Said Muti

Said Muti: historias cotidianas, vidas cruzadas

 

 

Tras editar su primer álbum De Tripas Rock ‘N’ Roll, con el que se dio a conocer por toda la Península, y después de un disco grabado en vivo que sirvió para ponerle final a esa etapa, En directo desde el Auditorio Alfredo Kraus, Said Muti presenta Habitación 828, un ramillete de rutilantes canciones de “soul, rock clásico, blues, indie, electrónica e incluso canción de autor” que hablan de historias cotidianas y vidas cruzadas con el nexo común de un cuarto de hotel, donde todo es posible.

 

Hace ahora tres años se editó tu primer disco, De tripas Rock ‘N’ Roll. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Qué tal acogida tuvo? ¿Podía haber llegado a más gente?

– Con De Tripas Rock ‘N’ Roll comenzó todo. Fue el disco con el que arranqué y, en parte, en el que se definió el rumbo que he tomado. Grabé canciones que llevaban conmigo bastante tiempo y experimenté con otras que compuse expresamente para ese álbum. Además, me permitió acceder a un mayor número de público y compartir escenario con artistas a los que respeto como Elton John, Fito & Fitipaldis o Dani Martín. Giramos bastante y rodamos un show con el que disfruté mucho. No me gusta valorar el éxito de los discos por el volumen de gente al que llegan en un espacio concreto de tiempo. Prefiero quedarme con lo que hay dentro. Las canciones son lo más importante, y esas diez me han dado muchas alegrías.

El año pasado publicaste un disco en directo con seis canciones, En directo desde el Auditorio Alfredo Kraus. ¿Era el resumen de lo que había sido tu camino hasta ahí, antes de pasar a otra etapa? ¿Cómo lo planteaste?

– En efecto, quería cerrar una etapa y dejar publicado la conversión que realizamos de las canciones sobre las tablas. Ya tenía compuestos algunos temas de Habitación 828 y sabía que iba a ser un disco diferente. Ese concierto tenía un aire especial; tocábamos en casa, cerca de donde algunos versos habían nacido y arropados por muchas personas que quiero. Lo planteé con el cariño propio que deben tener los discos en directo. Al fin y al cabo, no hay margen para corregir, y todo lo que se queda es lo que sucede en un instante concreto, es un acto de sinceridad con las canciones y con el público.

Me imagino que los dos años que han pasado hasta editar este segundo disco se deben a la situación de la industria musical. ¿O hay otros motivos?

– Creo que es un margen temporal bastante prudente para trabajar y mostrar las canciones. La industria de alguna manera juega con esos tiempos y, por otro lado me gusta madurar y darles el espacio apropiado a las creaciones. La incontinencia no la veo muy beneficiosa.

De hecho, vuelves a autoeditar el álbum, tras una campaña de micromecenazgo. ¿Sigues considerándolo la mejor opción?

– Las campañas de micromecenazgo nos permiten tomar el pulso a lo que realizamos. Puedes verificar si lo que estás haciendo estará respaldado, si hay interés en escuchar y sentir las canciones. En este caso, ha sido la segunda vez que la realizamos y he quedado gratamente sorprendido con el resultado. Por otro lado, nos permite trabajar con algo más de libertad, aunque esto no es del todo cierto. En el patrón tradicional diríamos que tienes ‘un solo jefe’; en este caso, ese número hay que multiplicarlo por trescientos. La responsabilidad aumenta al saber que hay muchas personas que realizan un precompra del producto sin haberlo escuchado antes. La autoedición me permite tener el control de todo lo que acontece. Sabes perfectamente lo que pasa en todo momento. Estamos en una época en la que cada vez hay mas artistas que se autoeditan y, sin duda, alguna habría que hacer una reflexión. Algo sucederá para que muchos elijan ese camino.

¿Se hace difícil tener que atender también a toda la organización de grabar un disco y todo eso, manteniendo también todo lo que se genera en redes alrededor tuyo, al margen de lo estrictamente musical? ¿Te quita tiempo o energía para dedicarle a la música?

