NACHO GOBERNA: Un bosque de té verde

NACHO GOBERNA: Un bosque de té verde (Closer)

 

 

Si hubiera que poner imágenes a Un bosque de té verde, el trabajo con el que Nacho Goberna regresa ocho años después de Transparente, su primer disco en solitario, tendríamos que inventar paisajes cercanos al sueño y al deseo, adentrarnos sin prisa en esos lugares del sentimiento que están allí donde la realidad no es capaz de ofrecer respuestas. Para hallar las imágenes que ilustren el recorrido de alto contenido emocional que es Un bosque de té verde tendremos que olvidar lo conocido, cerrar los ojos y arribar a la islas de la infancia, a los cofres que guardan las pruebas del amor verdadero, a las fuerzas de la naturaleza capaces de nombrar lo innombrable.

 

Cercanas siempre las lúdicas composiciones de La Dama Se Esconde, el viaje que ahora se propone comparte la creencia de que, lejos de lo concreto, existen paraísos y princesas de cuento de hadas, pero va más allá, rozando sutilmente esos territorios que podemos llamar del alma. Un bosque de té verde se inicia con el recuerdo de un cofre del tesoro y desemboca en una ventana abierta al mañana. Una ventana desde la que observar al que es capaz de lanzarse a correr campo a través sin miedo a abrazar esa esperanza que nada quiere saber ya de vértigos y carencias.

 

Quien quiera recuperar al artífice de La tierra de los sueños va a volver a encontrárselo, más íntimo, más introspectivo, más luminoso que nunca, atravesando las frondosidades de un bosque idóneo para perderse después de atravesar sembrados de estrellas e imponentes madrugadas. “Un cuento”, “Los primeros días”, “Jardín interior”, “Alamedas”, “Dentro de un porqué”, “Por sentir”, “Son las tres de este día”, “Anocheciendo” y “Mañana” son canciones que tienen en común su capacidad de sugerencia. Entre todas dan cuenta de una historia de palabras abiertas, de argumentos cómplices; cada una de ellas es capaz de conducirnos hacia rutas insospechadas… Y, al final, si confrontamos, a la manera de un juego de espejos, los destinos de llegada, comprobaremos, que no todos hemos acabado en el mismo sitio.

 

Un bosque de té verde, sí, está lleno de sorpresas, las que vayamos descubriendo cada uno de nosotros y otra mayúscula que nos ofrece su autor, “Memoria de unos ojos grises”, una pieza instrumental que demuestra que es posible llamar a las puertas del corazón sin previo aviso y tocar cada una de las teclas de los sentidos. Tenemos ante nosotros 42 minutos de una mezcla mágica hecha de letras que arrancan de tan adentro como las raíces de los árboles robustos y que se pronuncian con elementos acústicos, eléctricos, electrónicos, orquestales… Sólo nos queda perdernos en ella, en Un bosque de té verde, respirando con la mirada absorta en esas ramas altas que se pierden en el cielo.

 

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