NICK LOWE

Nick Lowe, el hechizo de la vieja escuela

 

 

 

 

A su edad, 62 años, sigue haciendo discos. At My Age (A mi edad, 2007) se titulaba su anterior trabajo. El nuevo, The Old Magic (La vieja magia). Está claro que en ambos títulos hay una cierta filosofía de vida, especialmente de la música. Este auténtico gentleman británico, enamorado también de la música norteamericana, tiene muy claro cómo quiere que sea su música, cómo quiere hacerla, cómo quiere que se deguste y a quién va dirigida.

 

  

Tras haber tenido unos comienzos fulgurantes en los 70, primero con Brinsley Schwarz y más tarde con Rockpile y en solitario, Nick Lowe estuvo a punto de tirar la toalla en los 80, cuando se dio cuenta de que en medio de aquella música manufacturada no tenían mucha cabida sus canciones. Empezó a darle vueltas a un sonido que quería lograr en sus discos, para que sus canciones tuvieran una dignidad que fuese a la par que su trayectoria vital, y empezó a lograr un sonido reconocible con The Impossible Bird (1994), que ha continuado en sus siguientes cinco álbumes.

 

 

Hoy, 17 años después, sigue cultivando un estilo simple, apegado a la vieja escuela, como le gusta decir, grabando en el estudio con todos sus músicos a la vez y defendiendo sus canciones allá donde las quieran escuchar, tras haber comprendido hace tiempo que no iba a ser una gran estrella del rock como otros de su generación, aun luchando por ganar nuevos adeptos. Este mes las presenta en Valencia (El Loco, día 15), Madrid (Teatro Kapital, 16) y Bilbao (Santana 27, 17).

 

 

Me gustaría empezar por el proceso de escribir canciones. ¿Todavía te sorprendes a ti mismo? ¿Sigues aprendiendo algo cada vez?

– Sí, todavía me sorprendo. Podrías pensar que después de todos estos años uno conoce ya cómo funciona y por qué, y también que conoce cómo lo ha hecho todo este tiempo, pero de eso nada. Paso largos periodos de tiempo en los que no compongo absolutamente nada, preguntándome cómo es que en algún momento llegué a escribir algo. Es un proceso misterioso y, cuando me llega una idea para una canción, me meto en una especie de trance, en un estado un tanto curioso. Mi mujer se enfada mucho conmigo porque no contesto a nada de lo que me pregunta y me olvido de todo lo que hay que hacer en casa. Eso me pasa hasta que la canción está acabada. Y luego resulta que a veces la canción no vale para nada, que ha sido una pérdida de tiempo. Cuando escribí el último disco, había dos o tres canciones que parecía que no iban a ningún lado, así que las dejé. Sé que algunas partes las usaré en el futuro, pero nunca se sabe cómo acabará. Lo completas y luego intentas distanciarte de ello.

 

 

A la hora de componer, no sé cómo ayuda la experiencia. ¿Puede llegar a ser un obstáculo? ¿Hay veces en las que te gustaría olvidarte de lo aprendido y hacer las cosas de forma sencilla?

– Muy buena pregunta. Lo que no me gusta escuchar para nada en mis discos es mi experiencia trabajando en ellos. Es extraño, ya que piensas que, cuanto más lo haces, mejor eres en ello. Hasta cierto punto es cierto, pero en mi caso quiero escuchar algo que me sorprenda, como si no lo hubiera hecho yo. De hecho, cuando escribo algo trabajo en ello una y otra vez hasta que me parece que estoy haciendo una versión, como si no fuera mía, y en ese momento es cuando me parece que suena bien. Y lo mismo me pasa con las versiones, aunque a la inversa: trabajo en ellas hasta que me parece que la he escrito yo. Seguro que para el oyente suenan iguales, pero para mí son diferentes. Siempre intento componer canciones que, tal y como has dicho, sean simples, realmente sencillas. Es lo que intento hacer: que cada vez sean más y más sencillas. Por eso me encantan las canciones compuestas a la vieja usanza: en ellas no hay dudas sobre qué estaba escribiendo su compositor, ninguna duda. Y en las canciones pop de ahora se puede escribir cualquier tontería en el nombre del arte, sin importar que no se entienda. Si no se entiende, en mi opinión es porque no se trata de un buen compositor. A los grandes siempre se les comprende, y eso es mucho más difícil de lo que pudieras pensar. A mí me encanta el country & western, y en el Reino Unido es un estilo menospreciado. Se equivocan. La razón por la que me gusta es que, en la mayoría de las ocasiones, sus letras son totalmente directas, perfectamente compresibles.

