MIGUEL CEDRÉS

Miguel Cedrés, recuerdos de las fotos del álbum familiar

 

Miguel Cedrés formó parte de Los Coquillos durante los años 90, grupo con éxito además de en sus islas, las Canarias, en varios países de Latinoamérica. Hace once años editó su primer disco, Tarde o temprano, al que ahora da continuidad con Verano mortal, con el pop británico como referente.

 

La razón de esta espera nos la explica en esta charla que mantuvimos con él días antes de la edición de su segundo trabajo en solitario: “Justo cuando terminaba los conciertos de presentación del primer disco tuve asuntos familiares que resolver y que me desconectaron obligatoriamente de poder preparar enseguida el siguiente disco. Hoy en día sabemos que en raros casos vendes mucho y una discográfica te produce. Lo normal es que te tengas que financiar tú mismo los discos”.

 

Supongo que la ausencia de una industria discográfica como siempre se entendió es lo que te hizo optar por una campaña de Verkami para financiar este disco, ¿no?

– Lo iba a editar igualmente, pero el crowfunding me permitió sacarlo con un digipack con libreto, letras, créditos. Así la persona que compre el disco tendrá cosas que leer, podrá disfrutar del concepto de portada, de la tipografía, la contraportada, la galleta, los logos, saber quién tocó y qué instrumento se tocaron, la lírica del disco, etc.

 

¿Cuándo germina el proyecto? ¿Los impulsos son para seguirlos cuando surgen?

– Tienes razón. Quería grabar pero cuidando mucho el presupuesto. Pedí presupuestos a varios estudios unos meses antes de la pandemia para poder grabar mi segundo disco. Cuando ya opté por Pin Up Recordings, Alby Ramírez y Sergio Miró (Birkins) tomaron el proyecto como si fuera suyo, muy motivados y me dieron todas las facilidades para irlo haciendo poco a poco, sin presiones. Además, acogieron el disco con un cariño enorme y eso se nota en todos los detalles.

 

¿Se trata de una colección de canciones que has ido acumulando con el tiempo o hay algún nexo común entre ellas, algún concepto, incluso aunque lo hayas descubierto después y no fuese intencionado o consciente?

– Sí, se puede decir así: hay canciones del año 93 que sabía que tenía que terminar, otras de principios del 2000, otras de 1995, de la época del britpop, y ahí se notan las influencias de Blur y Supergrass. Los productores son los que amalgaman todo para que haya un concepto sonoro y ellos, más o menos viendo que me salen muchas influencias mías de los 70 como T. Rex, Billy Swann o ELO, lo unen en los arreglos. También el concepto de portada creo hace honor a lo sonoro, es muy Kodachrome.

 

¿Verano mortal parece hace referencia al recuerdo de un pasado añorado y, al mismo tiempo, superado -o no, no lo tengo claro- por devastador?

– No para nada. Quería escribir una canción sobre el primer amor de adolescencia o los amores de verano, y un día me salen unos acordes y una música que me recuerda a las canciones de Erasmo y Roberto Carlos. Es un recuerdo feliz, de pandillas en la playa, de fiestas patronales, de noches de verbena en Lanzarote, donde nací. Quería que en esta canción mandara la melodía y que la letra fuera mínima, sugerente, valiéndome de imágenes. Me faltaba algo y era el leitmotiv. El titulo surge más tarde cuando muere la escritora y periodista Dolores Campos Herrero, a la que este año homenajearon en el Día de las Letras Canarias: en un aniversario leo en la prensa que uno de sus libros de cuentos se titulaba Veranos mortales. Y me dije “¡Eureka! Tengo el título”. Ese Verano mortal no hace alusión a la pandemia, sino que en la portada se explica: todo el mundo ha pasado veranos mortales, donde uno o varios hechos te marcan y los recordarás siempre. El adjetivo mortal aquí tiene un significado nada trágico. En el solo de guitarra le hice un guiño a mis tíos de Arrecife que me hacían escuchar a Los Panchos: es un mini-homenaje a Alfredo Gil el virtuoso requintista del trío mexicano.