– Tengo la suerte de contar con un equipo que hace sencillo lo imposible. En ese sentido, estoy muy bien arropado, y la carga de trabajo es soportable. Gestiono mis propias redes sociales y me gusta mantener contacto directo con las personas que hacen suyas las canciones. Esta profesión esta cargada de diferentes ámbitos profesionales y su propia evolución nos obliga a tener que saber de muchas cosas diferentes. Aun así, tengo una rutina de escritura que respeto y trato de mantener mi energía intacta para componer.

¿Qué buscabas con Habitación 828? ¿Sigue una línea de evolución concreta en tu carrera?

Habitación 828 es un disco diferente. Considero que no hay que estancarse, y en el riesgo encuentro algo de placer. Me gusta que cada etapa tenga una personalidad y un sonido propio. Cambiar es avanzar. En este caso, se trata de canciones más maduras y contundentes. Me centré mucho en los textos, y encontramos una línea acústica y orgánica donde las canciones quedaban muy bien vestidas. No tengo premeditada la línea de evolución de mi carrera. A ese respecto, me gusta pensar que iré haciendo lo que sienta en cada momento. Dejaré que el devenir tome las decisiones oportunas para cada instante.

¿Se puede hablar de un tono algo más acústico y reflexivo en el disco, menos visceral? ¿Fue intencionado?

– Me aparté de la vertiente más afilada y eléctrica. Los temas habían nacido con mayor reposo y, sin duda alguna, más acústicos. Las letras tienen otra intención y la visceralidad anterior quedó en un segundo plano. Quería hacer canciones diferentes sin apartarme del todo del estilo en el que llevaba escribiendo este tiempo. No fue un proceso sencillo pero puedo asegurar que durante esa leve transformación he aprendido mucho. Salir de la zona de confort aporta resultados sorprendentes y te permite investigar sin prejuicios.

¿Qué es lo que le propusiste al productor Ricky Falkner?

– Fue una decisión consensuada. En la primera reunión que tuvimos, Ricky me transmitió su visión y yo estuve muy de acuerdo con su forma de enfocarlo y entenderlo. Por otro lado, considero que hablamos el mismo idioma musicalmente hablando y fue muy fácil llegar al acuerdo. Le envié lo que estaba escribiendo y, con sus certeras indicaciones, conseguimos llevarlas al lugar donde siempre pensé que se merecían estar.

¿Crees que se ha conseguido el sonido que tenías en la cabeza?

– Absolutamente sí, incluso diría que hemos conseguido llegar a un sonido que traspasa con creces lo que en un principio tenía planteado. En este disco las atmósferas están muy presentes y considero que es un buen paso adelante.

¿El título del álbum engloba a todas las canciones con un nexo común?

– No hay ninguna que se llame Habitación 828 y no es casualidad. Me gusta la idea de englobar todas las canciones alrededor de un marco común. Se trata de historias cotidianas que cualquiera de nosotros ha vivido en algún momento de su vida. El trasiego de esta profesión me lleva a muchas ciudades y, sin duda, un hotel es un lugar maravilloso para que acontezcan situaciones merecedoras de convertirse en canción.

¿Son historias interconectadas entre ellas? ¿Puede ser que alguno de los protagonistas de las canciones esté presente en más de una? Si es así, ¿puedes ponernos un ejemplo?

– Necesariamente no tienen que estar todas interconectadas pero sí responden a un momento vital concreto. Cada canción tiene su álter ego, su pareja. Era una idea que llevaba atrayéndome mucho tiempo y que, a pesar de que a priori no sea fácilmente identificable, está presente. Hay protagonistas que repiten. Entran y salen en forma de versos copando la canción a su antojo. “Las verdades que conté” y “Círculos viciosos” tienen a la misma ‘actriz’ protagonista. Por otro lado, hay muchos personajes secundarios con calado, que dan pinceladas concretas en varias canciones.

¿Qué te ha inspirado en esta ocasión para tus textos? ¿Ves alguna evolución en este sentido?