 

 

Tu nuevo álbum, The Old Magic, suena a los años 60, incluso a décadas anteriores, en las que los discos se hacían con todos los músicos en un estudio. ¿Es eso lo que ibas buscando, la forma en la que te sientes más cómodo? 

– Sí, es así. Lo he intentado de muchas formas, siempre con los músicos con los que estoy y llevo tanto tiempo tocando y grabando, en especial Robert Treherne, conocido como ‘el batería’, así como el teclista Geraint Watkins. Nos conocemos muy bien, y siempre he pensado que, si grabas la voz al mismo tiempo que el resto de la canción, obtienes un elemento extra en el disco. Aunque es muy difícil de explicar, el disco adquiere otra personalidad. Por supuesto que se cometen errores, pero alguno de esos errores son muy buenos y sientes la suerte que has tenido de cometerlos. Por supuesto, si hay una nota horrible o algo que interrumpe la historia, hay que volver a hacerlo. Me gusta más cuando todo el mundo está concentrado en la canción, de forma que se pueda sentir que hay seres humanos detrás trabajando en ello. Está claro que nunca seré una gran estrella del pop; de hecho, soy demasiado viejo para ello si lo pienso. Pero creo que se debe a que me gusta mucho el sonido de mis discos (me meto en un montón de problemas para conseguirlo) y, por desgracia, a la mayoría del público no les gusta nada: tan pronto como empieza a sonar, saben desde el principio que no les agrada, piensan que en cualquier momento algo va a ir mal; están acostumbrados a que todo esté sintetizado, perfecto, tratado, por lo que se ponen nerviosos. Hay gente a la que le parece maravilloso y fresco, aunque son la minoría. Por cierto, no me gustaría que se me malinterprete, ya que conozco cientos de discos estupendos que se han hecho sin que se note al ser humano detrás. No quiero parecer anclado en el pasado, aunque sí es cierto que este es el procedimiento que me va mejor a mí. De esa forma consigo ser más efectivo y lo puedo escuchar: si a mí no me atrae, no puedo creer que nadie esté interesado.

 

 

Parece que te llevó un cierto tiempo encontrar un sonido y una forma de grabar que te convenciese. Supongo que ahora estás contento aunque no pueda atraer a todo el mundo, especialmente a la gente joven. ¿Continúa este disco una línea que empezaste con The Impossible Bird?

– Sí, yo también marcaría el cambio en ese disco, aunque empecé a intentarlo años antes, pero no conseguía que nadie entendiera de qué hablaba. El único que me comprendía era el batería, pero estaba casado con una mexicana y vivía en San Antonio, Texas, mientras que yo lo necesitaba aquí en Inglaterra. Todo el mundo me daba una palmadita y me decía que sabían qué era lo que quería decir, pero que no lo intentase porque nadie trabajaba así. La otra razón es que es extremadamente caro hacer los discos de esta forma, ya que necesitas un buen estudio. Y no hay casi ninguno porque nadie graba así. Gran parte de ellos han cerrado. Abbey Road, por ejemplo, es ahora una atracción turística. El que yo utilizo es el viejo estudio de Mickie Most. De ahí han salido miles de éxitos, desde Donovan a Hot Chocolate. Es un trozo de la historia del rock. El otro es probablemente el de Mark Knopfler, que tiene el equipo perfecto, incluyendo la mesa de Abbey Road, pero es muy, muy caro: aunque me hiciera un precio especial, no podría costeármelo. Incluso cuando entramos en el estudio de Mick tenemos que llevarlo todo perfectamente preparado. No hay tiempo para tonterías con los amigos o para jugar a las cartas.

