con su exquisito humor y sus enormes canciones. Este sábado 26 estará en la Sala Capitol de Compostela en un concierto absolutamente recomendado.

 

 

 

¿Por qué ahora las actuaciones en solitario?

– Es un desafío que me propuse para saber si era capaz de hacerlo. Gran parte de mis artistas favoritos actúa a menudo en solitario con su piano. Tras mi último disco, me hice mejor músico, y al escribir un musical surgió esta ambición. Me pareció, por eso, que los conciertos podrían transcurrir en ese formato. Además, ¡es mucho más barato! No estar en una multinacional no me permite tener ayudas en los gastos de las actuaciones. Tal y como está el mundo, no es buena idea gastar mucho dinero.

 

¿Cómo es la soledad de estar uno ante el público?

– No es fácil. Todas las noches son diferentes. Es un placer más egoísta. Cuando me acuesto, digiero las sensaciones de una forma más individual. Tener una banda hace los conciertos más divertidos y relajantes. El ruido es diferente.

 

Has dado ya bastantes conciertos sin banda. Tú, el piano y la guitarra eléctrica, nada más. Supongo que a veces te sentirás como en un “Club de la comedia”…

– Sí, especialmente cuando me olvido de las letras y paro en medio de las canciones. Me gusta la adrenalina que me causa quedar a merced del público. Al cabo de veinte años, creo que ya sé lo que estoy haciendo. Se trata de que sean noches  divertidas para toda la gente.

 

A principios de los años 90, el mundo descubría a un caballero apuesto, que hablaba sobre asuntos literarios y cantaba con voz de crooner. Parecías tener ya 40 años, pero estamos en 2011 y acabas de cumplirlos hace cinco meses. Llegaste a decir que no te sentías cómodo con tu edad cuando eras más joven. Ahora, ¿cambió esa idea?

– Sí, me siento más cómodo. ¡Probablemente alcanzaré la plenitud a los 55 años! (carcajada) Hay muchas ideas equivocadas sobre mí. Fui siempre un hombre viejo en un cuerpo joven. Ahora soy un hombre viejo en un cuerpo de un señor de mediana edad. Un día seré un hombre viejo en un cuerpo viejo y es en ese momento cuando seré enteramente feliz (risas).

 

 

 

 

 

¿Cómo te imaginas tu música a esas alturas?

– No lo sé muy bien. Nunca pensé en mi futuro. Me gusta pensar que aún habrá alguien que quiera oírme. Tal vez componga largas y complicadas elegías clásicas que sólo las generaciones del futuro entenderán (risas). Lo más probable es que continúe componiendo pequeñas canciones.

 

¿Lo dices por tu sentido de humor?

– Me gusta escribir cosas serias, otras divertidas y, después, unirlas. La vida es eso.

 

¿Tus discos se van haciendo cada vez más serios?

– ¿Más serios? Es posible. Tal vez se hayan hecho más pensados. En los años 90 eran más tipo gags. No quiero hacerme demasiado serio. El nuevo disco, Bang Goes the Knighthood, es más divertido de lo que era Regeneration.

 

¿Es un reflejo de tu vida o estás, por el contrario, reaccionando contra la crisis?

– En la vida atravesamos fases mejores y peores. Este periodo de mi vida es muy interesante. Me gusta tener 40 años. A los 20 años es todo fácil. No se piensa en nada. A los 30, comenzamos a interrogarnos sobre el sentido de nuestra existencia y yo no escondo que llegué a estar preocupado con eso. Ahora estoy mucho más relajado.

 

¿Sentías al principio la necesidad de crear personajes, más que ser un artista que reflejase la realidad?

– Sí, pienso que sí. Y todavía hago eso. Sólo que el personaje que hoy interpreto es más parecido a mí (risas). Ya sería la leche si fuese incluso yo, tan aburrido como ver un tipo a comer unos pinchos mientras ve un partido de fútbol en la televisión. Es mucho más interesante ser una caricatura ‘cool’, alguien que es como me gustaría que los otros me vieran.

 

Curiosamente, has simplificado tu música y has abandonado casi definitivamente los arreglos de cuerdas.

– En directo, sí, aunque en Bang Goes The Knighthood menos que en otros discos. Con el tiempo, he buscado la simplicidad aunque a veces me guste complicar las cosas. Es divertido componer para las secciones de cuerda. Exige mucho detalle. Reconozco que muchas veces lo hice para mi propio deleite.

 

 

 

 

 

La canción “At The Indie Disco” cita una serie de bandas británicas de hace un tiempo. ¿Es un tributo?

– En cierta forma, sí. Me gustan unas más que otras. Intenté imaginar una selección de bandas que me gustaría oír en una discoteca indie. Yo adoraba a Pixies, My Bloody Valentine, The Smiths y los New Order de finales de los años 80. Realmente, sólo me acuerdo de haber ido a una en Dublín tras un concierto.

 

¿Y escuchaste alguna canción de The Divine Comedy?

– Sí, fue horrible. No me acuerdo cuál era… Tuve ganas de huir.

 

Si fueras a una discoteca así ahora, ¿qué te gustaría oír?

– No quiero sonar mayor, pero tal vez Carter USM, música shoegazer como Ride o Slowdive. Sería eso, aunque sé que es imposible. También me gustaría oír a Galaxie 500.

 

El primer álbum de The Divine Comedy, Fanfare for the Cosmic Muse, estaba muy marcado por ese sonido pero no se identifica con él. ¿Por qué?

– No es representativo del resto de mi discografía. Es extraño y resulta imberbe, pero no es un hijo que yo rechace (risas).

 

Es un disco de 1990 y en esa época los álbumes eran lo más importante para un músico. En los últimos años, los conciertos han ganado espacio en relación a la música grabada. Y ahora, ¿hacia dónde caminamos?

– Es curioso. No sabemos qué será del futuro porque, con esta crisis, los conciertos dejan de ser el maná para los músicos. Mis discos venden razonablemente y mis conciertos suelen estar siempre llenos. Francamente, no sé qué sucederá.

 

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