– En esta ocasión, me deje llevar por poemas que escribía de manera aleatoria y que reflejaban con nitidez lo que sentía. Muchos de los versos han salido de alguna idea concreta a horas ciertamente extrañas. Por supuesto que hay evolución. No soy el mismo que hace dos años. Uno cambia inevitablemente con el paso del tiempo, es una sensación que me gusta mucho y trato de disfrutarla al máximo. Al fin y al cabo, soy un mero transmisor de emociones que tiene la obligación de exigirse cada vez un poco más.

Al final del disco están los dos cortes que se desvían más del resto. ¿Qué nos puedes contar de esa balada soul-rock, “Balada de Kid Fracaso”?

– En la “Balada de Kid Fracaso” realizamos un ejercicio de estilo bastante concienzudo. Soy muy fan de las baladas soul y desde el origen se planteó con esa sonoridad. El caso de esta canción es curioso: llevaba años conmigo y nunca me había decidido a grabarla, incluso estuvo incluida en los conciertos mucho antes de editarse. Cuando se la mostré a Falkner, lo vio muy claro y conseguimos lo que nos propusimos. En cierto sentido, este tipo de canciones tienen un horizonte muy marcado y jugar con ellas es divertidísimo. La letra la escribió Pedro Flores un poeta canario con una calidad incuestionable y muy reconocido en su ámbito. Hace algunos años, cayó en mis manos un libro suyo, El último gancho de Kid Fracaso. Quedé totalmente fascinado con lo que escondían aquellas páginas. Adolfo, amigo en común y su editor, nos puso en contacto y le escribí para consultarle si sería posible resumir todo el libro en un solo poema. Intercambiamos algunos correos en los que me consultaba sobre la estructura que tenía pensada y, en cuestión de horas, tenía la letra intacta en la bandeja de entrada. Fue un proceso fugaz y su labor, titánica. Consiguió incluir en unas pocas líneas todo el trasfondo poético de su libro. Lo demás es historia, la musiqué con Juanma Barroso y estuvo danzando de un escenario a otro hasta que encontró el álbum adecuado para instalarse.

¿Y de “Magia negra”, balada hard-rock?

– En “Magia negra” nos dejamos llevar por la psicodelia y el rock progresivo. Fue un verdadero gusto verla crecer y además hacerlo de forma tan bonita. No es una canción al uso y eso la hace más atractiva aún. Guarda el aire de cuando la compuse, esa suerte de oscuridad donde alguien conspira en secreto.

Aparte de esas, me gusta, por ejemplo, “La sangre con letra entra”. ¿Habrá nuevo single? ¿Cuál de las canciones es la que mejor respuesta está obteniendo en directo?

– Próximamente promocionaremos otro single y, sin duda, “La sangre con letra entra” está entre las candidatas. En esta gira, he planteado el concierto de manera muy diferente. Hay una primera parte mucho más acústica en la que aparecen las canciones nuevas y una segunda en la que intercalamos las anteriores con una atmósfera más eléctrica. Depende mucho del día y del lugar donde toquemos. “Círculos viciosos” es una de las que funciona muy bien, la gente se queda muy rápido con el estribillo y es un placer oírlos cantar. Con el paso de los conciertos cada una de ellas irá adquiriendo su propia forma y encontrando su camino. Tener donde elegir es una virtud maravillosa.

En cuanto al sonido, te mueves en unas coordenadas de rock clásico. ¿Cómo puede hacer hoy alguien rock, un estilo que tiene tanta historia, para darle un contenido personal, original, distinto?

– En este disco creo que nos salimos un poco de esa fórmula. “El forastero” es un ejemplo. En esta ocasión apostamos por sintetizadores y un patrón rítmico que no suele estar presente en mis canciones. Definir los géneros en ocasiones es delimitar demasiado una obra. Cierto es que el lenguaje que uso está en clave de rock. Es la música con la que más me siento identificado pero eso no me limita a la hora de componer. En Habitación 828 hay soul, rock clásico, blues, indie, electrónica e incluso canción de autor.

