PRIMAVERA SOUND 2010

Primavera Sound 2010, 10 años de riesgo

 

 

Un festival que tiene como uno de los mayores reclamos a un tipo de 67 años, bajito, rechoncho, medio jorobado, tocando canciones anteriores casi todas a la era del rock’n’roll, dedicando canciones a su mujer, totalmente feliz por estar ahí, auto-invitado al acontecimiento (los organizadores no se podían creer su suerte cuando recibieron su llamada) e interpretando por vez primera en público una canción compuesta a 10.000 kilómetros de distancia hace años para que no olvidemos la catástrofe del Prestige (“Black Gold” es su título), no es un festival cualquiera. Claro que no.

 

El Primavera Sound ha llegado a su décima edición, en un momento que debería ser de celebraciones y fuegos artificiales, reafirmándose en lo que mejor han sabido hacer y huyendo del autobombo: seguir buceando, con riesgo, entre lo más granado de la creatividad del rock y el pop mundial, para traerlos a Barcelona una vez más concentrados en una escasa semana. Acompañados de otros nombres más llamativos, el aniversario ha servido además para congraciar su espíritu con la respuesta popular, llegando a los 100.000 espectadores -lleno total-, más de 190 artistas y 240 actuaciones.

 

Ése es su único defecto, que conviene proclamarlo cuanto antes para pasar luego a enumerar todas sus enormes virtudes: tal amplia respuesta popular ha hecho del Primavera un evento que ya no es el Festival de grandes dimensiones más cómodo de la Península, con algún escenario, el ATP más concretamente, desbordado en más de una ocasión, algo que se debe revisar inmediatamente para que no se repita, y menos servicios para tal cantidad de gente.

 

 

El resto, empezando por un Auditorio que siempre ha sido un lujo, no tiene tacha. Hablábamos antes de un tipo singular y mayor, en todos los sentidos -no sólo en el de ‘viejo’ como él mismo se autoproclamó antes de dejar caer el consejo a su público de que ‘persigan sus sueños’- llamado Van Dyke Parks. En él y todo lo que representa e hizo se puede resumir ese riesgo del Primavera Sound: un éxito total.

 

Pero no fue el único triunfo de ese Auditorio. Clare & The Reasons (también banda de acompañamiento de Van Dyke Parks) hicieron buenos sus dos discos, mucho menos cautivadores en su versión grabada. Hope Sandoval, misteriosa y casi mística, y Low, poniendo silencios y arrebatos eléctricos a The Great Destroyer, aprovecharon las sinergias del recinto a su favor.

 

No es lo mismo tocar a las siete de la tarde allí que, por ejemplo, en el escenario principal. Y eso lo han podido comprobar en esta ocasión los afilados The Fall, los voluntariosos The New Pornographers y dos de los grupos norteamericanos -Dr. Dog y Spoon- que últimamente más suenan entre los seguidores de ese rock norteamericano independiente que, tras unos tres primeros años buscando su lugar, desde hace siete es el estandarte del Festival.

 

Para eso está la oscuridad de la noche, aprovechada perfectamente por algunos de los nombres más consagrados del cartel. Con Wilco resulta imposible no rendirse una vez más a la banda rock mejor engrasada y conjuntada de los últimos años. Uno quiere marcharse a ver a algún otro grupo de los que actúan a esa hora y nunca ha visto, pero los pies quedan de nuevo paralizados por Tweedy y compañía, empujados a la estratosfera como siempre por “Imposible Germany” y Neils Cline.

 

 

Más a piñón fijo, más profesionales, y por ello menos rotundos, Pixies, con esas canciones que todos pueden cantar, 20 años después de haber sido compuestas, y que ya habían descargado seis años antes, y mejor. Las de Pavement andan cerca en longevidad, pero ellos al menos muestran algo más de amateurismo y caos, entre la calma de Stephen Malkmus y la visceralidad de Bob Nastanovich, aunque con 30 minutos menos les hubiera ido mejor. No tienen más que mirar de reojo a Condo Fucks, más veteranos aun que ambos, o, lo que es lo mismo, unos Yo La Tengo que parece más sueltos y viscerales haciendo versiones casi punk de sus canciones favoritas que en recientes giras con sus propios temas.

 

Sin ser lo más llamativo del cartel, hubo grandes sorpresas entre los grupos más jóvenes, como el caso de The Drums, que parecen haber llegado para quedarse, Matt & Kim, radiantes y contagiosos, con el concierto que más feliz hizo al público, los enérgicos Titus Andronicus, los relucientes The XX y Florence & The Machine, toda una estrella con un sólo disco a pesar del exceso de dramatismo y de no tener mucho que ver con el resto del cartel.

 

Con algún grado más de experiencia, otros llegaron para confirmar todo lo bueno que ya se sabía de ellos: Beach House, embrujadores, Wild Beasts, dignos herederos del pop inglés más interesante, o Broken Social Scene, que aunque fueron de más a menos tuvieron un arranque espectacular.

 

El espectáculo corrió a cargo de Monotonix, con el trío siempre entre el público o en las gradas, nunca encima del escenario, Les Savy Favv, más o menos en la misma tesitura gracias a su cantante Tim Harrington, la banda de funk psicodélico y futurista Chrome Hoof, con sus túnicas plateadas y una cantante a lo Grace Jones, y el dúo King Khan & The BBQ Show, con un eléctrico show de garage-soul primitivo e imagen a medio camino entre Bollywood y el desierto del Sáhara.

 

 

Fuera de estos sonidos, Pet Shop Boys dieron espectáculo y éxitos uno tras otro, con una batería que parece inagotable. No deja de ser curioso ver a miles de personas bailando sus éxitos en un festival en el que los mejores horarios los ocupa el rock norteamericano y que tiene más parroquia de Brooklyn entre los artistas que de todo el Reino Unido. Major Lazer hicieron bailar a todos en el escenario de peor sonido, el Pitchfork, tanto encima como debajo de él. Y Lee Scratch Perry trajo su dub-reggae casi por vez primera al Primavera sin desmadrase lo más mínimo, todo un hito.

 

Bigott oscureció a todo el resto de la presencia estatal. Ni la despedida rotunda de Half Foot Outside, ni la reinterpretación de sus canciones en clave más electrónica por una Lidia Damunt acompañada por Hidrogenesse, ni la desbordada respuesta popular a las dos actuaciones de Standstill… Nada. Lo que se recordará es a un Bigott sobrado, perfecto en su papel de entertainer y con una banda de lujo comandada por Paco Loco.

 

También hubo varias decepciones, empezando por un Panda Bear espeso, un Marc Almond desfigurando sus clásicos y sin nada nuevo para el recuerdo, unos Cold Cave que son más imagen que otra cosa, un Roddy Frame que no pudo superar el recuerdo de Nick Lowe o Billy Bragg en el Auditorio, unas Dum Dum Girls que no son precisamente las Vivian Girls, unos Orbital a los que ya se les conocen todos los trucos… Las hubo, sí, pero ya solo tener la oportunidad de verlos es todo un mérito. Nueve más uno para el Primavera. Pasado el aniversario que casi no se celebró, esperamos ser sorprendidos una vez más allá por mayo del 2011.

 

(Más fotos en: http://picasaweb.google.es/wampush)

 

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