 

¿Por qué has querido hacer ese homenaje a Dolores Campos-Herrero?

– La conocía porque conocía a algunos periodistas de aquí en Las Palmas e íbamos a los mismos lugares a tomar cervezas. Luego, cuando murió, me enteré de que veraneaba en Arrecife… Con razón. ¡Claro! ¡Por eso me sonaba tanto su cara cuando la veía en televisión o en los bares! Por desgracia, nunca hablé con ella. Arrecife en los años 70 era una ciudad muy pequeña y casi todos nos conocíamos, hasta los que vivíamos fuera. Ahora estoy leyendo Veranos mortales y lo estoy disfrutando muchísimo. Recomiendo su obra. Dolores Campos-Herrero es una escritora de cuentos y poetisa muy disfrutable, con mucha ironía, mucho humor, muy inteligente. Una gran pérdida para la literatura. A mí me gusta mucho el ensayo y el cuento, soy muy fan de Borges, por ejemplo.

 

Se entiende que las imágenes que acompañan el diseño parecen pertenecer a tu álbum de fotos de hace años, pero las fotos son de Leandro Betancor. ¿Es así? ¿Y qué pretendías con ello?

– Sí. Miguelo Arencibia, el batería de Los Coquillos, mi grupo en los 90, es jefe de diseño de una importante empresa de tecnología web alemana. Él iba a hacer el diseño, como en el primer disco, y cuando vio esa foto que publiqué en Instagram me dijo: “Miguel, esa es la portada, es una imagen muy muy potente”. Él y mi hermano Ginés son los que me convencieron de que el titulo global del disco debía ser ese. Miguelo no tenía tiempo para hacer el diseño, así que se lo pedí a mi hijo Carlos, quien lo hizo asesorado por Miguelo en la distancia. La galleta es también diferente con esa foto de Instagram y calidad de imagen con mucho grano, pero el concepto es lo importante. Leandro Betancor es un gran profesional de la fotografía que ha trabajado con gente como Isabel Coixet. Él me hizo alguna que otra foto para la promoción y me cedió una foto que hizo en Playa del Ingles durante la pandemia.

 

¿Has reparado en que la foto de la portada evoca imágenes de aquella serie televisiva con, además, un título similar, Verano azul?

– Me lo ha dicho alguna gente, pero no he visto la serie nunca ja, ja, ja. Es un disco que mira a mi adolescencia en algunas canciones. Ya lo decían Paul Simon en “Kodachrome”, o The Kinks en “Picture Book”: esas fotos del álbum familiar las vuelves a mirar y te traen buenos recuerdos

 

¿Había intención de contar con colaboradores desde un inicio o se fue forjando todo en el estudio?

– Eso fue cuestión de los productores y arreglistas, Alby Ramírez y Sergio Miró (El Quebradero). Subía a grabar guitarras al estudio y de repente me daban la grata sorpresa de los arreglos de teclados de Joel Sarakula o de Lisandro Rodríguez, que aquí es un teclista muy reputado, o la sección de metales que graba un trío de metales argentinos. A Alby y Sergio les dejé hacer porque me fio de sus gustos y no tuve ni que cambiar una coma de las mezclas o de los arreglos.

 

Ellos además de producir, participan como músicos y como compositores también. ¿Cómo de diferente hubiera sido el disco sin su participación?

– Muy, pero que muy diferente: me ayudaron a terminar las letras, colorearon el disco con arreglos de teclados muy bonitos (Hammonds, Fender Rhodes, Glockenspiel…). Pero también guitarras de 12 cuerdas y guitarras barítono, porque Alby es un excelente guitarrista y un competente teclista. Además, su mujer Sari tiene un oído brutal e hizo los coros y armonías vocales. Rafa Daza, el bajista, es amigo, lo conozco porque fue varios años bajista de Los Coquillos y hoy esta con Birkins y pertenece al equipo de producción de Pin Up Recordings. Sergio Miró no solo es un magnifico batería, muy creativo y preciso, sino que tiene una enorme biblioteca musical en su cerebro.

