SANCHES

Los romances de tarifa plana de Sanches

 

 

Samuel Sánchez es el cantante y compositor principal de Aburrido Cósmico, una banda de Gran Canaria con dos discos en el mercado grabados y producidos por Paco Loco en su estudio de Cádiz. Recientemente se presentaba en solitario y editaba un disco en formatos digital y CD bajo el nombre artístico de SanchesEl disco se llama Romances de tarifa plana, once canciones muy personales y de corte pop que nacen motivadas por las ganas de componer y de trazar un rumbo diferente al recorrido hasta ahora por el músico grancanario con su anterior proyecto. El artista nos presenta los once temas contenidos en este trabajo, canción por canción, para profundizar más en él.

 

Tres metros cuadradosEsta corta canción, que abre el disco, te lleva de viaje a muchos rincones del mundo. Se escribió en un principio para mandar el mensaje de justamente todo lo contrario, algo así como decir que para hacer los mejores viajes no hace falta ni siquiera moverte de tu propio cuarto.

 

Quiero estarEl primer single del disco. La canción, con aires de pop clásico, habla de lo importante que debe ser vivir el aquí y ahora, haciendo hincapié como si de un mantra se tratase el “quiero estar”. La melodía y los redobles de batería característico nacieron de un sueño real, en donde yo aparecía tarareando la melodía y los redobles de batería persiguiendo un Cadillac de color rosa. Esa noche, medio dormido, grabé como pude en el móvil la melodía y el redoble. Cuando me desperté escuché la grabación, agarré la guitarra y salió sola. Esta canción no sería ni mucho menos igual sin las magníficas cuerdas de Cristina Ardelean (violines y violas) y Víctor Alderean (chelos y arreglo).

 

Pequeña grieta: Esta canción es de esas que nacieron del tirón. La historia cuenta un mundo un tanto surrealista con el «tú y el yo» como eternos protagonistas indestructibles. Haciendo un poco de spoiler tiene unos
pasajes de saxofón (tocado magistralmente por el gran músico Elio Moreno), que suenan inconclusos. Salvando las enormes distancias, tiene aires de Bowie, dándole esa atmósfera raruna a la canción. Por un tiempo se convirtió en la niña bonita del disco, la canción distinta, la especial, aunque a decir verdad a día de hoy es difícil para nosotros quedarnos con una.

 

Lío: Es la única canción del disco que ya estaba compuesta en su totalidad desde hace bastante tiempo, la que por una cosa u otra estaba esperando su oportunidad guardada en el cajón. En su día no faltaba en el repertorio cuando actuaba por los bares yo solo con guitarra en mano. En esta ocasión Alby Ramírez le puso un elegante traje con el mellotrón y Sergio Miró hizo lo propio con las escobillas, dándole ese punto acústico a la canción. La letra, gran protagonista, no ha cambiado ni una coma con los años.

 

La multitud: Se trata del segundo single del disco. La canción cuenta la historia de un romance que está condenado a esconderse, pero que ha llegado a un punto de no retorno en que eso ya no es suficiente. En un principio era una canción muy sencilla, pero los arreglos del tándem «El Quebradero», el bajo a pedal de Rafa Daza y los preciosos y precisos coros de Sari Montelongo, la convirtieron en una canción con mucho pulso, con intensidad. Tiene su videoclip, donde a la historia se le da una vuelta de tuerca con algo de fetichismo

 

 

No he venido a dejarte marchar: La canción más larga del disco. Desde el principio uno de los aspectos más claros que teníamos antes de entrar a grabar era la duración de las canciones, queríamos que fueran cortas, directas. Pero llegó esta canción y tuvimos que darle espacio, no podíamos dejarla morir en la orilla. Esta delicada canción tiene una atmósfera contenida, te va transportando, manejando y llevando sin querer a un final con unos coros apoteósicos, marca de la casa de Álex Labao (sin esos coros nada sería lo mismo) que eleva la canción al mismo cielo. Es de nuestras favoritas del disco.

 

Sábanas limpias: Canción 7 del disco, de corte lento pero con un texto que no tiene desperdicio, narrando la historia de dos personas que tal vez usan el amor de usar y tirar. En cuanto a la grabación en sí, fue la primera que empezamos a dar forma con la banda y, como curiosidad, decir que esta canción es el resultado de la unión de otra que ya estaba compuesta hace algún tiempo y que finalmente encajaron como un guante. Esta vez, pudimos contar de nuevo con la colaboración especial de Víctor Ardelean al piano y Rodhes.

 

¿Qué pasó?: Esta canción tiene varias particularidades. Para empezar, gran parte tiene batería programada, gran idea de Sergio Miró. Otra cosa que la hace especial es que en la letra está escondido el título del disco. Para rizar el rizo, tiene un clavicordio tocado magistralmente por Lisandro Rodríguez. Mención aparte para la fina y acertada guitarra de Alby Ramírez, una vez más.

 

Pálpito: Cuando le toqué por primera vez la canción a Alby, él tuvo muy claro que la canción iba a ir por los derroteros de Tom Waits (salvando las distancias, obvio). La letra en sí misma, trata de la conexión entre dos personas y de esa magia que se puede llegar a crear, capaz de hacerle una finta a la desidia y a el hastío que trae a veces la vida. La batería de Sergio Miró y el bajo de Rafa Daza le dieron ese traje enérgico-pausado que necesitaba la canción.

 

Los que ya no están enamorados: Muchas curiosidades en torno a esta canción, que era una de esas que dormía plácidamente en el cajón desde hacía unos pocos años. Fue la última elegida. Desde el primer momento tuvimos claro que sería una canción acústica al uso. La más desnuda del disco, grabada obviamente con guitarras acústicas y un par de maravillosos arreglos/detallitos sacado de las cabezas creativas de El Quebradero, dejando que la canción rodara de la forma más natural posible, tal y como se creó. Indudablemente su gran baza es la letra, cantada con intensidad, llena de imágenes contundentes y un sinfín de sentimientos encontrados

 

Mi apuesta: Fue la canción más nueva de todas, la última en componerse que entró in extremis entre las seleccionadas. Canción de guitarras al uso, con un estribillo pegadizo y contundente. La letra, marca de la casa, es una declaración de admiración a una musa inigualable. Consideramos que era una canción perfecta para cerrar el disco, un puñado de canciones que pretenden dejar con un buen sabor de boca y que a la vez le den ganas al oyente de volver a pulsar el play.

 

 

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