MANU CHAO CLANDESTINO

 

MANU CHAO: Clandestino (Virgin, 98)

 MANU CHAO - Clandestino

            Su paso por Mano Negra, grupo del que fue algo más que su cantante –ideólogo es lo menos que lo podemos considerar- sería suficiente para guardarle un lugar privilegiado en el panteón de los ilustres del rock a este lucense emigrado a París por el trabajo de su padre, periodista deportivo en Radio Francia Exterior. Con Mano Negra tuvo lugar la mayor actualización de los postulados de The Clash, diez años después, y dándole entrada a todos los ritmos del mundo que se cocían en las barriadas populares del extrarradio de las grandes ciudades francesas. Sin ellos no hubiera existido el rock latino tal y como lo conocemos, con todo lo bueno –y lo malo- que trajo después. 

            Sí, durante años, Manu Chao comandó una nave a la deriva en su planteamiento comercial pero que, al mismo tiempo, hacía el rock más vivo y vigoroso del planeta, desde la misma capital que daba a conocer al mundo la música africana moderna y que volvía sus ojos hacia América Latina. El grupo, abierto y verdaderamente cosmopolita en su formación, acabó desmembrado después de recorrer Sudamérica en un carguero y la Colombia más inhóspita en unas gira suicida en tren, en los que la resistencia iba en proporción directamente inversa a las deserciones, y en contra de la opinión de sus asesores que insistían en acabar de dar la puntilla a mercados como el anglosajón y el japonés, conquistados por primera vez en muchos años por un grupo europeo no británico. 

            Todos despotricamos en contra de aquellas aventuras sentimentales y alocadas cuando supimos de la desintegración de Mano Negra. Pero lo que desconocíamos era que en aquellos parajes Manu Chao estaba tomando consciencia de sus raíces –y de la situación del Tercer Mundo- para darle forma a un disco que, entonces, ni remotamente sospechábamos. 

            En el 98, cuando la pista de Manu Chao parecía definitivamente perdida, apareció Clandestino, sin duda el mejor disco en castellano de los 90, centrado en una simple idea compositora –la situación de los desheredados del mundo vista desde sus viajes alrededor de medio mundo- y escrito simplemente con una guitarra acústica. En él cita, sin llegar a tocar realmente, salsa, son, reggae, pop latino y folk africano, todos dispuestos al servicio de unas canciones cantadas en castellano –90%-, francés e inglés. Si antes los samplers eran los sonidos que hacían aparatosos los temas de Mano Negra, ahora simplemente adornan las canciones, mucho más cercanas a la desnudez de las raíces de los pueblos a las que se deben y a las que homenajean. Es un disco en el que cada canción se une  la siguiente sin pausa, como un viaje en tren que disminuye su velocidad en cada estación a lo largo del camino, pero sin llegar a parar, con tal encanto, ingenio y  profundidad que dan forma a una extraña y poderosa combinación de virtudes para un músico pop.

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