RETURN TO GOREE

Return To Goree

Otra causa ganada. Otro viaje épico. Otra lucha. Con un encargo del anciano ‘cuidador’ actual de la isla de Gorée, Youssou N’Dour se lanza a la carretera. Sin perder la compostura, pero decidido en su causa. Return To Gorée sigue el esquema clásico de las películas de carretera -en este caso, el avión ayuda también- en el que sus protagonistas persiguen una idea, un camino, y acaban por mudar o definir su personalidad.

 

Youssou N’Dour lo tenía más o menos claro antes de empezar: buscar músicos por varios países de tres continentes que le ayudasen a realizar su sueño de acabar tocando en la isla de Gorée que tan presente estuvo siempre en su vida en Dakar, de la que partieron con destino al continente americano la mayor parte de los esclavos africanos durante más de tres siglos. En su periplo conviven dos intenciones: adaptar sus canciones a una interpretación más jazz y demostrar los vínculos de una buena parte de las músicas con la raíz africana.

 

Primero aparece en escena un pianista ciego de Suiza, Monce Genoud, que hará de maestro y guía de los músicos. A continuación, ambos se encuentran en Atlanta, para convencer a un coro de gospel, The Harmony Harmoneers, de que dejen por una vez de un lado a Jesús en sus canciones para acercarse a un mensaje que, aunque no tan distinto, no parece convencerles en principio. Después, en New Jersey se unen al escritor Leroi Jones para la parte central del filme: la referencia a la esclavitud y a la opresión de los afroamericanos durante tanto tiempo. Según mantienen, que África no haya logrado levantar cabeza aún se debe a que la mejor parte de su población marchó a otros lugares como esclavos.

 

En Nueva York suman a una vocalista muy versátil. En Nueva Orleáns añaden a su séquito el batería Idris Muhammad y, después, se pasan por Luxemburgo en busca de un guitarrista y un armonicista, para acabar en Dakar. Allí, después de ensayar por última vez, marchan hacia Gorée. En el viaje en barco que cierra el círculo, las caras son de circunstancias.

 

Al llegar, el anciano que le hizo el encargo a N’Dour les da una lección de historia que no pueden olvidar. Cuando saltan al escenario, todos son conscientes de ser protagonistas de un momento único. Sólo vemos un trozo de una de las canciones que interpretan, lo justo para saber que el concierto está siendo retransmitido por la televisión senegalesa, porque la actuación sería motivo de otra película. La que les ha traído hasta aquí empieza en el siglo XVI y aún no se ha cerrado del todo.

 

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