 

 

Supongo que contar con su estudio, Pin Up Recordings, tan a mano, contribuyó a que todo fluyera de forma natural, como realmente parece por las canciones y el sonido, ¿no?

– Todo fluyó muy bien porque ellos son gente que genera buenas vibraciones. Hace unos cinco años recurrí a ellos en un momento de crisis de Los Coquillos y nos salvaron un bolo muy importante. Luego, durante un par de años, convivimos en hoteles, furgonetas, tocamos por las islas y reforzamos nuestra amistad. Lo que pasa es que ellos tienen muchos proyectos personales musicales, pero seguro que volveremos a tocar juntos. Hay bastante química.

 

¿Los arreglos de cuerda y de viento estaban pensados? ¿Tienen que ver precisamente con lo trabajado en el estudio?

– No , yo grabé alguna maqueta en casa pero los arreglos son de ellos. Los de violín y viola en “Lluvia de invierno” son de Cristina Ardelean, sobrina de Alby, y entre los dos pensaron el arreglo. Supongo que es de Sergio también, pero yo no estuve en esas sesiones ni conozco personalmente a Cristina. En las primeras grabaciones de batería bajo y guías de voz ellos me hacían dejar un acorde largo de puente, pero yo no sospechaba lo que se iba a grabar en ese hueco. Mejor, porque siempre me sorprendían. Ellos son muy del pop británico también.

 

¿Sigue siendo el pop británico tu principal influencia? ¿Hasta qué punto marca lo que uno escucha en su adolescencia-juventud?

– Cuando empecé a tocar la guitarra con 13 años, un amigo del barrio me prestó Abbey Road y Let It Be de The Beatles, y también Cosmos Factory y Pendulum de Creedence Clearwater Revival, que me gustaron muchísimo por su vena rock and roll, country blues, swamp rock y soul. Pero el disco que me marcó realmente de esos cuatro fue Abbey Road, una obra maestra. El día que saqué por mí mismo y sin método, solo con aguja y vinilo, los arpegios de “Here Comes the Sun”, pudo ser uno de los días más felices de mi vida, junto al nacimiento de mi hijo.

 

¿Algún descubrimiento reciente que creas también pueda haber influido en tus creaciones más recientes?

– John Father Misty, Metronomy o Beach House, que llevan tiempo y los acabo de descubrir hace poco. Aunque siempre he comprado la prensa musical desde hace años, como Ruta 66 desde el número 0. Y he comprado mucha música a ciegas. Ahora soy prudente con los nuevos artistas, hasta que no se asientan, y entonces me gusta tener físicamente sus discos.

 

¿Qué discos o artistas fueron los referentes a la hora de plantearte este trabajo?

– Mis dos guitarristas favoritos son Johnny Marr y George Harrison, guitarristas económicos y muy melódicos. Tocan lo justo, tocan por y para la canción. Diría que, como disco completo, me influyen The Queen Is Dead, Sky Blue Sky de Wilco, Armed Forces de mi amado Elvis Costello y el primero de Noel Gallagher, que me parece un gran compositor, pero como muchos músicos odian a Oasis por sus excesos y arrogancia, no le prestan atención a Noel, que evoluciona en cada disco. Y canta mucho mejor que Liam.

 

¿Y cuál crees, desde tu punto de vista, que es la principal evolución de este disco respecto al que le precedió y respecto a lo que has venido haciendo anteriormente?

– Muchas cosas. Un problema que tuvimos Los Coquillos es que, menos en el primer disco, nunca tuvimos productor, solo ingenieros de sonido. El primer disco mío en solitario fue muy duro de hacer, me encargué de todos los arreglos y producción, fabricación, promoción, buscar el teatro donde lo presenté. etc. Eso sí, me di el placer de grabar siete u ocho pistas de guitarras diferentes en una canción, con amplificadores de válvula distintos, como hizo Johnny Marr en “This Charming Man”. Me di cuenta en ese momento, modestia aparte, que era bueno haciendo arreglos de guitarra sobre la marcha. Le pedía una pista para grabar al ingeniero y se me ocurrían buenos riffs que no había trabajado previamente, porque rara vez trabajo con maquetas. Espero que no suene pretencioso esto último que acabo de decir. Contar con Alby y Sergio me liberó de muchos problemas, fue un disfrute y solo me dediqué a las canciones, a la letra, la música y a tratar de sacar buenos riffs o arpegios. Eso creo se nota en el resultado final.

