RICHARD HAWLEY

Richard Hawley, San Valentín

 

 

Como en ocasiones anteriores, el sexto disco de Richard Hawley, el más claro crooner del pop actual,  lleva un título (Truelove’s Gutter) que tiene que ver con una de esas esquinas olvidadas de la parte histórica de su Sheffield natal y, una vez más, fue grabado también en los discos Yellow Arch de esa ciudad inglesa.

 

Pero los paralelismos con sus anteriores álbumes acaban ahí, porque este disco marca un enorme salto al vacío en el sonido y la composición de Richard Hawley. No sólo se trata de su trabajo más arriesgado musicalmente hasta ahora, sino que es también el más emocionalmente desnudo. Con sus confesiones de gente arruinada por sentimientos de culpa, baladas sobre vidas rotas y amigos autodestructivos, se palpa en él una gran ambición casi novelística. Lo presentará en Galicia el 14 de febrero, día de San Valentín, en el Teatro Rosaría de Castro de A Coruña. Seguramente no hay día en el calendario de todo el año más apropiado para ello.

 

Han pasado dos años desde la edición de su disco más exitoso, Lady’s Bridge, y Richard Hawley ha aprovechado este tiempo para relajar sus músculos embarcándose en otros proyectos, como tocar con Arctic Monkeys o Elbow y coproducir y coescribir el impecable álbum del veterano Tony Christie Made In Sheffield en el 2008. Pero nunca antes en su ilustre carrera había sonado tan profundo, rico y exquisitamente melancólico como en Truelove’s Gutter. Hawley dice que es un disco más honesto y adulto hasta la fecha.

 

“Algunas canciones son personales, pero hay mucho trabajo de observación a amigos y gente que conozco”, explica. “No lo hago de forma desagradable o cruel. Simplemente estoy tratando de entender a la gente, más que juzgarla. Eso es lo que intentaba con este disco: ser honesto con el estado real de mi corazón”.

 

Truelove’s Gutter empezó a cobrar forma después de que la discográfica de Hawley le invitara a hacer el disco que siempre había soñado hacer, sin importar el resultado comercial. “Un sueño hecho realidad”, admite, “pero también un reto creativo”. El resultado es un lujoso viaje musical en ocho piezas que se mueve bajo su propio ritmo majestuoso, con el suficiente espacio dentro de cada suntuosa canción mini-épica para que la voz atemporal e inmensa de Hawley despliegue sus alas.

 

“Cada vez que sentía que ponía una capa de mantequilla, crema de chocolate, mantequilla de nuevo y lo mezclaba todo, tenía que volver atrás y dejarlo sólo en la mantequilla”, explica Hawley sobre su intención de reducir su sonido al mínimo esta vez. “No se trataba de sabotear el pudin, sino de dejar que la canción respirase. Esta vez le he dado un enfoque más suave y meditativo”.

 

 

Las vidas de sus amigos inspiraron gran parte de las canciones melancólicas del disco, aunque también hay otros cortes menos taciturnos, como “For Your Lover Give Some Time”, en la que destaca una mordaz letra de las del tipo de Jacques Brel o Serge Gainsbourg. “Simplemente trataba de ser honesto sobre la forma en la que el amor cambia”, asegura. “Es como un aviso de no dar las cosas por sentadas”.

 

De todas formas, Hawley tiene claro que muchos vivimos una vida de tranquila desesperación, que así es la vida. “Básicamente, se nos enseña a perseguir experiencias que enriquezcan nuestra existencia, que nos hagan crecer y desarrollarnos como seres humanos. Pero a veces, nos guste o no, esas experiencias nos dejan un poco vacíos, como si hubiese algo que hemos perdido. En mi opinión, eso está más cerca de la realidad de ser un ser humano que los sueños de plástico que nos venden los medios de comunicación o la publicidad”.

 

En el estudio, Hawley retó en esta ocasión a cada miembro de su banda a encontrar nuevas formas de tocar sus instrumentos. También él encontró una nueva libertad en su forma de tocar, grabando, por ejemplo, su parte de guitarra en “Remorse Code” en una sola toma, incluyendo un brillante solo. También trabajó mucho más en la composición de los textos y en darle a las canciones una secuenciación que hiciera que todo fluyera como una sinfonía.

 

“No quería grabar otro álbum de lo mismo”, asegura Hawley. “Quería forzarme a mí mismo como compositor, músico, productor y arreglista. Quería que escuchar este disco fuese una experiencia de principio a fin, en la que no pudieras pulsar el botón de pausa e irte a ver una serie de televisión. Tenía que impulsarte a sentarte y escucharlo. Desde el punto de vista del sonido, el disco fluye, no va saltando de un lado a otro en cuanto al estilo y al tempo. Tiene una disposición de ánimo que recorre todo el álbum”.

 

Un ingrediente decisivo que hace que Truelove’s Gutter suene diferente a los otros discos de Richard Hawley es su exótico arsenal de instrumentos antiguos: artilugios mágicos con nombres de cuento de hadas como el Cristal de Baschet, el teléfono de agua, las ondas martenot y la lira encantada. Dos temas cuentan también con la harmónica de cristal, una maravilla mecánica inventada en 1761 por Benjamin Franklin y más tarde prohibida en algunas partes de Europa por sus supuestos poderes diabólicos.  

 

“Alcancé el límite de mi paleta sónica en el último disco”, explica Hawley. “En este álbum utilizo un montón de instrumentos extraños y de sonidos insólitos que no se escuchan en otros discos. Cuando empecé con él ni siquiera sabía cómo se llamaban esos instrumentos. Sólo sabía que quería darle una sensación sobrenatural al disco, para enriquecer el sonido de forma diferente a todo lo que había hecho antes”.

 

Para ayudarle con todo ese arsenal de dispositivos extravagantes, la banda de Hawley contó con invitados en el estudio. Uno de ellos fue David Coulter, un virtuoso de la sierra musical recomendado a Hawley por su colega de Sheffield y frecuente colaborador Jarvis Cocker. “La clave de todo fue mi abuelo”, explica Hawley. “Era un violinista muy bueno y solía hacer un número novedoso utilizando la sierra musical. Es el instrumento que escuchas en “Don’t Get Hung Up On Your Soul”. Solía tocarlo en fiestas familiares, y era un sonido tan encantador que me dejaba completamente hechizado”.

 

“En uno de esos curiosos giros del destino que ocurrieron mientras se grababa el disco en el estudio”, continúa Hawley, “nos dimos cuenta que la hoja del arco de la antigua sierra musical, que originalmente había sido vendida en la Alemania del siglo XIX, tenía estampadas tres palabras muy familiares para todos los involucrados: Made In Sheffield (Hecho en Sheffield)”.

 

Llámalo suerte. Llámalo ‘acero’ hecho al viejo estilo de Sheffield. Llámalo como quieras. Cualesquiera que sean los ingredientes, Richard Hawley ha hecho su álbum más profundo, sublime, musicalmente ambicioso y emocionalmente maduro. Puede que se esté fijando en la cuneta del verdadero amor, como su título quiere indicar, pero a lo que verdaderamente apunta es a las estrellas.

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