SONIC YOUTH

Sonic Youth, absorbentes

 

La propia Kim Gordon lo dice en «The Infeffable Me»: «Traductor, no me puedes coger, estoy liberada frente a la sintaxis / preconcivo pre-naturalmente / No invierto en lo que es mejor. Ven e inténtalo si crees que eres lo suficientemente vanguardista.» O sea, la respuesta perfecta a todos los ilustres trabajadores de la guitarra eléctrica que intentan desbrozar el camino como ellos lo han hecho. Nadie, todavía, ha empujando la música de guitarras tan lejos y con tal efectividad como Sonic Youth.

 

En A Thousand Leaves, Sonic Youth vuelven a estirar el sobre, le prenden fuego, y después pegan las piezas una a una de forma totalmente novedosa y asquerosamente inteligente. Tal vez únicos, para ser una banda tan veterana parecen no estar avergonzados de ninguna etapa de su carrera, así que éste, su disco número 14, puede absorber rastros de su pasado glorioso y transformarlo en música de constante progresión.

 

Para más pistas, A Thousand Leaves es un desarrollo directo de aquellos cortes cerebralmente desmadrados que componían los tres EPs de instrumentales que editaron en su propio sello durante 1997. Cuando menos, ayudan a explicar la verdadera naturaleza de la banda más allá de las ofuscaciones de la fama.

 

Tal y como prueban aquellos tres EPs y este nuevo disco, así como toda su ejemplar carrera, Sonic Youth son la definitiva banda a la hora de improvisar, músicos increíblemente intuitivos que entienden el poder de la mayor dicotomía en el mundo del rock: la del rigor academicista y la espontaneidad del punk, ambas precisas e igualmente fracturadas.

 

Las notas que acompañan esta edición sugieren que estas largas y enmarañadas canciones fueron grabadas inmediatamente después de ser escritas, en un momento de su desarrollo bastante anterior a aquel en el que normalmente se traslada a la cinta magnética. Y no lo parece: a pesar de que casi todas las canciones superan los cinco minutos, y algunas llegan hasta los diez, no sobra una sola nota, y cada estruendo y cada susurro tiene su razón de ser.

 

La brillante «Wildflower Soul», por ejemplo, empieza con Thurston Moore recitando despreocupadamente, antes de embarcarse en una serie de envolventes pasajes, una de esas extrañas ocasiones en las que el virtuosismo extremo produce algo totalmente absorbente y adictivo en lugar de mostrarse egoísta y obsesionado consigo mismo. Los propios Sonic Youth no consiguen todos los días algo similar. ¿Su disco de baladas? Ríete de las definiciones.

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