 

“El primer instante”, el corte que abre el disco, tiene un cierto aire psicodélico. En esta canción es la única en la que participa Joel Sarakula. ¿Era algo que ya estaba ahí?

– La canción surge del riff de guitarra. La grabé en un 4 pistas que compré y vi que al añadirle el bajo la canción funcionaba. Tenía casi toda la idea de la letra y Alby y Sergio dieron algún toque aquí y allá, el puente se les ocurrió a ellos. Creo que Sarakula había ido a trabajar cosas suyas y ellos lo pillaron por banda, y la verdad es que hizo un excelente trabajo. El riff curiosamente se me ocurrió escuchando bossa nova. Tratando de sacar unos acordes disminuidos, lo pasé al rock. Busqué los acordes donde funcionaba el riff, hice la melodía vocal y luego la letra. El riff empezaba mi canción pero ellos me convencieron de meterlo en medio como sorpresa. Quizás el tema me quedó alto a mi registro de voz, pero bueno, no se puede ser perfecto. La letra me gusta mucho: tiene poesía aunque parezca hablar de un tema tan universal como es el encuentro que se da cuando una persona se enamora.

 

“Nos hacemos mayores” tiene un aire melancólico en su texto sobre un ritmo contagioso y trotón. ¿Es esa una combinación ganadora que te gusta explotar o que te gustaría trabajar más?0

– No lo sé. Una vez en los 80 leí una entrevista buenísima a Johnny Marr en la que decía que trabajaba siempre sobre arpegios y acordes y que le gustaban las melodías melancólicas. Eso se me quedó grabado porque ahí está el truco de The Smiths. En “Nos hacemos mayores”, José María de Paiz, un amigo escritor documentalista y músico de Lanzarote, me pasó una letra por WhatsApp en la que apenas cambié una o dos palabras. Hace como tres años estoy tratando de hacer una canción a lo Ray Davies en ese estilo vodevil inglés, típico de The Kinks. Me gustó mucho la melodía vocal que hice, ya que la melancolía pegaba mucho con la letra. Encajar la letra fue muy fácil. El estribillo costó un poco más. Fue reescuchando las maquetas del Sgt Pepper’s cuando advertí que The Beatles hacen el típico cambio paralelo en el mismo acorde de mayor a menor, y eso me dio la respuesta (la respuesta está en los clásicos).

 

“La esquina de los turistas”, el corte que cierra el álbum, me parece de los temas más conseguidos. ¿A qué crees que se debe? ¿Podría ser un próximo single?

– Será el próximo single. Que sea de los mas conseguidos, no sé qué responder a ello. La compuse allá por el 95, en plena eclosión del Britpop. El trabajo de los arreglistas y productores me parece sublime en esta canción. Para mi esta era una canción muy Blur. Tenía los acordes, el estribillo y Sergio le añadió un puente-estribillo y se le ocurrió lo de las palmas. Tenía otra letra pero no me convencía y quería desechar la canción. Alby me habló de Samuel Sánchez (Sanches) que grabó antes que yo en Pin Up Recordings y me hizo una letra perfecta, cantable, que yo me creo. Lo más importante es creer en lo que cantas, sea la letra tuya o de otra persona. El ego lo perdí hace mucho tiempo. Me interesa que la canción funcione.

 

Hay en “Te elegiría otra vez” un guiño a Los Coquillos (“Me emborracho hasta el amanecer”), la banda con la que tuviste más éxito especialmente con “Borracho hasta el amanecer”. ¿Qué le debes al grupo? ¿Estarías hoy aquí sin ese éxito?

