MIKA

Mika, la vida en technicolor

 

 

Está claro que Mika no es como otros artistas. Su apellido podría bien haber sido ‘singular’. Envuelto en un imaginativo mundo musical de creación propia, es uno de los pocos artistas masculinos que es estrella del pop y que a su edad despunta del resto. Con formación clásica, mezcla racial y propensa a los gestos teatrales, se ha convertido en un experto en el arte de la expresión personal. Dice de su música que puede ser condensada fácilmente: “Los principios básicos son que sea alegre e inspiradora y que no se rinda ante modas o convenciones”, lo que trae a colación un concepto antiguo y casi olvidado del pop: la individualidad.

 

Su álbum de debut Life In Cartoon Motion fue una llamada descarada al individualismo. Su nuevo disco refleja como madura un sonido pop sin complejos que ha hecho totalmente suyo. Su voz de amplio registro, su virtuosismo al piano, sus contagiosos ritmos y sus explosivos finales, su manera de narrar historias llegando al meollo de la inseguridad humana y las producciones de expresión technicolor están presentes como en el disco anterior, con cada cosa en su lugar.

 

“Mi mayor intención cuando me preparaba para afrontar el nuevo álbum era no ser reactivo; tenía que volver de nuevo al principio, antes de que la gente me hubiese dado sus opiniones sobre lo que hago de forma natural”, asegura Mika. “Quería que quedase claro desde la primera escucha que hay una palabra que define esta segunda incursión en mi sueño pop caleidoscópico: audacia”.

 

Curioso teniendo en cuenta que hasta fichar con Island a Mika le rechazaron las grandes compañías discográficas, una tras otra, algo que documentó bien en la letra de “Grace Kelly”, su mayor éxito, que impulsó al álbum Life In Cartoon Motion hasta vender más de cinco millones de copias. Pero las estadísticas sólo insinúan la estridente opción de riesgo que tomó en la música pop cuando inició su contienda, la clara muestra de la reivindicación de uno de los mayores intrusos del pop que ha logrado la conquista desde dentro.

 

En esta segunda ocasión, las canciones son otras pero la actitud permanece. Desde el inmediato coro inmenso de “We Are Golden” hasta canciones que nos recuerdan a la Disney en los años 40 (“Toyboy”), pasando por una revisión modernizada del power-pop de los 80 (“Touches You”), en el álbum hay una amplitud de miras digna de competir con los clásicos. Por ejemplo, el himno disco de “Rain” o las reflexiones melancólicas de un trauma personal en “Dr. John”.

 

 

“Cuando la nebulosa del reconocimiento, los logros personales y las ventas que me habían llevado a alcanzar la notoriedad con mi álbum de debut comenzaron a desvanecerse, empecé a buscar un apartamento en Los Ángeles para concebir y dar forma a las composiciones de mi segundo disco”, asegura. “Encontré un bonito lugar para salir de mi sótano en Londres y en el que trabajar con mi productor y cómplice Greg Wells”.

 

“Después apareció mi madre. Me dijo que no me acomodase”, recuerda. Sabias palabras que un hijo no puede ignorar. Así que se trasladó al hotel barato que puso de moda con su debut. Cuando llegamos a la segunda parte del cuento de Mika, él decidió olvidarse de todo lo que el brillo de los dos últimos años de gloria significaba. “Esto para mí sigue siendo música que componer en una habitación. Es sentarse al piano y decir lo que tengo que decir”.

 

“El primer álbum trataba sobre la infancia. Tenía inocencia. En este hemos avanzado diez años hasta la adolescencia. La adolescencia es uno de los mejores momentos de tu vida. Cuando todas las experiencias vitales -el sexo, las drogas y las relaciones- son todavía algo nuevo y virgen. Si tenía que plantear esas cosas en canciones, debía ser más personal”. Así que Mika se ha separado del personaje narrador de Life In Cartoon Motion para realizar este segundo álbum. “Todavía creo en el misterio y no pienso que tenga que justificar nada sobre mi vida. Todo está en mis canciones; componer para mí es una manera de ponerme al día conmigo mismo”.

 

La realidad es que le aterraba escribir en primera persona. “La alegría tiene un riesgo implícito. Por eso resulta tan tentador y peligroso de olvidar la primera vez que algo sucede. Tenía que afrontar el hecho de componer un tema sobre mí, era algo que me espantaba. Si no quería colocarme en la posición de ser un cantante que revisara los 40, era algo que debía hacer”.

 

Además de esta sensación también estaba el viejo principio de Mika de no tener miedo a la crítica. “Como compositor popular, la visión estrecha de miras es algo que no te permite salirte del esquema donde supuestamente deben encauzarse los temas pop. De lo contrario, serás objeto de burlas. Para mí una canción pop perfecta es como probarse la chaqueta que siempre has soñado tener”.

 

Puesto que en la primera vez el resultado fue magnífico habiendo permanecido fiel a sus principios, para este segundo disco hubo una recomendación personal del responsable de su sello de forma que no hubiese interferencias tampoco esta vez. “Me han protegido, ha habido un bloqueo de interferencias y me han dejado totalmente a mi aire. Si al principio tuve dificultades en afrontar la soledad, la superé de la forma más inusual. La disciplina fue la solución. Llegaba al estudio todos los días a las 10 de la mañana, comía en el mismo sitio a diario y, a las siete, iba siempre al mismo pub, todas las tardes”.

 

Puesto que Mika tiene la tendencia de querer abarcar demasiado, todo tenía que parecer haber sido grabado con la misma cámara. “Hay un compromiso de todas las personas con las que trabajo para que se sumerjan en mi mundo de forma exclusiva. No escuchamos otra música. Nos perdemos en ese mundo”.

 

Durante el proceso de realización de este segundo disco algo de Mika se ha revelado al dejarlo ir. “Me siento liberado. Estoy en el siguiente nivel. Necesitaba hacerlo y he conquistado un proceso que me va ayudar de cara al tercer y al cuarto disco. Finalmente, he aceptado que mis grabaciones de habitación ya no son sólo eso, sino que soy un compositor”. Y, también, aunque no lo diga, una valiente estrella del pop en una catapulta que ya ha salido disparada.

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