RAUL MOYA

Raülmoya, nanas folk en Fa mayor

Lo lleva bien. Lo del pluriempleo, queremos decir. Que si élena, que si Refree, que si Romodance, que si Sitcom, que si la banda de Miqui Puig… Y otros que él mismo nos recuerda. Sin embargo, en esta temporada se presenta con otro alias y un disco de debut titulado La nueva era glaciar, bajo el que esconde su faceta probablemente más personal y una querencia por el sonido folk-country, sin olvidar sus raíces mediterráneas.


¿Te vienen tus principales influencias de los cantautores eléctricos norteamericanos?

– Pues sí, una parte importante de mis influencias están ahí, en el country y folk norteamericano. Junto al blues del Delta es de lo que más vengo escuchando estos últimos años. Desde los clásicos, como Bob Dylan, Townes Van Zandt, Merle Haggard, Jackson Browne, Gordon Lightfoot o Tim Buckley, hasta los más actuales, como Bonnie Prince Billy, Ben Harper, M. Ward, Elliott Smith, Dayna Kurtz, Gillian Welch y, sobre todo, Ryan Adams. No hago ningún viaje sin llevarme uno de sus discos.


Pero también se nota que vives en el Mediterráneo, ¿no?

– Sí, claro. Cada mañana, cuando me levanto, lo primero que veo es el Mediterráneo; vivo justo enfrente de él, en Masnou. No soy de Nashville ni de Nebraska, he crecido aquí y eso se ha de notar. Creo que en el disco se pueden ver esas dos partes: una muy americana, en el sonido, y otra más mediterránea o latina, en el idioma, en la manera de hacer y decir y en alguna de las instrumentaciones. Es la mezcla de las influencias citadas anteriormente con otras como Joan Manuel Serrat, Jorge Drexler, Quique González, Fito Paez y el gran Andrés Calamaro. Hay quien ha hablado de country mediterráneo y creo que es una buena definición. Hacer que algo de allí sea y suene más de aquí.

Has trabajado con varios grupos. ¿Cómo pretendías diferenciar tu nuevo proyecto de los anteriores?

– Bueno, hasta ahora siempre había estado un poco escondido y me apetecía dar un poco la cara, dar un paso adelante y empezar un proyecto mucho más personal y de sinceridad total. En los otros había un trozo de mí, en mayor o menor medida, y ahora soy yo, en mayor o menor medida. Ésa sería la diferencia principal.


¿Crees que este disco te ha servido mejor para conocer tus limitaciones y tus virtudes?

– La verdad es que sí. Cualquier disco que grabas conlleva un aprendizaje, tanto en el sentido musical como en el humano, y te das cuenta de muchas cosas. En éste ha sido mayor. Las canciones son mías y he hecho dos cosas que hasta ahora prácticamente no había hecho, como son cantar y escribir letras. He empezado a conocer un poco mi voz, en qué registros me encuentro más cómodo y a cuáles no puedo llegar, intentar darle una personalidad propia a la manera de cantar. Y luego los textos. Como te decía es algo nuevo para mí. La verdad es que ha sido un disco de aprendizaje y aterrizaje en todos los sentidos. Como una prueba y una tarjeta de presentación que me ha servido para corregir cosas y para ver hacia dónde me gustaría encaminar las nuevas canciones y el proyecto.


En cuanto a las letras, ¿hasta qué punto piensas que puedes exponer tus emociones? ¿Te has puesto alguna limitación?

– Como te decía, nunca había escrito letras y me daba un poco de miedo, primero hacia mí y, luego, hacia los demás. Siempre había escrito melodías y armonías, pero no letras. Era algo nuevo. Y no me puse ninguna limitación. De hecho, las letras de estas canciones son emociones y vivencias ‘vomitadas’ en una hoja. No están muy pensadas ni estudiadas. Es lo que me sale en ese momento, una mezcla de vida real con soñada. Me cuesta mucho decir: “me siento cada día tres horitas y las dedico a escribir”. No tengo esa disciplina, soy incapaz, un puto vago. Aunque creo que sería mucho más prolífico y lo voy a intentar.


¿Qué canción crees que representa mejor el disco?

– Pues no te sabría decir. Tal vez “Nana Folk en Fa mayor”. Es una canción que casi nadie cita y a mí me gusta muchísimo como ha quedado. Creo que es de las más redondas que he escrito.


¿Y cuál está recibiendo mejor la gente?

– Pues hay una cosa que me gusta, y es que cada persona me dice una distinta. Cada uno tiene su preferida, y eso quiere decir que es un disco de canciones. Entre las más elegidas están “La nueva era glaciar”, “A dios mi vida, adiós”, “Bon automne”, “Rían con sentido”, “Juan sin miedo”…


¿Qué me puedes decir de “A dios mi vida, adiós”, una de mis favoritas?

– ¿Tú también? La verdad es que está en el podio de las favoritas de mucha gente. Es de las canciones más antiguas del disco, y es una canción de despedida. Me pareció curioso empezar el disco por el final, con una despedida que al principio duele, pero luego te acostumbras e incluso disfrutas. En la canción hay una persona muy importante para mí que me abandona. Al irse se lleva esa parte de mí que nació, aprendió, creció y vivió con ella. Esa parte que me fue arrancada me escribe una carta y me dice que no me preocupe, que está bien con ella y que no volverá. Renuncia a mí y yo renuncio de ella. Todo queda ya en el recuerdo y sueño. Musicalmente creo que tiene un sonido muy americano, donde se nota la influencia de Ryan Adams. Si alguien, por casualidad, decide comprar el disco en atunes, de regalo va la versión de la demo de esta canción, una versión mucho más desnuda y muy distinta. Un poco de promo.


