Templeton: Rosi

Templeton: Rosi (Sones)

 

 

 

 

Dicen que el tercer disco de Templeton, Rosi (Sones, 2014), se mueve en un halo de nocturnidad y paisajes urbanos. Desde luego, la frase que lo abre no lo desmiente en absoluto: “Es de noche, estás cansado y sales de trabajar. En el coche, en la radio, suena la gran ciudad”.

 

 

 

La autopista M-30 y la emisora M 80 citadas en la letra de esta canción, “La gran ciudad”, podrían ubicarla en una época concreta, los 80, y su sonido a La Mode lo refrendaría, aunque ellos la explican trayéndola hasta la actualidad: “es como si la película Drive (2011) la hubiera protagonizado un galán español en horas bajas, tipo Carmelo Gómez o Juanjo Puigcorbé”.

 

Lo que queda claro por la temática de esa y otras canciones del álbum es que el grupo de Torrelavega, Cantabria, está totalmente asentado en la gran ciudad, en concreto Madrid. Álvaro Martínez (voz), Santiago Castillo (guitarra), Brian Hunt (guitarra), Javier Carrasco (teclados), Pablo Z (bajo) y Gonzalo Mamano (batería) cuentan ahora con la compañía de una séptima componente, Sara Cordero (viola) en su primer disco para la compañía barcelonesa, Sones, tras Exposición universal (2009, Subterfuge) y El murmullo (2012, autoeditado).

 

Aquel segundo disco estuvo muy medido y pensado, y por eso ahora han querido dejarse llevar sin miedo a dar rienda suelta a influencias distintas, simplificando el proceso, lo que implicó componer parte de este disco en el estudio, producidos de nuevo junto a Paco Loco. Tan variado les ha salido el experimento que han llegado a manifestar su preocupación por ello.

 

Sin embargo, deberían estar tranquilos. La variedad no es problema cuando las canciones son incontestables. Tras “La gran ciudad”, y después del glam “39300” dedicado a su ciudad natal (“Te pagaron vestidos caros de tejido industrial”), “Fucsia” podría recordar también a La Mode o, incluso, Soda Stereo. En ella aparece en un contestador automático la voz de la Rosi que da título al disco, que no es otra que la tía de Santi Castillo, uno de los dos compositores de la banda.

 

Si el comienzo impacta, a partir de la cuarta canción, “El látigo” (con Surfin’ Bichos en el punto de mira), el disco va sumando canción a canción en un crescendo si marcha atrás. Tras la sesentera “Quemado por el sol”, con su referencia cinematográfica en el título y otra en la letra relacionada con Clint Eastwood, llega la lisérgica “Océano”, uno de sus mejores momentos. Después, la rotunda -y muy shoegaze- “Pálida camarada”, da paso al tema más inmediato, “Cowboy”.

 

Para finalizar, “Noches Blancas” un tema que según ellos “iba a ser una canción cruda e intensa y ahora suena como si Julio Iglesias, Vangelis y Destroyer se pusieran tontorrones tras unos brandys”, justo antes de “Hortensias”, un final melancólico a corazón abierto.


En su disco más heterogéneo, el grupo pasa del pop más melódico a la psicodelia sin que suene forzado, empleando tanto sintetizadores como guitarras con distorsión y coros. Es lógico cuando un grupo democrático quiere dar voz a siete amigos que, aunque caminen en direcciones divergentes, hacen lo posible por entenderse.

 

Y, sí, sus textos retratan la vida en una ciudad de nuestros tiempos, tal y como avanza su primer corte, con la noche real y simbólica y el amanecer de la esperanza como protagonistas. Todo ello envuelto en una portada de Santi Castillo con la colaboración de Pilar Quintana y Tomás Aparicio de la que han dejado caer que esconde “un secreto molón que sólo descubriréis en la edición en vinilo”. No seremos nosotros quienes lo desvelemos.

 

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