¿Hay alguna canción de otros artistas que haya inspirado o motivado alguna de las tuyas? En ese caso, ¿cuál y por qué?

– Considero que es inevitable no tener influencias. Escucho, veo y leo obras de otros artistas e intento aprender lo máximo posible de ellas. Trato de absorber hasta la última gota para disfrutar de una libertad creativa mayor. No podría decirte ninguna canción en concreto, quizás son demasiadas para contabilizarlas

¿A qué artistas clásicos vuelves una y otra vez?

– The Beatles, The Rolling Stones, Aerosmith, Bob Dylan, Neil Young, Tom Petty, David Bowie, Silvio Rodríguez, Stephen Stills y un largo etcétera de genios inmortales que han realizado verdaderas obras maestras. Tenemos la enorme suerte de poder disfrutar de su legado. Inevitablemente, de vez en cuando vuelvo a los boleros. Crecí con ellos en casa de pequeño. Decía Gabriel García Márquez que la verdadera literatura estaba escrita en ellos. Son una fuente inagotable de conocimiento y proporcionan una formación exquisita a la hora de contar historias.

 

 

Y de los más recientes, ¿cuáles sigues? ¿Alguno que no tenga que ver con el sonido en el que te ubicamos?

– Sigo desde Revelator, su primer disco, a la Tedeschi Trucks Band. Me parece de lo más impresionante que hay en la actualidad en cuanto al sonido de rock y blues. Son algo así como una súper actualización de The Allman Brothers Band. También Larkin Poe, un dúo jovencísimo de hermanas de Atlanta que están moviendo los cimientos de lo lindo. Por supuesto, The Black Keys y Arctic Monkeys están siempre en mis listas de reproducción. En España disfruto mucho con Egon Soda, proyecto capitaneado por Ricky Falkner. Es un pedazo de banda y sus discos son muy recomendables; son algo así como The Band. Trato de estar cerca de todo lo que acontece en cuanto a la música. En estos momentos sin ir más lejos me estoy interesando por la obra de artistas que trabajan en los patrones del rap o el hip-hop.

Después de haber dado el salto a grandes y pequeños escenarios, a la Península y tocando habitualmente en las Islas Canarias, ¿qué es lo que has aprendido como músico?

– Aprendo algo en cada concierto. De eso se trata. Hay que estar pegado a la realidad y formarse con conciencia. Es una profesión que requiere mucho esfuerzo pero la gratificación es enorme. Por otro lado, los músicos hacemos un sin fin de sacrificios personales a favor de nuestro trabajo. Abandonamos muchas cosas por esta pasión que nos mueve. Aun así, lo hacemos con gusto. De lo que más aprendo es del público: siempre he pensado que una vez editadas las canciones dejan de ser mías para pasar a ser de quien las escucha. Es muy emocionante ver y sentir ese apoderamiento. Cada vez que oigo a alguien cantar una canción mía, no puedo evitar sentir un vuelco en el corazón. No obstante, el proceso de aprendizaje no acaba y estoy siempre alerta para ‘apoderarme’ de algún conocimiento extra.

¿Y cuál es tu visión de la industria musical? ¿Cuál es el trato que se dispensa al creador y al músico por todos aquellos que se mueven alrededor del negocio?

– La industria ha cambiado muchísimo. No es la misma que hace cinco años. Cambia constantemente y, en ocasiones, es muy complicado seguirle el ritmo. La aparición de Internet ha cambiado totalmente la ecuación. Soy muy pro-Internet y plataformas digitales. A pesar de ello, pienso que hay que revisar al detalle la manera en la que se está realizando todo esto. En sus inicios se nos vendió que el avance acabaría con los oligopolios que circundan a la música y no es cierto, es el mismo perro con distinto collar. Los acuerdos siguen siendo en ocasiones leoninos y los creadores nos vemos en circunstancias poco amables. Ya no se trata de la piratería en sí, hay que ir más allá y revisar los acuerdos de las plataformas de contenidos legales. Por otro lado, hay una esperanza enorme con el auge de festivales y conciertos. Parece que la música en directo goza de una salud magnífica. El público no es tonto y quiere disfrutar de sus artistas favoritos en las mejores condiciones posibles. En tiempos donde todo pasa por una pantalla es ilusionante ver como la gente sigue moviéndose para sentir las canciones de cerca.

