POLLY JEAN HARVEY & JOHN PARISH

Polly Jean Harvey & John Parish, ése era mi velo

 

Hace diez años que se conocieron. John Parish tenía su propia banda, llamada Automatic Dlamini. En una fiesta apareció Polly Jean  y, después de escucharla cantar, la escogieron como su cantante. Poco después grabarían un primer disco, hoy inencontrable. El resto es historia, en la que ella, reconverti­da en P J Harvey ocupa la primera plana y él, como productor o músico, la segunda.

 

Puede que con esta colaboración conjunta en Dance Hall At Louse Point, la carrera de P J Harvey cierre un ciclo. Una carrera en cinco entregas hasta ahora, que se presentaba desde la campiña inglesa con dos singles abrasadores -”Dress” y “Sheela-Na-Gig”- en el momento en el que los británicos habían perdido totalmen­te el rumbo, y el centro del mundo del rock se había trasladado de Manchester a Seattle.

 

En este nuevo disco acreditado a ambos a medias, John Parish se ocupaba de percusiones, guitarras, algún que otro teclado y la producción, al lado de Flood y la propia P J Harvey. El álbum significaba el reencuentro en un estudio después de diez años y, cuando John Parish le mostró los instrumentales que había compuesto para una coreografía, Polly Jean sugirió ponerles textos y su voz.

 

Así que este Dance Hall At Louse Point que acaban de editar es un nuevo disco de P J Harvey, pero no su nuevo disco, algo que queda claro desde el momento en que se decide a utilizar su nombre completo al lado del de un músico que muchos desconocen y, también, por ser la primera vez que pone letras a las músicas de otra persona.

 

Queda claro que los dos parten del blues más oscuro, y que John Parish tiene una especial predilección por las acordes disonantes de Sonic Youth, pero comparado con aquel Rid Of Me de P J Harvey, este nuevo disco es de bastante más fácil escucha.

 

De todas formas, viniendo de ellos nada es fácil. No hay más que escuchar el estribillo de “Taut”, gritado -no cantado- en falsete (“Jesús, sálvame”) de una canción que habla de la lujuria juvenil, flechazos trágicos, religión y muerte. El oscuro lamento por una relación que se agoniza en “Civil War Correspondent”. La versión susurrada que hacen del “Is That All There Is?”, que compusieron Leiber y Stoller y popularizó Peggy Lee, y que habla, como no, de la inocencia adolescente, el desengaño y la muerte. La melancolía que pone el dolorido amante rechazado en “That Was My Veil”. Los susurros agonizantes de “Heela”. La introducción a lo Ry Cooder de “Girl”. O el blues macabro en “Rope Bridge Crossing”, cantando la pérdida de la madre.

 

Si alguna vez se ha quejado por ser definida como la Nick Cave femenina, discos así no ayudan mucho a demostrar lo contrario. ¿Qué más da? A nosotros no nos importa lo más mínimo tener más de un artista hoy en día haciendo algo único.

Xavier Valiño

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