THE CURE

 

The Cure, camino de Santa Fe

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“Las actuaciones de The Cure son muy emotivas,” explica Robert Smith cuando se le pregunta por actuaciones como la que darán en Santiago de Compostela dentro de los Conciertos del Nuevo Milenio, “principalmente porque grabamos las canciones en directo en el estudio, algo que no habíamos hecho desde nuestro primer álbum.”

Así es The Cure, el proyecto de Robert Smith desde finales de los 70, aunque él siempre se esconde tras el nombre de su grupo. Ahora, además, tiene algo más de lo que estar orgulloso, justo en el momento en el que parecía que el grupo había desaparecido. 

“Cuando me escucho a mí mismo hablando de cómo hemos grabado el nuevo disco, me suena casi irreal,” dice Robert Smith, dejando que su vista se pierda mientras habla de The Cure, su nuevo disco y uno de los más efectivos de toda su trayectoria. “Parece como si estuviera hablando de una especie de terapia de grupo un tanto extraña, pero hacer este álbum ha cambiado mi actitud hacia lo que hacemos. Ahora espero mucho más de nosotros.” 

Una razón para este cambio es que, por primera vez, The Cure han trabajado con un productor. El hombre en cuestión es Ross Robinson, responsable de álbumes de grupos como Korn, Vex Red, At The Drive-In o Slipknot. Impactado por The Cure desde la adolescencia, Robinson había dicho públicamente que trabajar con la banda sería su mayor sueño, y de su determinación ha salido un trabajo muy especial.  

Pero vayamos por partes. Tras Bloodflowers parecía que The Cure se había acabado y que Robert Smith editaría su primer disco en solitario. Sin embargo, no fue así. Por un lado, la influencia de The Cure seguía manifestándose en toda una nueva generación de aclamadas bandas jóvenes tan diversas como The Deftones, Sparta, AFI, Interpol, The Rapture y muchas otras.  

Por otra parte, The Cure revivían a principios de año publicando una caja de cuatro discos, Join the Dots, un compendio de caras B, canciones difíciles de encontrar en su discografía, rarezas y remezclas que preparaban el camino para ese regreso que ya parecía inevitable, incluso para Robert Smith. 

“Cuando hicimos Trilogy,” señala Smith, sobre el DVD con un triple concierto en el que presentaban íntegros y en orden cronológico los discos Pornography, Disintegration y Bloodflowers, “pensé: ‘Ya está’. Era el final de 25 años, estaba totalmente convencido de que lo siguiente que haría sería un álbum en solitario y los demás esperaban lo mismo.”  

Sin embargo, esos planes se pospusieron el 25 de julio de 2002. Mientras estaban en Suiza en el Festival Nyon, Smith se encontró con Ross Robinson en el Hotel D’Angleterre de Ginebra. “Después de ese primer día de haber estado charlando, supe con certeza que quería trabajar con él. Él despertó de nuevo toda aquella vieja pasión por The Cure que estaba dormida dentro de mí. Él me recordó por qué la gente adoraba lo que hacíamos…” 

Con Robinson, Smith vio una oportunidad de cometer el último asalto de The Cure y reflejarlo en un disco, y así fue como resultó, aunque no exactamente como él lo había visualizado. “Asumí, igual que los demás, que su interés por la banda estaba en las canciones más grandes, más oscuras, pero cuando empezamos a trabajar me sorprendió descubrir que también le entusiasmaba el lado más pop de la banda, y que lo que realmente le encanta es el material que combina emoción y melodía.” 

La lista final de canciones fue grabada en un solo día cada una. Empezaban estableciendo los sonidos y la estructura de las canciones. “Mirábamos el panel de control y veíamos a Ross,” dice Smith, “y nos imaginábamos toda esa vorágine técnica.” Por la noche, cuando llegaba el momento de grabar la versión terminada, “lo veíamos de otra manera, las velas encendidas, las luces apagadas, y de repente era como muy real; me levantaba y nos poníamos en marcha…” 

Ése fue el momento en el que Robert hizo algo que no había hecho jamás: discutir todo al detalle con el resto de la banda. “Estas discusiones duraban incluso varias horas. Hablábamos sobre las cosas más intimas. Era verdaderamente extraño, pero también era fantástico porque Ross sacaba lo mejor de cada uno de nosotros.” 

Finalmente, las canciones se grabaron en directo, con la banda dispuesta en círculo mirándose unos a otros. “Ross nos dispuso en un espacio confinado, cara a cara, en contacto directo. Se mostró muy firme al decir que quería que yo cantara en directo mientras la banda tocaba, porque el resultado que se consigue si la banda toca en directo es diferente a lo que ocurre cuando grabamos las partes por separado. En el momento en que comienzo a cantar, todos dan un paso hacia delante, nunca me había fijado en eso, y ésa es la razón principal por la que este álbum es diferente a lo que hemos grabado en el pasado.” 

El resultado es que, aunque el disco incluye canciones que abarcan varios estilos, la intensidad emocional de cada una de ellas no desmerece en absoluto. “Así es como siempre imaginé que sería hacer discos,” añade Smith. “Nada se asemeja más a lo que sentí mientras hacíamos este álbum.” ¿Se reflejará esta nueva confianza en el Monte del Gozo? 

Xavier Valiño

 

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