THE CHARLATANS

The Charlatans, a mano armada

 

            Pesan lo años y pasan las modas. The Charlatans empezaron como cabeza visible del sonido Manchester, al lado de Stone Roses, Happy Mondays y tantos otros. Mientras los primeros se perdían con su vagancia en infinitos líos legales y los segundos se disolvían afectados por las sustancias prohibidas, The Charlatans seguían editando disco tras disco.

 

            Suficiente para ganarse nuestra simpatía. Pasó el grunge y llegó un nuevo asalto del pop británico. Y ellos seguían ahí. Aunque no todo fue fácil durante esos años. El problema más importante al que se enfrentaron fue la detención ‘al amparo de su majestad la Reina Isabel II’ de su teclista Rob Collins y su encarcelamiento durante ocho meses, ya que eligió pasar uno de sus ratos de ocio conduciendo un coche para una pandilla de ladrones en el norte de Inglaterra. El resto de la banda se cansó de decir que Rob no conocía el pasatiempo elegido por sus compañeros. Pero quién sabe.

 

            El caso es que en 1995 han decidido replantearse de nuevo su carrera, y tras Some Friendly, Between 10th And 11th y Up To Our Hips, han vuelto con un nuevo trabajo con el nombre de la banda, como si quisieran volver a empezar, un disco que han ido adelantando con singles como «Just Lookin'», «Crashin’ In» y «Just When You Thinkin’ Things Over», una excelente rodaja pop con guiños a los Stones y un órgano deudor de lo mejor de los 60.

 

            Claro que en disco se vuelven un tanto densos, y sus mejores momentos están en los singles. Puede que su futura colección -que tendrá joyas como «The Only One I Know», «Weirdo», «Can’t Get Out Of Bed» o «Jesus Hairdo», así como los de su cuarto disco-, si es que llega a haberla, sea mejor forma de invertir el dinero.

 

            Por ahora, The Charlatans merece más atención que la que se le ha dedicado, pero en un año en el que todos se vuelcan en una artificiosa rivalidad Blur-Oasis y que tiene excelentes discos de Tricky, P J Harvey, Tindersticks, Pulp o Supergrass, tal vez sea demasiado pedir.

 

Xavier Valiño

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