¿Tienes otro trabajo o vives exclusivamente de la música?

– Desde el lanzamiento de Tripas Rock ‘N’ Roll tengo la suerte de dedicarme a tiempo completo a la música. Se lleva todas mis energías y mi tiempo.

No sé si Said Muti se ha ido construyendo por el camino o tenías las cosas están claras desde un principio.

– Tenía claro que este era mi lugar y que quería vivir sobre un escenario. Uno se va construyendo poco a poco y, una vez tienes el veneno en la sangre, es muy complicado no querer dedicarte a lo que te apasiona. El camino ha ido moldeándome hasta convertirme en lo que soy ahora. Lo importante es tener claro el horizonte y no desviarse. Quizás he escogido el sendero más largo, pero estoy seguro de que es el correcto. Paso a paso, firme y con el respeto debido a los sucesos aleatorios.

En un primer momento, rodaste bastante las canciones en directo antes de grabarlas. Supongo que hoy es al revés. ¿Cómo te sientes mejor?

– Las dos opciones me parece muy válidas. En aquel primer momento, no había otra. Tenía que mostrarlas para testearlas con los oyentes. De esa manera, fueron creciendo como criaturas independientes hasta hacerse con una personalidad propia. Hoy el proceso es diferente: las compongo a guitarra-voz y no las toco en directo hasta que se graban. Esto me permite unificar la versión y mostrar lo que he trabajado con cariño y detalle. Ahora mismo, me siento muy cómodo con esta forma de proceder y creo que también guarda un factor sorpresa que juega a favor de la primera escucha del disco.

Por último, ¿recuerdas alguna anécdota curiosa que te haya sucedido?

– Tengo muchas y variadas. Algunas en sitios a los que no sabría volver y con la sonrisa más pegada al amanecer que a la media noche. Quizás una de las que recuerde con más cariño sea la que me sucedió con el poeta Leopoldo María Panero en mi primer concierto. Fue en la Cafebrería Esdrújulo de Las Palmas de Gran Canaria. Por aquel entonces, la mayoría de los cantautores de Canarias y España pasaban por aquel escenario. Tenía un puñado de canciones y me aventuré a cantarlas. No creo que hubiese cumplido los dieciséis. Llegué con puntualidad obsesiva a la hora de mi primerísima prueba de sonido. En la antesala del local estaba Panero sentado fumando su sempiterno cigarrillo. Yo sabía de su existencia, pero nunca lo había visto en persona. Justo cuando entré, me echó un vistazo de arriba abajo, hizo un gesto cómplice con la cara y siguió concretado en un vaso de leche que tenía junto al cenicero. Leopoldo vivía por voluntad propia en el Hospital Psiquiátrico. Después de un largo periplo, acabó en la isla. En mitad de la prueba, se acercó al escenario, me dio la mano, dijo algo inaudible y después espetó un clarísimo: -“Halaaaaaa, ¿pero qué tenemos aquí? Otro cantamañanas”. Después de su particular bautizo, vomitó una cantidad sorprendentemente grande de leche frente a mí. Según tenía entendido, tomaba leche compulsivamente porque pensaba que lo estaban envenenando. Se dio la vuelta y se perdió por la calle Cebrián. Sin duda alguna, fue un original recibimiento al universo de la creación. A partir de ese momento, coincidí con él muchas veces más en la Facultad de Ciencias de la Educación y entablamos una curiosa relación en la que me contaba anécdotas o simplemente recitaba poemas. Era una persona a la que tenía cariño y respeto. Aprendí mucho leyendo sus libros. Un personaje poco habitual, gamberro y entrañable a partes iguales.

 

 

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