– La verdad es que el grupo se monta gracias a mi hermano Ginés, más joven que yo 10 años, que saca adelante el proyecto de unas canciones que veníamos haciendo desde el 78 en casetes con guitarra española. Cuando mi hermano crece, aprende a tocar la guitarra. Un día descubro que ha formado una banda con las canciones de los casetes. Un día me dice Ginés que el otro guitarrista abandonó el grupo y que si yo quiero probar. Me compro una guitarra buena, voy al ensayo y en año y medio debutamos, con un éxito sorprendente. En el debut advierto que mi hermano Ginés tiene un carisma impresionante y se defiende en escena como si fuera su casa. Encima tiene un gran oído, es puro nervio y conecta con la gente desde el escenario.

 

Un éxito así no lo tiene casi ninguna banda. ¿Qué fue lo que te sorprendió debido a ese éxito?

– Tenia 31 años cuando empezamos y no se me podía subir el éxito a la cabeza. El éxito fue tener muy buenas canciones que conectaron con la gente porque hablaban de temas que la gente no esperaba. En determinadas canciones nombrábamos temas locales, como “Strawberry Fields Forever” o “Penny Lane”, salvando las distancias, así que la gente nos estaba esperando. También teníamos canciones más generalistas pero siempre con puntos de vista originales y un cantante carismático con buena imagen, muy versátil, capaz de atacar registros graves y agudos. Teníamos un batería impresionante, fan de Stewart Copeland, Bill Brudford y Ringo Starr, que nos arrastraba en los directos. Dicen que una banda es tan buena como lo es su batería, y eso es cierto con Los Coquillos. Y, finalmente, Los Coquillos ensayábamos con mentalidad prusiana. Importantísimo para ofrecer buen espectáculo a la gente.

 

¿Y alguna anécdota sorprendente que recuerdes y nos puedas contar?

– Esto sucedió cuando tocamos por primera vez por la mañana en un instituto, cuando hasta entonces solo lo habíamos hecho en pubs y en salas pequeñas por la noche. Las adolescentes estaban tratando de reírse de nosotros, no había escenario y estaban a la misma altura que nosotros. Pero entre el carisma de Ginés y las canciones, poco a poco nos los en el bolsillo. No teníamos disco grabado. Nadie conocía las canciones. Ese concierto lo grabó una emisora de radio y lo emitía casi todos los días. Ese día nos dimos cuenta que nuestro público era bastante más amplio.

 

¿Te resulta más fácil la experiencia de componer con el tiempo? Y, en ese caso, ¿lo ya aprendido y explorado se siente más como un obstáculo que debes evitar o salvar?

– No, todos los días cojo la guitarra pero sí que es verdad que cada vez creo que tengo más criterio para separar el grano de la paja. En 1986 leí una biografía de Silvio Rodríguez en la que decía que tenía una grabadora en casa y eso lo hacía para no olvidar ideas de guitarra. Me compré entonces un grabador dictáfono tipo periodista y, cada vez que estaba tocando la guitarra y surgía un riff nuevo o una combinación de acordes que no hubiera probado y me gustaba, lo grababa. Cuando terminaba la cinta completa y me tocaba planchar en casa. me ponía los auriculares y ahí hacia una primera selección. Solía grabar 4 o 5 cintas de casete de una hora al año. Componer es un milagro. Antes, cuando era joven, me parecía algo solo reservado a los genios como Lennon, McCartney, John Fogerty o Brian Wilson. Me parecía muy lejano llegar a hacer una canción. The Beatles hacen ver al mundo que todo se puede conseguir si te lo propones, para mí ese es su gran legado. Llenaron el mundo de optimismo y esperanza. La creatividad es algo que se puede aprender. Sacar algo que no existía y te conmueva es un regalo para el mundo, ya sea un cuadro, un poema o una canción.

 

Por último, ¿crees que has conseguido llevar una trayectoria que te define y representa, que hay un estilo Miguel Cedrés?

– No lo sé. Es muy pretencioso decirlo, lo debe decir el público. Ese es el que juzga si lo que haces les gusta o no, tanto en un disco como en el directo.

 

 

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