SIMPLE MINDS

Simple Minds, crisis adulta

 

         Después de triunfar a principios de los 80, vino una época en la que a Simple Minds se les veía como dinosaurios del rock. Jim Kerr reconoce en esta entrevista que lo pasó mal. Su nuevo disco Cry, que presentan esta semana en nuestro Estado, muestra indicios de recuperación.

 

 

– ¿Qué ha pasado durante estos últimos años? ¿Es Cry un disco del que estáis satisfechos?

– Desde el punto de vista creativo, no siempre quedamos satisfechos con los resultados. Hace como tres años que no editamos un disco y que no tocamos en directo. En consecuencia, hemos tenido la oportunidad de experimentar lo que es la vida diaria y de examinar las cosas con calma. Estoy contento de que sea  así, porque eso es lo que nos ha conducido a lo que somos ahora. Aunque en esos periodos de inactividad te miras mucho al espejo y la verdad es que eso no me gusta mucho. Durante un año, más o menos, perdí la confianza en mí mismo. Hoy en día se habla demasiado de la depresión, pero fue algo así. Era como si tuviera que empezar de nuevo, como si tuviera que reducir las cosas a lo básico. Es la única ocasión que me ha pasado en la vida.

 

– ¿Hay algo que lamentes de esa etapa?

– Comparado a mucha gente, no tengo nada que objetar. Las cosas han sido siempre sencillas para mí. Pero no se trata de eso. Supongo que se trata de enfrentarse a ser un adulto. Hasta ahora hemos pasado por muchas cosas y, en los últimos tiempos, me hacía las grandes preguntas. Estoy contento de ver que, tal y como vino, se fue. Y creo que el hecho de ser músico y una persona creativa ayuda bastante, en el sentido de que puedes encontrar compañía en ese hecho. 

 

– Ahora está más claro que nunca que Simple Minds es un dúo.

– Siempre hemos asociado Simple Minds con un grupo de teclados, y cuando, a mediados de los 90, nos dimos cuenta de que no había un teclista, fue como un mazazo. Tuvimos que aceptar que, después de haber empezado el grupo Charlie Burchill y yo hace mucho tiempo, y después de ver como mucha gente entraba y salía del grupo, todo volvía a reducirse a Charlie y yo: un guitarrista y un cantante. Así que nos dimos cuenta de que no sólo teníamos que tocar con guitarras, sino que teníamos que ser creativos, hacerlas sonar diferente. Sentimos que teníamos que deshacernos del bagaje que la tradición de un grupo había puesto en nosotros. En los 80 nos fue bien, pero no vas a estar siempre recordando los viejos tiempos. Una vez conseguido eso, hemos vuelto al trabajo con los teclados, como en nuestro nuevo disco, contando con productores italianos o con Vince Clark.

 

– ¿Cómo es el trabajo en conjunto?

– Cuando trabajamos juntos, tenemos las mejores conversaciones y discusiones. Hemos llegado al punto en el que tenemos una idea y escuchamos las palabras, así que miramos en nuestras libretas y, habitualmente, encontramos algo allí que coincide justo con esa idea.

 

– ¿Qué sentido tiene hoy el grupo y qué os hace seguir?

Se ha acabado un periodo de mil años, y dicen que en momentos así hay muchas turbulencias y excitación, pero también miedo y confusión. Así que, ¿dónde encajamos nosotros? Creo que nadie tiene la respuesta, pero esta en algún lugar por ahí arriba, y creo también que mi edad se refleja en las canciones. Ya no soy joven, aunque tampoco me siento viejo, pero estoy en una etapa difícil de mi vida. Hay una gran incertidumbre, que es también excitante. El futuro es algo precario. La gente cree que a partir de esta edad todo va cuesta abajo, y hay muchas evidencias para sostener tal opinión. A mí me parece que vas a otro lugar, que tiene que haber otro estado de la consciencia. No es que tenga secretos o un mapa especial. Lo que todavía me atrae son las preguntas que todavía hay que hacerse, las canciones que hay que escribir, la vida que hay que vivir. La búsqueda no me cansa en absoluto.

 

– ¿En algún momento estuvo el grupo en entredicho?

– Hubo algún momento en el que sentimos que nos quedábamos sin inspiración. Es asombroso como, cuando sucede algo así, no te das cuenta hasta que paras y das un paso atrás.

 

– ¿Cuál fue el remedio?

– Tirarse al mar de cabeza sin saber nadar y evitar todos los puntos de referencia, tanto al grabar, como al dar conciertos, como las reuniones de negocios. Todo debe quedar en suspenso, de forma que lo único en que te debes concentrar es en hacer música de nuevo. Pasaron tres años y nos encontramos con un montón de música. Y este disco es una parte de eso. Estamos muy contentos de una buena parte, ya que refleja como nos sentimos ahora.

 

– ¿También es distinta la forma de componer?

– Componer canciones es algo que se nos hizo más complicado con el tiempo. Todavía lo vemos como un puzzle. No hay ningún libro que te diga cómo componer y, mucho menos aún, una canción de Simple Minds. Así que tuvimos que mantener nuestro interés muy alto.

 

– ¿Qué reflejo hay de tus relaciones con Chrissie Hynde o Patsy Kensit en las canciones?

– No me gusta entrar en esas cosas. Tengo el mejor trabajo del mundo, me pagan como a un rey por disfrutar de lo que hago. Pero siempre hay una inseguridad. Hay cosas de las que te arrepientes. Pero el más grande antídoto siempre es, desde luego, la música.  

Xavier Valiño

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