PARADE 2009

Parade, tras Plutón

 

 

La fortaleza de la soledad es ya el quinto disco de Antonio Galvañ como Parade. Ahora, con cambio de casa familiar -la que aparece en la portada, sí- y de discográfica por el medio, Antonio entrega 15 canciones nuevas, incluyendo una trilogía, “Rainbows Avenue”, sus habituales composiciones relacionadas con la ciencia-ficción (“Stephen Hawking”, “El astrónomo melancólico”, “Uno de los nuestros”) y hasta un particular homenaje a Dylan (“El areolito Dylan”). Al habla con el murciano.

 

¿Crees que últimamente se te está dando un reconocimiento que antes no tenías?

            Creo que desde la nueva discográfica se está haciendo un trabajo muy profesional de cara a la promoción. Esto, en mi caso, siempre había sido algo a mejorar, y ahora se ha notado la diferencia. En cuanto al reconocimiento, lo cierto es que por detrás llevo una trayectoria de diez años y cinco discos, y con cada uno de ellos se ha ido ampliando el espectro de seguidores. Los medios también lo han ido notando, y así se está reflejando.

 

Sin embargo, y con la caída de ventas en los discos, tu situación en el negocio será más difícil, teniendo en cuenta que no das muchos conciertos. ¿Es así?

            No estoy en esto por el negocio, precisamente. La verdad es que el negocio me da bastante igual. Lo que me interesa es tocar, y lo estamos haciendo bastante desde que salió el disco. Ten en cuenta que esto sucedió hace apenas dos meses.

 

¿Estás siempre dispuesto a acudir a donde te llaman para un concierto o no vas en cualquier condición?

            Los conciertos los están llevando desde la discográfica, que también ejerce como management. Éste es un primer filtro, pero la última palabra la tengo yo. Tampoco somos excesivamente exigentes: mientras se cumplan una serie de condiciones normales en cuanto al equipo, vamos.

 

¿Cómo llevaste el quedar sin discográfica?

            Spicnic, desde el primer momento, no fue una discográfica al uso. Se compartían formas de ver la música, nos unía la amistad. Así que no fue fácil. Una vez asumido que no iban a sacar más discos, hice lo que procede: buscar otra compañía que estuviera dispuesta a grabarme y a editarme los discos en una época bastante complicada, tú lo has dicho. Pero con Jabalina hubo buena sintonía desde el principio. Tanis Abellán de Jabalina ya me conocía, pues había grabado una canción para uno de sus recopilatorios, y tan pronto como escuchó la maqueta nos pusimos a hablar.

 

¿Cómo surgió la relación con Jabalina?

            En verano del 2008 grabé una maqueta que fui distribuyendo entre las discográficas independientes que yo creía más receptivas a mi música. A Tanis se la di en mano en septiembre, durante el Lemon Pop de ese año. Y tres semanas después estábamos ya hablando de grabar un disco con canciones nuevas.    

 

¿En algún momento en estos años pensaste en tirar la toalla?

            Hubo algún momento más duro, en especial la temporada en la que se habló con Subterfuge de sacar un recopilatorio. Estaba todo preparado, canciones, diseño de portada, pero ellos no se decidían, y me tuvieron esperando más tiempo del prudencial. Cuando finalmente lo dejamos, hubo unas semanas muy feas en las que pensé que el proyecto Parade no daba más de sí. Pero hay que reponerse, y yo lo hice comenzando a componer nuevas canciones, que fueron las que finalmente han conformado La fortaleza de la soledad. Lo bueno de todo este es que ahora va a ser Jabalina quien edite Intonarumore, el doble CD recopilatorio.

 

¿Ves esta nueva etapa como continuidad de la anterior o como un nuevo comienzo?

            Pues hay un poco de todo, la verdad. Es un nuevo comienzo porque la forma de trabajar con la discográfica es distinta, como ya te he contado. Pero existe continuidad en la música, que sigue entrando dentro de las coordenadas que siempre me han guiado: pop, tecnología y ciencia ficción. Como la definición de pop es tan amplia y permite casi todo, pues es fácil hacer dos discos completamente distintos y decir que sigues haciendo lo mismo.

 

¿Hace referencia La fortaleza de la soledad al lugar donde compones y donde te sientes más feliz?

            Trata de lo que se escucha, del refugio polar de Superman, de un superhéroe derrotado en busca de alivio en soledad. Pero al mismo tiempo, es una especie de crónica del cambio que se produjo en mi vida y en la de mi familia al cambiarnos de casa hace ya unos meses -la casa que se ve en la portada del disco, por cierto-. Es decir, que tu interpretación también puede ser correcta.

 

 

 

 

Me gusta especialmente la canción que le da título al álbum, que me recuerda a alguien que creo no se valora lo suficiente: Ben Folds. ¿Qué nos puedes contar de la canción?

