NIÑO DE ELCHE

Niño de Elche, terapia de choque

 

 

Colombiana es el nombre de la nueva producción de Niño de Elche. No existía un título para esta apuesta a principios de 2018 cuando Paco Contreras Molina, siempre fiel a su espíritu rompedor, curioso y anárquico, contactó al bogotano Eblis Álvarez proponiéndole fungir como productor e instrumentista de un disco aún nebuloso.

 

Entonces no había ninguna certidumbre más allá de dar una vuelta de tuerca a las búsquedas del Niño de Elche, colindantes en el activismo con Voces del Extremo (2015), paródicas y libertinas con Antología del cante flamenco heterodoxo (2018), últimas aventuras a su nombre que fueron apareciendo mientras imponía su rúbrica de ex flamenco descastado en bandas itinerantes como Exquirla y RaVerdial.

 

Con su proyecto unipersonal Meridian Brothers, Eblis Álvarez se ha convertido en una figura inefable dentro del movimiento independiente que sus contemporáneos se han dado en llamar, entre otras, ‘tropicalismo caníbal bogotano’. Los Meridian Brothers, que en concierto son varios pero que en su génesis y procesos de composición y grabación son una sola persona, vinculan en su propuesta sonidos rechinantes de guitarra eléctrica sintetizada y de computadores varios, rítmicas descolocadas, minimalismo y letras estrafalarias y brillantes, ora repensadas, ora producto de la libre asociación de ideas.

 

El proyecto nació mientras Álvarez cursaba postgrado en Composición en la Academia Real Danesa de Copenhague y en Música Electrónica en el Instituto Danés para la Música Electrónica de Aarhus. Perteneciente a una generación que puso a pensar a la academia alrededor del papel de las manifestaciones populares en los estudios profesionales de música, la sonoridad particular de Meridian alude a otras formas de lo contemporáneo, en las que la cumbia, el vallenato y los pasillos estilizados son dados vuelta mediante elementos irónicos y desmesurados. Habría que oírlo para creerlo.

 

Respecto de la denominación ‘tropicalismo caníbal’, dice Mario Galeano, colega y fundador del proyecto Frente Cumbiero, del cual forma parte el propio Eblis, que su música nace “como si estuviéramos comiendo del muerto”, llámese así al sonido de las viejas cumbias, porros y gaitas encerradas en vinilos que se han dado en buscar con el ímpetu de arqueólogos por mercadillos, reductos urbanos y zonas de discutible moral desde hace más de 20 años.

 

 

¡Y hay que ver la de vinilos que se llevó Paco de Bogotá! “Lo de vivir allá un mes me ha ayudado a entender desde dónde se piensa, desde dónde se mira y el por qué”, cuenta. Y explica: “Las veces que hemos escuchado música juntos, el día que fuimos a las tiendas de vinilos, el ver desde dónde laten sus intuiciones, anhelos, necesidades… Es muy diferente a como puede latir en Europa. Los tiempos, la forma de producir, son cosas que hasta que no vivirlas con Eblis y allí no podía adivinar por mucha intuición que tuviese”.

 

Paco hizo el viaje de Franconetti a las Américas en enero de este año. Se pasó el mes entero en los estudios Isaac Newton de Eblis Álvarez buscando un tono, negociando entre su idea primigenia de Colombiana y la que empezó a originarse ya en campo. Y entre músicos nació la camaradería unida al asombro: mientras el ilicitano reconocía los procedimientos que había escuchado en ¿Dónde estás, María?, Desesperanza y otros álbumes de Meridian Brothers que le habían indicado con quién emprender un nuevo eslabón de su work in progress poético, performativo y musical, el bogotano empezaba a empaparse de las pinceladas flamencas y ex flamencas que el Niño de Elche va dejando aquí y allá como quien respira, y no sólo gracias a su privilegiada garganta.

 

“Quisimos trabajar no desde los conceptos de la fusión o del mestizaje, sino de algo parecido a una terapia de choque –explica Niño de Elche–, que ayuda a encontrar las grietas donde estas músicas pueden convivir de una forma, si no natural, más o menos equilibrada, en la que convergen los supuestos diferentes mundos. Eso lo supimos realmente cuando empezamos a trabajar”.

 

Colombiana nació a partir de la idea primigenia y quién sabe hasta qué punto romántica del cante de ida y vuelta, reconociendo las diferencias de ayer y hoy en los flujos de información entre territorios, culturas y lógicas artísticas. A partir de ahí nacen una serie de canciones en donde se entremezclan las relaciones de colonialismo, las drogas, las especias, la economía y el intercambio transoceánico en el sentido mercantil, incluyendo la esclavitud.

 

 

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