 

 

Tus discos invitan a sentarse, relajarse y prestarle atención a las letras y a cada detalle en la música. Supongo que la gente joven no tiene esa paciencia.

– Es cierto, aunque yo he intentado ansiosamente llegar a un nuevo público, sabiendo que tendría que ser paciente, que iba a llevar su tiempo. Últimamente he empezado a ver en mis conciertos más gente joven y más mujeres, no solo gente mayor como antes. Todo el mundo es bienvenido, por supuesto. Pensé que si podía ofrecerles un espectáculo que fuese lo suficientemente actual, podría interesar y atraer a la gente joven, aunque, al mismo tiempo, no quería ser condescendiente con ellos, sino actuar como un adulto de la edad que tengo. Por supuesto que no es para todo el mundo, pero sí que ha habido cambios en los últimos tiempos.

 

 

 

 

“I’m 61 years old now. Lord, I never thaught I’ll see 30” (“Tengo 61 años. Señor, nunca creí que llegaría a los 30”), cantas en “Checkout Time”. Casi nadie se atreve a mostrar su edad en la carátula de un álbum cuando son mayores o a componer canciones que reflejen esa edad. Pasa también con los actores y, sobre todo, con las actrices, que tienen dificultades para encontrar papeles cuando pasan de los 40. ¿No resulta ridículo este culto a la juventud?

– Lo es. En esa canción estuve buscando cómo llegar a utilizar la idea de que hacerse mayor fuese una ventaja, que la gente llegase a tener envidia de mí, de tener mi edad. Tener que decir mi edad en una canción es un tanto extremo, pero pensé que de esa forma, si conseguía hacerlo bien, lo haría mejor a medida que me hiciese mayor. Sería algo más divertido, que hiciese sentir bien a la gente, que les entretuviera.

 

 

“Sensitive Man” es puro Sam Cooke. Al mismo tiempo, parece la canción más autobiográfica del disco.

– Me has pillado. De hecho, esa canción empezó siendo totalmente un tema como los de Sam Cooke. Hace poco leí la biografía de Sam Cooke escrita por Peter Guralnik, Dream Boogie: The Triumph of Sam Cooke. El hijo de Peter, Jake, es mi mánager en América. Soy un gran fan de los libros de Peter. Cuando compuse la canción, me sonaba tanto a Sam Cooke que rechacé editar algo en lo que parecía que le estaba robando directamente. Lo que hice fue darle muchas vueltas hasta conseguir que no quedase casi nada de Sam Cooke. Evidentemente, no ha sido así cuando tú lo has descubierto. Y también es cierto que aunque en la canción que citabas antes, “Checkout Time”, hablo sobre mi edad, intento que mis canciones no sean autobiográficas. Sé de lo que hablo, he pasado por ello, como que te rompan el corazón o sentir las injusticias, pero raramente canto sobre mi vida, sino que me creo unos personajes. Pero en “Sensitive Man” sí soy yo.

 

 

¿Qué recuerdas del tiempo que pasaste con Little Village? ¿Es cierto que tenías tus dudas sobre si participar en el proyecto?

– Cuando recibí la llamada de John Hiatt, el proyecto era para un disco suyo, no de un grupo. Me dijo si podía acompañarle en el estudio en Los Ángeles cuatro días y que tenía un billete para mí en el avión que salía un par de horas después desde Londres. Ry Cooder sí accedió, aunque con la condición de que grabaría una tarde y, solo si estaba a gusto, seguiría los cuatro días. Yo no quería hacerlo porque hacía tiempo que no practicaba con el bajo y, sobre todo, porque tenía una cita con una mujer a la que llevaba persiguiendo mucho tiempo y, después de rechazarme muchas veces, por fin había conseguido salir con ella esa misma noche. Mi mánager, Jake Riviera, escuchó hablar del tema y se enfadó mucho, así que cogí el siguiente avión y me fui directamente al estudio a grabar lo que acabó siendo el fantástico disco de Little Village.

 

 

¿Cuáles son tus versiones favoritas de tus canciones hechas por otros artistas?