            Que Ben Folds es un talentazo, y que me honra mucho que te suene a eso. Creo que su piano-pop me ha influido bastante a la hora de hacer el disco, aunque en esta canción el sonido de la ELO de los 70 (coros, sinfonismo-pop) también es muy patente. Quizá es el cruce de Jeff Lyne y Ben Folds lo que define a esta canción en cuestión de arreglos. Bastante poco indies los dos, por cierto.

 

Sorprende encontrarse con una historia en forma de trilogía en siete partes como “Rainbows Avenue”. ¿Por qué no es el nexo común de todo el disco o no llega a extenderse a todas las canciones?

            Porque hubiera sido un aburrimiento. Me planteé “Rainbows Avenue” como un reto a la vez que un pequeño experimento. Yo siempre había hecho canciones pop de tres minutos, y tenía una historia que quería contar, pero el formato de canción pop se le quedaba muy pequeño. Así que, partiendo del concepto de medley que hizo famoso Paul McCartney en la cara B del Abbey Road, tomé lo que yo quería contar y lo desarrollé en una especie de actos pequeñitos en forma de siete mini-canciones. Aun así, me parecía que todo seguido quedaría un poco pesado, por lo que finalmente lo partí en tres fragmentos que van apareciendo y desapareciendo a largo del álbum. Yo creo que le da misterio y gracia a la historia, y que permite al que lo escucha refrescarse con otras canciones distintas.

 

¿Te es más fácil componer contando historias o es la forma en la que prefieres que se presenten las canciones aunque te cueste más sacarlas así?

            – Me gustan las historias, que me cuenten algo que me entretenga y me conmueva, tanto en el cine como en los libros o los comics. Las canciones son un medio muy válido para contar historias; es algo que viene desde muy lejos, y me gusta entrar en esa tradición. Además, no soy muy bueno haciendo poesía, qué le voy a hacer.

 

No sé por qué, pero al escuchar tu disco no podía sacar de mi cabeza el Smile de los Beach Boys, también historia en varias partes, nacido de la imaginación de una sola persona en la soledad de su casa. ¿Cómo ves la relación?

            Pues qué quieres que te diga: me sacas los colores otra vez. Qué bien que te suene a eso, pero lo mío es un poco más concreto, más pegado al suelo, no remonta el vuelo como la obra maestra de Brian Wilson.

 

¿Qué fue lo que motivó tu interés por la ciencia-ficción, tema recurrente en tus canciones? 

            Pues creo que una necesidad escapista que llevo dentro desde muy pequeño. Este género, bien contado, te produce una sensación única, un ‘sentido de la maravilla’ que te transporta por unos momentos lejos de todo lo que te rodea. Nada más por esos instantes; merece la pena.

 

¿Dónde situarías actualmente tus referencias e influencias?

            Pues en un continuo que va desde Kraftwerk a los Beach Boys, de Vainica Doble a Alaska y los Pegamoides, pasando por Lucio Battisti y The Raveonettes.

    

Supongo que de lo que más contento estás es de hacer lo que quieres teniendo unos seguidores fieles. ¿Cuesta mucho conseguirlo o sólo hay que hacer lo que a uno le dicta su corazón y su mente?

– Creo que no viviendo de la música es una tontería no hacer lo que te apetece. Y lo que agradezco mucho es encontrar que esas obsesiones que me llevan a hacer los discos y a componer puedan ser compartidas. Si tuviera que vivir de esto, tendría que adquirir otros compromisos, tanto a la hora de componer como de tocar, y seguro que a los discos les dedicaría mucho menos tiempo. Pero tengo un buen trabajo que me apasiona y, al mismo tiempo, me deja el suficiente tiempo como para meterme en el estudio a grabar justo lo que me apetece en cada momento. Así que me considero un aficionado, un eterno amateur.

 

Es difícil que entre grupos del Estado se reconozcan influencias o filias, pero una de tus canciones ha dado nombre a uno de los grupos más exitosos en la escena independiente, La Casa Azul. ¿Honrado? ¿Cómo te sentiste cuando lo supiste?

            También Serpentina. Que dos de los grupos que más me gustan españoles lleven nombres de canciones mías me honra muchísimo. Tanto Guille Milkyway como Paco Tamarit son dos personas de un talento enorme que hacen canciones preciosas.

 

Una curiosidad que siempre me ha intrigado. ¿Por qué tu apellido Galván lleva una ñ al final?

            – Galvañ es un apellido no demasiado raro por la zona del Levante español, en especial la Comunidad Valenciana y Cataluña. Lo que me contaron es que viene del apellido italiano Galvani que se convirtió en Galvany en Cataluña y se españolizó como Galvañ. No sé, lo mismo no es verdad.

 

¿Eres de los que se ven componiendo canciones, por necesidad, toda la vida, aunque nadie las edite?

            Pues sí, porque yo me veo a mí mismo más como un compositor de canciones que como un intérprete. Es un proceso realmente especial que me da muchas satisfacciones, aunque como todo el mundo, cuando se hace algo, también es importante darlo a conocer, aunque sea sólo a la gente más cercana.

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