¿Piensas que hay alguien trabajando en la misma línea que tú?

– Pues la verdad, creo que no. Aunque gente como El Hijo, Nacho Vegas (me declaro fanático) o Refree estemos englobados en un mismo grupo, creo que hay bastantes diferencias. Creo que partimos del mismo lugar, pero luego cada uno sigue su camino en una dirección distinta y le da un toque más personal. Quizás el mío sería el que comentábamos antes del country mediterráneo… O un cowboy marinero.


Curiosamente, hay otros artistas del Estado que, después de estar en uno o varios grupos, editan discos más personales, como Refree, Mate, El Hijo… ¿Qué te parecen?

– Bueno, Refree y El Hijo son bastante malos… Es broma: era para cabrearles un poco. Qué voy a decir. Con Refree toqué en sus dos primeros discos y luego en élena, Sitcom, Romodance. Aprendí muchísimo y creo que Refree es un gran compositor y un gran creador de melodías. Es bueno el cabrón, un tío muy inteligente y con las ideas claras. De El Hijo aún no he escuchado el disco nuevo, pero ver tocando a Abel sólo con su guitarra y su voz que lo abarca todo es impresionante. A mí me llega muchísimo. Mate no le conozco personalmente y desconozco más su música. He escuchado cosas sueltas, y lo poco que he escuchado de su último disco me parece muy, muy bueno. Pero a mí personalmente me interesa más la gente de aquí que canta en castellano o catalán. Les presto mucha más atención, hacen más por la música de aquí.


¿Es la gente con la que colaboras la que sientes más cercana, la que más sigues?

– Para grabar el disco conté un poco con la familia, con grandes amigos con los que había ido tocando. Ricky Falkner, Jordi Corchs, J.M. Baldomà, Víctor Francisco, Dani Jones, More, Pablo Garrido, Ramon Marc Batallé, Marc Blanch (que se ha unido a la banda). Muchos de ellos forman parte de bandas que me gustan muchísimo como Standstill, Love of Lesbian, Refree, élena (obvio), Sanpedro…


¿De qué trabajo con élena, Sitcom, Romodance u otros estás más contento?

– Es como preguntar a quién quieres más, a papá o mamá. A los dos. Estoy muy orgulloso y contento de todos los proyectos en los que he participado. Quizás élena siempre ha sido algo más cercano por ser cofundador, pero ya te digo que en todos he disfrutado y aprendido mucho y me ha permitido hacer grandes amistades. Guardo todos los discos que hemos ido haciendo como un tesoro.


A priori, el colaborar con distintos grupos podría parecer algo esquizofrénico. Sin embargo, da la impresión de que lo llevas muy bien y sin problemas. ¿Es así?

– La verdad es que lo llevo muy bien; ahora la cosa está más tranquila. Sigo en la banda de Miqui Puig y poniendo en marcha otra vez unos reformados élena (no os preocupéis que Helena Miquel si que continúa), colaborando con una banda que se llama sin-é y, claro, con el Tríominiña. Pero de una forma más relajada, trabajamos de una manera diferente. Hace unos años si que viví momentos de locura, de ensayos cada día de la semana y hacerlo con tres o cuatro bandas distintas. Al final no sabía ya de qué grupo era cada canción. Además, tocaba en otras bandas con las que no llegamos a publicar nada pero también se ensayaba y tocaba. Una de ellas era La Familia Cobaya (onda Los Fabulosos Cadillacs). Si no los cito, me matan. La verdad es que tocar en tantas bandas me ha permitido tocar muchos estilos distintos, y eso ha sido una gran escuela.


¿Ha cambiado la música que escuchas últimamente o hay siempre unos clásicos que te han marcado y que hoy siguen estando ahí, inamovibles?

– Siempre vas evolucionando y vas modificando tus gustos y vas descubriendo nuevas bandas y estilos; músicas a las que antes ni les prestabas atención ahora te resultan imprescindibles. De pequeño a nadie le gustan las gambas. De los clásicos sigo fuerte con Dylan, Van Morrison, Marvin Gaye, The Velvet Underground (imprescindibles), Led Zeppelin, Bowie. Luego, todos los que te he ido comentando en la entrevista. Y soy un gran apasionado del fado y del tango, que junto al folk-country americano es lo que más escucho.


¿Algún descubrimiento musical que te haya marcado en los últimos tiempos?

– De los últimos años te diría que Ryan Adams y Neil Halstead (y Mojave 3) han sido de los que más me han marcado. Y últimamente citaría a Gillian Welch y Bridget St. John.


¿Nos cuentas alguna anécdota de estos años en la música?

– Puedes imaginarte que hay muchísimas. Joder, no sé… Estando con Refree tocamos con Neil Halstead y para hacernos una foto con él fue un drama. Parecía que fuera Mick Jagger. El manager no nos dejaba ni acercarnos. Al final él salió y accedió sin problema, y al verla le dijimos que Ricky parecía papa Noel y Neil casi se muere de la risa. A partir de ahí todo cambió. Otro momento increíble fue cuando íbamos a Moscú y perdimos el avión en Madrid. Nos llevaron con todas las maletas con el coche de la tripulación hasta el avión directamente por medio de las pistas entre el resto de aviones. Además, llovía a cántaros y al llegar nos esperaba en el mismo avión la Guardia Civil para el control de pasaportes, y el resto de pasajeros aplaudieron nuestra llegada, hartos de esperar. Me sentí como una estrella. Muy bueno.

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