– Las de Johnny Cash, como “Without Love” o “The Beast in Me”. Las hizo realmente suyas, que es como a mí me gusta hacerlas también. También “The Other Side of the Coin”, por Solomon Burke. Me siento honrado cada vez que alguien graba una versión de una canción mía, pero algunas veces son demasiado fieles al original pensando que es así como se deberían hacer. Creo que si una canción es buena, entonces se puede interpretar de muchas formas: cambiándolas, quitándole partes, incluso introduciendo nuevas líneas, algo que no me molesta mientras me acrediten como el autor original. Cuantas más libertades se tomen, más interesante se vuelve para mí.

  

 

Se conoce bastante tu trabajo de productor, en especial los discos que grabaste con Elvis Costello, Graham Parker, The Damned, John Hiatt, Dr. Feelgood… ¿Qué recuerdos tienes, por ejemplo, de las canciones que produjiste a The PretendersSigues aprendiendo algo cada vezoder retirarme antes de encontrarme en una situaicecirlo porque me encantan sus discos. Hoy tod?

– Trabajé con ellos muy al principio. Conocía a Chrissie Hynde porque estuvimos saliendo juntos una temporada. Sabía que componía canciones, pero tengo que reconocer, avergonzando, que no le hacía demasiado caso a sus temas. Me pidió que le produjera “Stop You Sobbing”, su versión de The Kinks, y cuando la escuché resultó que era fantástica, así que finalmente descubrí lo buena que era. Acabé produciendo también algo en su primer disco, aunque no hice más porque me parecía que no haría un trabajo lo suficientemente decente. Más adelante sí volví a trabajar con ella.

 

 

¿Volverás a producir algún día?

– No lo creo. Recibo propuestas bastante a menudo, pero creo que ya no estoy para hacer ese trabajo. Como te dije, tengo una forma de producir que no creo que sea muy operativa hoy en día. Se necesita también hacerlo en estudios caros, y no creo que sea el mejor momento. Por eso ahora todo el mundo hace los discos en sus dormitorios.

 

 

¿Alguna vez has pensado en dejar el mundo de la música?  

– Sí, tuve una época muy mala en los 80 en la que pensé que debía dejarlo, que el mundo de la música ya no tenía nada para mí y que yo tampoco podía aportar nada.

 

 

Has estado de gira recientemente con Wilco y ellos han grabado una de tus canciones, “I Love My Label”. ¿Cómo fue?

– Ha sido maravilloso y son unos tipos estupendos. He tocado en sitios bastante grandes, que están más o menos en el límite de lo que a mí me gusta que sea un escenario cuando salgo con una guitarra acústica. El límite lo pongo en unas 5000 personas, aunque en este caso, por suerte, se trataba de teatros, no estadios de fútbol, en los que Wilco no tocan en su gira.

 

 

 

Estuviste en el Primavera Sound. Pudimos ver uno de tus conciertos, Live at the Ancienne Belgique, en tu disco Quiet Please: The Best Of Nick Lowe. Y en la red se encuentra fácilmente las Sesiones para la BBC 4. ¿Serán tus conciertos en España similares?

– Será algo parecido, aunque ahora hacemos bastantes canciones distintas. Por cierto, llego a España directamente de Chicago, ya que vuelvo a hacer unas cuantas fechas más con Wilco antes de los conciertos ahí. Con Wilco hago actuaciones acústicas, pero a España voy con toda la banda.

 

 

 

¿Hasta cuándo te ves haciendo discos y dando conciertos?

– Hasta que pueda. Empiezo a sentir algo de artritis en mis manos, así que no sé cuánto tiempo podré hacerlo. Pero mientras resulte bien, sin que tenga que avergonzar a nadie, seguiré haciéndolo. Mira a Chuck Berry o B.B. King: siguen haciendo giras y ya no es lo mismo. Siento decirlo porque amo sus discos y han sido toda una inspiración para mí, pero me rompe el corazón verlo. Por supuesto que tienen todo el derecho, pero me parece triste, y espero poder retirarme antes de encontrarme en una situación así.

 

 

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