MANO NEGRA

Mano Negra, la esencia del arrabal

 

Se conocieron en un andén del metro de París y se separaron a bordo de un destartalado tren en Colombia. Nunca se propusieron hacer carrera; aun así, la hicieron -y la ganaron-. Jamás buscaron competir en la esfera del rock; pese a ello -o, tal vez, gracias a ello- fueron, por momentos, el grupo más colosal del mundo.

 

Evidentemente, Mano Negra. 1987-1994. Suena a esquela pero, extrañamente, nunca necesitamos despedirnos del grupo de origen galo y ascendencia universal. Nada de epitafios; sentimentalismos, los menos posibles: todo empieza y todo acaba, y lo verdaderamente importante es lo que quedó en el medio. O sea, ocho años de patchanka, ocho. Kilómetros de furgoneta como para dar varias vueltas al mundo; cinco álbumes anárquicos, a base de rock-africano-flamenco-ska-raï-salsa-reggae… Y, en cada uno, consignas fundamentales para un mestizaje inventado en el camino y con proyección suficiente como para contagiar a toda una generación futura. Por lo menos.

 

Los discos de Mano Negra siguen cerca del equipo de música, no se fueron. Eso sí, han dejado detrás un buen reguero de pistas como para no perder del todo su presencia, a base de seguidores-correligionarios que recogieron sus enseñanzas desde Buenos Aires hasta Lavapiés. Ocho años en total de revolución musical, de insumisión a la industria, de buenas ideas y principios y de saber cómo ejecutarlas. Fueron los Clash de los 90, no hay miedo a decirlo.

 

Por eso tenía que llegar un Best Of: abundantes recuerdos de pogo, viajes y fiesta arrabalera. Desde los incipientes codeos con la primera generación del mestizaje francés (Kingsnakes, Chihuahua, Ricky Amigos, Les Negresses Vertes, los propios Los Carayos…) hasta las descargas finales que tuvieron lugar en los mismos burdeles que visitaban las tropas de Napoleón. Desde ahí al Machu Pichu y a Tokyo y a Nueva York, y siempre de vuelta a los barrios parisinos.

 

Hasta que un barco -Cargo 92- los lleva por los puertos de la América perdida, desde Santo Domingo a Buenos Aires. Descubren que “entre casa y Babylon el camino está cabrón” y (re)inventan el rock latino. Dos años más tarde se embarcan en el tren de hielo y fuego por Colombia, viaje sin retorno, en el que oyen la ‘balasera’ que acaba con la vida del narco Escobar. Tocan techo y desaparecen. Evidentemente, nada podía volver a ser igual. Motivos para apreciar aún más, si cabe, este Best Of que, presentando como punto y final, empieza, sin embargo, como sus más memorables conciertos: “¡Mano Negra, morenoooooooooo!”

Xavier Valiño

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