PRIMAVERA SOUND 2012

Primavera Sound: Porto y el parque

 

 

 

En este año han desaparecido Sònar Galicia y Vigo Transforma. Al mismo tiempo, Primavera Sound opta por Oporto para una primera edición fuera de Barcelona. Seguramente hay mucho que aprender de nuestros vecinos del Norte de Portugal, que hacen las cosas sin depender de las subvenciones públicas y contando con un promotor con una experiencia acreditada en el negocio, tanto como para llevar 19 años organizando el Festival de Paredes de Coura.

 

Efectivamente, la marca Primavera Sound ayuda lo suyo. Pero no es lo único: el Parque da Cidade se ha revelado perfecto para un festival así, con sus mesas para picnic, bancos, buena visión desde todos los ángulos (complementada por unas fabulosas pantallas LED a los lados de los dos escenarios principales) y un sonido excelente. Como solo se llegó a utilizar en esta ocasión el 30% del espacio disponible, está garantizada la posibilidad de crecimiento, ya con previsión de incremento de escenarios como el de Pitchfork para el próximo año.

 

También ayuda que se trate dignamente a los espectadores (más del 50% extranjero), regalando bolsas y chubasqueros, con unos puestos de comida decentes y sin colas importantes en las barras. Si acaso, es mejorable la forma de conseguir entradas para los conciertos del domingo, que trajo las colas más largas (sería mucho más sencillo hacerlo por Internet) y proporcionar información sobre cancelaciones de última hora (como la de Death Cab for Cutie) y cambios a través de las pantallas. Evidentemente, con la lluvia, que deslució parte de los conciertos del sábado, no hay nada que hacer.

 

Con cuatro escenarios contó esta primera edición. Optimus y Primavera concentraron los grandes nombres, mientras que en el ATP (en una parte del parque simplemente idílica) tuvieron hueco las propuestas más arriesgadas y a descubrir. Por su parte, en la carpa cubierta llamada Club hubo sitio para otros conciertos con menor poder de convocatoria, a excepción de Beach House, que llenaron aquel recinto y dejaron gente fuera en lo que la organización reconoció como un error de ubicación.

 

 

Es difícil no empezar mencionando la vuelta de The Afghan Whigs, tal vez el regreso más justificado de los últimos años. Muy pocas veces se puede asistir a un directo con el convencimiento, la confianza y la seguridad de estar atrapando irremisiblemente a todo el mundo como la que mostraba un desafiante Greg Dulli. Quedará ya como uno de los grandes momentos del Optimus en Oporto.

 

Algo similar se vivió en el pase de Spiritualized, más melódico y menos distorsionado de lo habitual, y al que le sientan especialmente bien el ropaje con las coristas de color que acercan sus lamentos de dolor y redención más aún al góspel.

 

Hablar de un gran concierto de Wilco ya no sorprende a nadie. Son tan efectivos, suenan tan engrasados, lo hacen tan fácil, que ya parece que se necesita algo más para que no parezca rutinario, y más si en ese momento hay otros conciertos en escenarios cercanos. Lo mismo sucede con Yo la Tengo, que cuentan sus conciertos por triunfos y que están abonados al festival, igual que Shellac, siempre brutales, siempre implacables. Los rostros desencajados de Steve Albini y del batería Todd Trainer pueden competir perfectamente con el de Greg Dulli como los más definitorios del fin de semana.

 

Tampoco suelen fallar The Walkmen, siempre trajeados, siempre directos a la mandíbula. Más o menos como Dirty Three, con un Warren Ellis con pinta de vagabundo asido a su violín, o parte de los descubrimientos del ATP: fue el caso, por ejemplo, de Thee Oh Shees, que parecían totalmente desquiciados, como si acabasen de salir tras seis meses enjaulados directamente para tocar y enloquecer sobre las tablas.

 

Otros serán recordados como los momentos más joviales del festival. Por ejemplo, Kings of Convenience, especialmente en la parte eléctrica de su concierto, que desataba caras de felicidad a mansalva. En un negociado completamente diferente, Black Lips conseguían algo parecido con su garage adictivo y su cantante surfeando por encima de sus seguidores, cercano a lo de Mujeres, aunque estos no dejasen el escenario.

 

 

También The Drums contagiaron un aire de optimismo con sus guitarras saltarinas y una sensación de comunión generacional que no se aprecia en otras bandas. M83 pusieron el baile más hedonista para cerrar la jornada del viernes, mientras que The Flaming Lips volvieron a sacar todo su parafernalia de confetis, gogos, globos de colores y, cómo no, Wayne Coyne caminando por encima del público en su gigante globo hinchable, aunque en su caso da la sensación de que la música pasa a ser simplemente un complemento.

 

Correctos, sin mayores sorpresas, estuvieron War on Drugs, The xx (avanzando canciones de su esperado segundo disco), Rufus Wainwright (aunque esta vez se traía a toda una banda, incluyendo a Teddy Thompson) o Beach House, que, a diferencia del año pasado en Barcelona, dieron la impresión de estar reproduciendo sus ensoñadoras canciones sin más, primando la música, exactamente lo contrario a The Flaming Lips.

 

Sí hubo alguna que otra decepción: Saint Etienne parecieron contagiarse más que en otras ocasiones de los tiempos medios que dominan su repertorio, mientras que The Rapture daban la impresión de llegar algo agotados a su tardía actuación de las 2 de la madrugada. Atlas Sound, en su encarnación como Bradford Cox en solitario, tampoco consiguió contagiar con sus experimentos en canciones remotamente conectadas con el mundo de los crooner, que tuvo que interpretar a plena luz del día, En cuanto a Suede, aunque la banda funcione perfectamente y toquen todos sus éxitos, le sobra la actitud forzada de su cantante Brett Anderson intentando arengar al público desde el primer minuto.

 

Con todo este bagaje, no resulta extraño que la primera edición del Optimus Primavera Sound superase incluso la previsión más optimista, con más de 20.000 personas cada uno de los 3 días, lo que implica su continuidad el próximo año y casi lo asegura para un quinquenio. Tan solo queda pedirle que no se convierta en algo masificado como su franquicia madre en Barcelona, o sea, que no muera de éxito.

 

(Parque da Cidade. Oporto. 7, 8, 9 y 10 de junio de 2012)

 

 

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