SEVIGNY

 Sevigny, la melancolía como estado de ánimo

sevigny

 

Sevigny es Lucía Rolle, aunque Lucía Rolle se dedica también a otros ámbitos, como el diseño multimedia. Sin embargo, su debut discográfico, Melancoholic (Falcatruada), se ha convertido ya en una de las mayores sorpresas de la música en Galicia de los últimos años. De su guitarra y de su voz salen canciones que recuerdan a Fiona Apple, Aimee Mann, Laura Veirs, Ani DiFranco, Suzzane Vega, Gemma Hayes, Cat Power o el propio Ryan Adams -no en vano la única versión del disco, “When The Stars Go Blue”, es una canción de este último-. Y la presencia de Arturo Vaquero en la producción y de los músicos que han colaborado en el disco le da al álbum una dimensión distinta, elevándolo por encima de lo que se podría esperar con esas referencias. Lucía ha puesto el listón muy alto. Ella no quiere perder su naturalidad y nosotros esperamos que no nos defraude.

 

¿Cómo empiezas en el mundo de la música?

         – Llevo siete años haciendo canciones. Empecé a escuchar a cantautoras y derivó en la composición de voz y guitarra. 

 

¿Has estado mucho tiempo tocando por ahí? ¿Llegaste a grabar alguna maqueta?

– Ésta ha sido la primera vez que entro al estudio de grabación para un trabajo propio. Tampoco he tocado demasiado, o por lo menos no lo que suele tocar la gente cuando empieza. Durante un tiempo acompañé a mi amigo Luis Moro en sus conciertos como guitarra rítmica y segunda voz. Ahora estoy preparando acústicos de presentación y preparando banda.

 

¿Qué has aprendido en este tiempo?

         – Que grabar un disco no es difícil, que lo complicado es tener una banda y que no hay que olvidar que esto es un mercado, pero que la gente aprecia la honestidad con la que presentas tu música.

 

¿Cuándo surge la posibilidad de grabar un primer disco?

         – Creo que hoy en día cualquier persona con un mínimo presupuesto puede acceder a una autoedición. Más que una posibilidad, fue el momento de la decisión de entrar a grabar. Había temas que yo consideraba lo suficientemente buenos para ser grabados, algunos de ellos creados hacía años. Si no los grababa, pasaría su momento. Al principio iba a ser un EP, pero como por duración se acercaba a un largo, Arturo me convenció para grabar algo más y ahí nació, casi sin querer, el primer disco.

 

Melalcoholic es un bonito título. ¿Estás enganchada a la melancolía?

– Lo explico con un pequeño texto en el interior del disco. A veces nos enganchamos a determinados estados por las cosas que descubrimos a través de ellos, pero ante el riesgo de dependencia hay que tener cuidado. Digamos que es una sensación agradable, siempre que no acabe desembocando en tristeza. Supongo que es un concepto íntimamente relacionado con el romanticismo y una manera especial de percibir la realidad.

 

Supongo que lo que más te atrae de este sentimiento es la parte de belleza que se deriva de ella, aunque muchos no la sepan ver, ¿no?

         – La melancolía es un estado muy creativo, es una mezcla de percepciones exteriores e interiores, como un estado onírico que te permite recibir la belleza de muchas cosas. Yo lo he transformado en música y me gustaría que fuera una sensación transmisible con la escucha del disco.

 

¿De qué has quedado más contenta de este disco?

         – Sobre todo, de poder mirar atrás y ver el resultado del esfuerzo. Éramos yo y mi guitarra y un sonido en mi cabeza. Ahora hay un precioso digipack, con un ‘melalcohólico’ diseño y una ‘melalcólica’ parte de mí.

 

¿Y qué evitarías repetir para un segundo álbum?

         – No pienso en ello de momento, pero casi me asusta más intentar no perder la frescura, la improvisación y la naturalidad conseguido con este primero.

 

¿Cuál ha sido el papel de los músicos en el resultado final?

         – Arturo puso el sonido digital y ellos el sonido orgánico. Como no tenía banda, se hicieron los arreglos a propósito para la grabación. Cada uno ha aportado su personalidad y sus ideas, y yo no podría haber quedado más contenta. Creo que el resultado final es un equilibrio entre producción electrónica y sonido de banda.

 

¿Y el de Arturo Vaquero?

         – Tiene un gran peso en el resultado final. Algunos temas eran sólo voz y guitarra, y con su producción ha dado personalidad propia al proyecto de Sevigny. Me fascina la facilidad con la que controla la electrónica. Te fabrica un tema en cuestión de horas y, desde el primer momento que me escuchó, tuvo muy claro el tratamiento que le quería dar al sonido.

 

¿Qué repercusión está teniendo?

         – Desde un principio no planteamos este trabajo como un lanzamiento convencional de un disco, sino como la tarjeta de presentación de un proyecto musical. Y, en este sentido, estamos consiguiendo lo que buscábamos, que la propuesta llegue a la gente, la comience a conocer… Y, además, gusta, con lo cual creo que estamos en el buen camino.

 

¿Tu dieta musical está compuesta principalmente de cantautoras norteamericanas eléctricas?

         – Ahí están la increíble Ani DiFranco, Fiona Apple, Aimee Mann, Alanis Morissette o Texas, pero también Colplay, Los Piratas, Sigur Rós… Ahora mismo estoy fascinada con el último disco de Standstill, que ya es del 2004… ¡y es emo-core! Aunque es cierto que a la hora de componer y, sobre todo en las líneas vocales, las referencias son las cantantes americanas.

 

¿Se te podría situar en algún punto intermedio entre Suzzane Vega y Cat Power?

         – Sí, si consideramos eso como la evolución lógica de las cantantes o cantautoras de toda la vida y las nuevas chicas que toman ese folk y lo llenan de influencias como el movimiento ‘riot’, el pop, la electrónica, el rock, la bossa o la ‘chanson’ francesa. Chicas como Gemma Hayes, KT Tunstal o Keren Ann están editando discos que a mí me encantan.

 

¿Nunca has compuesto en castellano o gallego?

         – Tengo un tema que podría enmarcarse en un estilo de tango, que suelo tocar en directo. Lo que he hecho hasta ahora es muy próximo al folk americano, por eso me parece natural cantar en inglés. Ese tema me recordaba un poco a Mercedes Sosa y me parecía lógico que fuera un texto en castellano. El último que he compuesto es en gallego, para un encargo. El castellano es un idioma muy complicado, en rima y sonoridad, y me gustaría, en el caso de utilizarlo, estar a la altura.

Xavier Valiño

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